Yuri Gagarin fue ascendido de teniente a comandante minutos antes de
entrar en la atmósfera. Las autoridades soviéticas creían que el primer
hombre enviado al espacio tenía más posibilidades de morir en el
descenso que de sobrevivir. Y si el héroe de la cosmonáutica iba a volar
en pedazos, pensaron que lo justo era que lo hiciera con los máximos
honores.
Para evitar estrellarse en las urnas dentro de 25 meses, un
suspiro temporal en términos políticos, el PP de Pedro Antonio Sánchez y
Fernando López Miras ha culminado una semana de descartes, ascensos y
nombramientos, que se han hecho coincidir con una reactivación interna
del partido. Es poco tiempo para que la nueva tripulación garantice un
final de trayecto exitoso, pero si Sánchez hubiera podido hacer una
remodelación profunda del Ejecutivo regional, un asunto para el que no
tenía fecha pero no descartaba una vez llegado al ecuador de la
legislatura, se habría parecido mucho a la de López Miras, salvo en lo
más alto de la cúspide, claro está.
Y es que Sánchez y Miras han gestado
al alimón todos los cambios y nombres del organigrama, dando el visto
bueno a cada alto cargo, sin la aparente intervención de Valcárcel. Un
proceso acometido con más hermetismo del habitual, en conversaciones
bilaterales con cada consejero, para reclutar a la tropa de élite,
evitando filtraciones sobre quiénes dijeron ‘sí’ y dijeron ‘no’ a la
oferta.
Miras, sin lugar a dudas, no ha hecho su equipo solo. Como
tampoco lo hicieron Garre ni el propio Sánchez. Ambos tuvieron que
pactar con el presidente de su partido. La diferencia es que, una vez
colocados determinados dirigentes con los que tenía compromisos,
Valcárcel dejaba margen de maniobra. Pero entonces no estaba en juego el
poder, como sucederá en 2019. En las actuales circunstancias caben
pocas canongías. Solo hay sitio en los puestos clave para profesionales o
militantes con vitola de eficaces y afines a las figuras de PAS y
Miras.
La imagen que ilustra esta página, del 9 de abril de 2016, es
reveladora. El expresidente regional se reunió con veintidós directores
generales, la mayoría de ellos de perfil más técnico y profesional que
de adhesión ideológica y cuota de partido. Eran prácticamente la mitad
de los altos cargos del segundo escalón de su gobierno y desde San
Esteban se les señalaba como los ‘capitanes’ con más futuro en la
Administración del PP. Así ha sido. Los que no aparecen en la foto con
Sánchez, tampoco aparecerán en ninguna con López Miras.
Prácticamente
todos los que no fueron invitados a esa cita han sido sustituidos por
veintiuna nuevas caras. Por el contrario, los veintidós directores
generales presentes en esa reunión con PAS permanecen con Miras. Siguen
en sus puestos, cambian de destino o ascienden, como es el caso del que
fuera jefe de gabinete de Sánchez y exdirector del Info, el nuevo
consejero de Turismo, Medio Ambiente y Cultura, Javier Celdrán. Solo
tres de los veintidós ‘elegidos’ para la cita han quedado fuera, dos de
ellos porque sus puestos son ahora subdirecciones generales.
Sánchez tiene un rasgo psicológico muy acusado que es útil para
entender estos cambios. Como todos los políticos, quiere rodearse de
dirigentes de la máxima confianza. Acentuado por su situación judicial,
en su caso existe un plus: desconfía de casi todo. Y cada vez más. Es
más desconfiado aún que López Miras y Rivera, el ‘tercer hombre’, y casi
tanto como Robert de Niro en la película ‘Los padres de ella’, donde le
explica a su futuro yerno, Ben Stiller, en qué consiste el ‘circulo de
confianza’ familiar. Estar dentro significa poder, estar fuera es ser
ignorado.
Los ‘círculos de confianza’ de PAS en la familia popular son
concéntricos. Los altos cargos de la foto formaban parte del anillo
exterior. López Miras es en quien más confía y por eso le designó
presidente, en previsión de su posible vuelta en 2019, si sale vivo
políticamente de los casos ‘Auditorio’ y ‘Púnica’. También confía en
Pedro Rivera, Juan Hernández, Noelia Arroyo… y demás miembros del
Gobierno, aunque varía la intensidad. De ahí que estén situados en
diferentes ‘círculos de confianza’ dentro del Gobierno. Las posiciones
no son inamovibles. Cambios, como el de Martínez-Cachá, obedecen a esa
dinámica. En el interno del Ejecutivo cada cual va percibiendo esas
posiciones orbitales que ahora ocupa en relación al ‘rey sol’ y su ‘gran
delfín’.
Sin adherencias valcarcistas, y con la incorporación de otros
veintiún cargos (es sintomática la llegada de concejales de alcaldes
próximos a PAS), el Ejecutivo regional ya puede arrancar este lunes con
la vista puesta en la principal preocupación de Sánchez y Miras: las
elecciones de 2019. Las más complicadas para el PP desde 1995. Sobre
todo con los casos ‘Auditorio’ y ‘Púnica’ en los tribunales, algunos
otros del pasado que están por cerrarse y otros por eclosionar (la
desaladora de Escombreras), la reforma electoral y el riesgo de que
Alberto Garre acabe dando el paso y lidere un partido de corte
regionalista que arañe los suficientes votos para desequilibrar la
balanza.
Ahí está Miguel Ángel Revilla, que nunca ha ganado las
elecciones en Cantabria y ya ha sido tres veces presidente autonómico.
Miras se ocupará de la gestión y Sánchez de fijar el rumbo político,
poniendo las pilas al partido. Ayer se acabaron los sábados de asueto en
el PP regional. ¡Poyejali! (en marcha), gritó Gagarin al despegar. El
del PP también puede ser un arriesgado viaje hacia lo desconocido.
(*) Periodista y director de La Verdad