Además del problema catalán que concita toda la atención del día hay
otros focos que merecerían más atención por sus consecuencias más o
menos inmediatas para el bienestar de los ciudadanos. ¡Es la economía,
estúpidos!, tras cinco años de recuperación (2013-18) y sin haber
recuperado lo perdido durante los seis años de Gran Recesión (2007-12)
se perciben riesgos de recaída, especialmente para las economías más
débiles, la española entre ellas. El gobierno reitera que no hay
problemas, que no hay signos de estancamiento, que los agoreros se
equivocan… pero no convence, más bien reedita la estrategia de Zapatero
del año 2007.
El profesor Hans-Werner Sinn es uno de esos economistas alemanes de
cejas altas que cree en la ortodoxia monetaria y el equilibrio del
Presupuesto, enseña en Múnich y ex miembro del consejo asesor del
ministerio de Finanzas alemán. Sus artículos crean opinión y levantan
polémica. Se última nota publicada en los medios esta semana advierte
que en los EEUU resucita el modelo económico de Reagan (mucho déficit,
bajadas de impuestos, subida de tipos, moneda fuerte… y efectos
colaterales peligrosos en otros países endeudados en dólares) y que
aquello acabó mal, especialmente para economías endeudadas y débiles, es
decir las del sur de Europa que tanto han inquietado siempre al doctor
Sinn. Por eso concluye su artículo con una frase llamativa: “es el aroma
de una tormenta que se avecina”. Puede equivocarse, no sería la primera
vez, pero sus argumentos son sólidos.
Al mismo tiempo la gerente del FMI en su informe anual de otoño
advierte que el mondo mundial de la deuda está en el punto más alto, más
que a comienzos de la crisis. Y fue la deuda el detonante de la Gran
Recesión, la deuda más que las crisis financieras, las burbujas y la
exuberancia bancaria, incluido Lehman, que fueron más consecuencias que
causas. La deuda es un problema por su magnitud y porque las palancas
monetarias para hacer frente a una recesión están agotadas. Ni los tipos
pueden bajar ni parece razonable que los balances de los bancos
centrales (la máquina de hacer dinero) pueden seguir imprimiendo y
engordando.
La tercera estampa de estos días se llama Italia y su gobierno
extremista, populista y antieuropeo. El Presupuesto que prepara y que
debe encajar en la zona euro supone hoy una amenaza a la estabilidad
europea y al futuro de la moneda. El Eurogrupo ha debatido estos días el
problema, aunque no estaba en la agenda de la reunión, y advierte a los
italianos para que no se extravíen. No lo dicen pero apuntan que Grecia
pasó por ese trance hace años con las consecuencias conocidas.
Pero Italia no es Grecia; ni puede recibir el mismo trato ni la Unión
Europea es capaz de rescatar y reconducir esa economía si deciden ir a
su aire. En ese caso la prima de riesgo se disparará, la desconfianza
aflorará y los italianos tendrán que pagar más por su deuda, que es
mucha y crece. Algo que no puede ser ajeno a los españoles porque el
riesgo de contagio (otra vez los cerdos del sur, incluso Francia cuyos
número no son buenos) es alto y una subida de tipos coloca el
presupuesto ante un semáforo en rojo que arruina la agenda
social-electoral del gobierno.
Si Zapatero perdió un bienio crítico (2006-08) negando la crisis, el
actual gobierno puede repetir el error con una apreciación errónea de
los riesgos actuales. La ministra de Economía conoce el paño;
probablemente ninguno de sus compañeros y compañeras de gabinete (con el
Presidente a la cabeza) sean conscientes. Alguien debía colocarles ante
el espejo de la realidad porque el invierno puede ser largo y el doctor
Sinn acierta en su intuición de tormenta. Señales las hay de sobra.
(*) Periodista y politólogo