
Todo
eso es posible, no lo niego. Pero el tuit se basaba en datos: 7
millones de espectadores de un debate en la sede del partido, en Ferraz,
recogido en las televisiones. Participación del 70 del censo en los
avales, que da pie a esperar una mayor hoy. Teniendo en cuenta que la
participación es la muestra mínima de compromiso con una causa, ese 70 %
tiene un valor muy superior a la del 10/20 % (según la base de cálculo
que se adopte) que viene alcanzando Podemos en sus consultas que, a
diferencia de las del PSOE, son exclusivamente digitales. O sea, que no
hay que moverse de casa para hacerse notar. Es un criterio razonable
para sostener que el PSOE es un partido a la antigua (y la moderna)
usanza y Podemos, no.
Ni
siquiera es un partido, sino una amalgama y con una evidente tendencia a
legitimarse por la vía de un movimiento. La lucha de Podemos es, ante
todo, por la hegemonía de la izquierda y va orientada contra el PSOE. La
oposición al PP se le presume, como a los soldados el valor. Lo que
realmente le preocupa es la presencia mediática y la centralidad
política que sigue obstinadamente en el campo del PSOE. Es decir,
básicamente, Podemos es un espectáculo y, según sus críticos más
acerado, un circo.
Y un circo con tendencia a la monotonía en los
números. La cuestión es qué grado de presencia mediática consigue, que
es donde la organización consagra sus esfuerzos y visto en la
comparación con la del PSOE en sus horas más bajas, la conclusión es
clara: ninguno. Y no porque haya una conspiración del silencio en contra
de Podemos, como sostienen sus seguidores desde prácticamente todos los
medios de comunicación, convencionales y digitales, algunos de los
cuales están a su completo servicio, sino por falta de interés de su
confuso mensaje y pintoresco discurso.
La
manifa de ayer, contraprogramaba los mítines de cierre de las dos
candidaturas del PSOE con una petición de apoyo a la moción de censura y
un elemento plebiscitario en la persona del candidato. La intención,
patente, de arrebatar el escenario al PSOE, no se realizó. Los mítines
socialistas coparon los medios y las redes y lo harán hoy mucho más.
Hoy, la manifa de Sol de ayer es el recuerdo de un acto de nostalgia,
tratando de revivir (y apropiarse para una estructura y mentalidad
estalinistas) el espíritu del 15M, que, por cierto, se manifiesta el 27,
si no estoy en error. Un acto de fuerza baldía, en el fondo, de
impotencia porque se congregó a la gente para que apoyara una moción de
censura que nace muerta.
Hoy
es el día de las primarias del PSOE, se pongan en twitter como se
pongan. Y es así porque en allas se juega mucho más que quién haya de
liderar el PSOE. Se juega el destino del centro-izquierda, el futuro de
la socialdemocracia, esa corriente en crisis, según opinión extendida.
Hasta El País se ha dado cuenta, lo cual debiera hacerle
reflexionar en términos deontológicos sobre cómo ha enfocado estas
primarias, a base de apoyar la candidatura de Díaz y atacar la de
Sánchez.
En
efecto, los socialistas eligen hoy entre dos formas de entender su
partido, dos ideas de la socialdemocracia: una social-liberal,
conformista, plegada a la derecha y subalterna de esta, dominada por una
oligarquía de políticos profesionales cuyo objetivo es que nada cambie;
otra socialista de izquierda, de izquierda democrática, capaz de trazar
un camino propio entre la derecha franquista y corrupta y la
gestualidad espectacular de una izquierda populista que pretende
sustituir con gritos lo que le falta en razones. Ese camino existe. Es,
precisamente, el que hubiera debido recorrer Podemos de no haber
retornado a la casa del padre bolchevique desde los primeros momentos.
Por
último, la posición personal de Palinuro, que no es votante en estas
elecciones: los socialistas eligen asimismo entre liquidar su partido
(votando esa candidatura berlanguiana de la caudilla Díaz) o restituirlo
al lugar que le corresponde en el sistema político español, dada la
historia de este, el de la centralidad política. Eso solo puede
conseguirlo de la mano de Sánchez quien ha probado estar en condiciones
de hacerlo, si no por méritos propios anteriores, sí por haberlos
adquirido a base de sufrir una persecución vergonzosa en las filas de su
propia organización y haber tenido que recurrir al único sector que,
tras años de complicidad con la derecha gracias a los entreguistas
Zapatero/Rubalcaba, vuelve por sus orgullosos fueros: la militancia.
Porque
esto es lo que más duele de la candidatura de Sánchez a partes iguales
al PP y al Podemos que, el uno a un lado y el otro al otro, ninguno es
un verdadero partido político: el PP porque, en realidad, es una
asociación de presuntos delincuentes; Podemos porque no pasa de ser una
amalgama de grupos izquierdistas sin discurso. Ayer, lo que más se oyó
en Sol fue el término Patria, que hace falta estar en Babia para
tragárselo en España.
Por
más que se empleen en destruirlo, el PSOE es sel único partido en serio
que hay en España (otra cosa son Cataluña y el País Vasco) y solo
podrá ser destruido desde dentro.
