
Por mucho que se empeñe Mariano Rajoy nadie en el PSOE le dará su
apoyo para convertirlo en el presidente del Gobierno, y mal harían en
Ciudadanos si se suman a semejante aspiración. La idea de un gobierno ‘a
tres’ con PP, PSOE y Ciudadanos propuesta por Rivera es buena y, sin
duda, necesaria para el país. Pero Rajoy no es la persona adecuada y lo
sabe por más que se empeñe en seguir. Y lo que debió decir, consciente
de la realidad que le embarga, tras las elecciones del 20-D, fue la
frase mágica de: ‘yo no seré un obstáculo para la formación de un
gobierno estable y de amplia base en España’.
Mas del 70 % de los españoles han rechazado a Rajoy en las urnas del
20-D, por más que el PP resultara ser el partido más votado. Y además no
está en condiciones de negociar con los partidos a los que maltrató en
la pasada legislatura, ni de rectificar leyes antidemocráticas que él
mismo impulsó y aprobó, ni de acordarse ahora -¡a buenas horas!- de los
desamparados de este país.
Ni puede Rajoy continuar sin asumir las responsabilidades políticas
que le afectan directamente en varios casos de la corrupción del PP
(Gürtel y Bárcenas, ‘Luis se fuerte’). Y también está obligado asumir su
responsabilidad ante el Partido Popular, que lidera con sus maneras
despiadadas, por los muchos fracasos electorales del PP en Andalucía,
municipales, autonómicas, catalanas y generales que han hecho perder al
PP el inmenso poder del que disfrutaban a finales de 2011.
El tiempo de Rajoy se acabó y bien haría él en reconocerlo si además
tanto le preocupa España como dice, porque ahora el primer problema de
España es él y su empeño inútil de permanecer en el poder. Lo que no
logrará ahora ni el mes de mayo, en caso de que hubiera elecciones
anticipadas.
Y resulta sorprendente que Rajoy dijera que le parece ‘dudosamente
democrático’ que alguien pretenda la formación de un gobierno sin su
persona en la Presidencia. Lo que prueba el desconocimiento que tiene de
la democracia y del interés nacional. Ese problema debió de quedar
resuelto en la noche electoral donde debió anunciar su retirada.
Pero ¿qué más quiere? Lleva toda su vida en la política, 12 años en
el gobierno de España, 13 años como presidente del PP, ha fracasado en
las últimas cinco grandes citas electorales, tiene responsabilidades en
la corrupción y, como ‘el perro del hortelano’, ni puede gobernar por
falta de mayoría y de apoyos ni quiere que gobierne otro diciendo que
eso le parece ‘dudosamente democrático’. ¿No recuerda la ejemplar y
generosa dimisión de Adolfo Suárez, o la retirada de Aznar, su mentor,
al que ha tratado de muy mala manera? ¿Acaso no ha sido durante su
mandato cuando estalló el desafío secesionista catalán que él calificó
de ‘lío y algarabía’ o cuando se recortó la autonomía de la Justicia y
la libertad de expresión?
Nada, el presidente de España en funciones, Mariano Rajoy Brey, sigue
atrincherado en el búnker de la Moncloa a la espera de no se sabe qué
milagro. Puede que a ver pasar de una vez el cadáver político de Artur
Mas, cuando se convoquen nuevas elecciones en Cataluña, lo que sin duda
le reconfortará. O puede que Rajoy esté ganando tiempo a ver si también
cae Pedro Sánchez, apuñalado por Susana Díaz y su banda de ‘brutos’ y
conspiradores barones.
Pero y luego ¿qué pasa con España? Es inútil, Mariano Rajoy no tiene
más escapatoria que el adelanto electoral -si el PSOE y Podemos no
llegan a un acuerdo, lo que parece muy difícil- y en ese caso intentar
ser el eterno ¡por quinta vez! candidato del PP a elecciones generales.
Lo que sería un desastre para su partido y un pésimo final para él que
en ese caso, e imitando a Artur Mas, saldría de la política rodeado de
un rotundo fracaso y castigado por los ciudadanos tras dejar en pésima
posición a España y al Partido Popular.
(*) Periodista
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