Balance de fuego
Que se haya llegado al final de las
primarias sin saber de cierto quién ganará, pues se prevé un resultado
muy ajustado, ya es la mitad del triunfo de Sánchez. ¿Acaso no venía de
las tinieblas exteriores, muerto viviente, defenestrado en una conjura
sin posibilidad alguna? ¿No era un espejismo enfrentarse al todopoderoso
aparato, rendido a los pies de Díaz? ¿No lo dejaron solo una vez caído
sus más fieles colaboradores? Unos se pasaron sin más a la andaluza;
otros hicieron parada intermedia en el simulacro de López, también en
beneficio de aquella, pues dividía a sus posibles adversarios.
Sánchez
se reinventó. Inició una larga marcha por las agrupaciones y levantó un
movimiento, puso en marcha unas energías aparentemente dormidas que se
manifestaron de golpe la noche de los avales inesperados. A partir de
entonces, giro de 180º. Sin abandonar su partidismo a favor de Díaz, los
medios hubieron de hacerle un hueco, pues lo tenían poco menos que
proscrito. Y, con los medios, mudaron las cábalas de los analistas. ¿Y
si gana Sánchez?
La
candidatura de Díaz, fiada a una ascensión a la SG entre vítores y
parabienes, sin necesidad de primarias, carecía de plan B. Ha tenido que
improvisar un programa de gobierno, reiteradamente aplazado y
finalmente expuesto para chirigota de las redes. Lo cual no le ha
impedido descalificar el de Sánchez, llamándolo “folleto” y
probablemente sin haberlo leído. No hay plan B; hay talante B: más
bronco, más agresivo.
Curiosamente,
tampoco PS tenía plan B. Esperaba un resultado “digno” en avales. No
contaba con el práctico empate. Eso, el giro de 180º, lo ha lanzado a
posición de posible vencedor. Y ya se sabe que el vencedor es aquel a
quien todos corren a ayudar. Si se deja, está perdido. Las elecciones
las ganará el equipo; pero, si se pierden, las perderá él. Por eso
necesita un plan B, donde se explique que votar por su candidatura es
votar por la regeneración democrática, que empieza por la regeneración
democrática del propio PSOE. Ese es el compromiso que le dará la
victoria: la regeneración empieza por el PSOE mismo, por devolvérselo a
la militancia, esa que produce repelús a Díaz.
Los
dos mítines de Sevilla, a unos cientos de metros uno del otro, son muy
simbólicos. Coronan una campaña que el país ha vivido casi como una de
legislativas. Y lo hacen en la misma plaza (la local y el visitante, por
lo que las asistencias deben ponderarse) con una campanada final. En el
caso de Díaz, con Guerra, quien no habló y en el de Sánchez con
Hidalgo, quien sí lo hizo.
Traduzcan
las dos imágenes a significados: el pasado y el futuro. En el día de
hoy esa imagen probablemente se reforzará a lo largo de la jornada,
compitiendo en atención mediática con la manifa convocada por Podemos en
apoyo, en principio, de la moción de censura con el añadido de que el
candidato propuesto es Pablo Iglesias.
Es
una obvia contraprogramación, pero no exactamente un escrache como
sostiene Díaz. Un escrache, entiendo, es justamente lo contrario de lo
que pretende esta manifa, esto es, oscurecer la centralidad política del
PSOE, quitarlo de las pantallas para hacer visible la moción de
censura. Un escrache se hace precisamente para llamar la atención sobre
otro asunto que, en este caso, serían las primarias del PSOE. Absurdo,
¿verdad?
En
todo caso, la contraprogramación no va a ninguna parte porque la moción
no tiene margen de maniobra. Carece de los votos necesarios y la
postulación de Iglesias los hace aun más problemáticos. Habiéndose dado
cuenta en Podemos del patinazo, dicen que el candidato es negociable.
Una vez registrada con el candidato (pues es obligatorio), cambiarlo
sería chusco. La moción está muerta. No solo reglamentariamente sino
también políticamente. Podemos la defenderá, sin duda, con intensidad y
amplitud. La cuestión está en si habrá alguien en el hemiciclo. Y los
medios, fuera del canal del Congreso, es dudoso que lo trasmitan
La
única posibilidad de que haya una moción de censura, una nueva moción
de censura, es que Sánchez gane las primarias. Aun así, me cuesta creer
que en Podemos aceptaran un gobierno presidido por un socialista y mucho
más que formaran parte de él. Una de sus doctrinas más acreditadas es
que se negarán siempre a entrar en un gobierno socialista si están en
minoría.
La
candidatura simulacro de López está en el limbo donde las encuestas
amontonan los “no sabe/no contesta”. El propio López no puede decantarse
por uno de los adversarios (probablemente por Díaz, como ordena el
mando) porque no está seguro de arrastrar a los suyos en su sentido,
sino en el contrario.
Pase
lo que pase, hay un aspecto en el que Sánchez ya ha ganado pues
ha puesto en evidencia que se da un fuerte deseo en el PSOE de que todo
cambie. Ese cambio que, según Sánchez, Felipe, Zapatero y Rubalcaba no entienden y, si no lo entienden ellos, que son los mentores de Díaz, menos lo entenderá esta.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
No hay comentarios:
Publicar un comentario