En Abidjan,
capital de Costa de Marfil, ha comenzado la quinta conferencia
Europa-África, copatrocinada por la Unión Europea, con especial
atención a los problemas de la juventud europea. El presidente de
la Comisión, Jean-Claude Juncker, saludó esta reunión de más de 100
países situados a norte y sur del Mediterráneo, recordando que han
pasado diez años desde que esos países, bajo la iniciativa de la
Unión, lanzaron una “estrategia común”.
El
presidente del gobierno, Mariano Rajoy, declaró que en la crisis de las
migraciones irregulares, la prioridad de España “es salvar vidas
humanas”. La migración irregular hacia España ha tenido un fuerte
aumento en los últimos meses, tanto en números absolutos como en la
distancia a los puntos de desembarco, desde la provincia de Cádiz hasta
la de Murcia, e incluso a las Baleares. El presidente elogió la
colaboración que sobre esta materia tiene con Marruecos, Argelia,
Senegal y Mauritania.
Las primeras noticias sobre esta Cumbre no indican la existencia de
una estrategia bien articulada. Lo más aproximado a ese objetivo fue lo
dicho por el presidente francés, Enmanuel Macron, en una visita el día
previo a Burkina Faso, ante un gran grupo de universitarios de ese país,
poniendo bajo una misma perspectiva los problemas de desarrollo para
África y las implicaciones que para esa cuestión tiene la alta
demografía media de las poblaciones del continente, en vivo contraste
con los problemas que a los europeos les crean sus bajos índices de
natalidad.
Como trasfondo de ese cuadro se halla el efecto desestabilizador que
desde hace años está teniendo, en determinados electorados europeos, la
inmigración irregular de trabajadores y refugiados procedentes de
África. Esta parte de la cuestión es la que más preocupa a la canciller
Angela Merkel, como se desprende de sus primeras palabras en Abidjan. El
problema de la seguridad en torno a las relaciones euro-libias fue el
invitado de piedra. El litoral libio es el origen principal de la
emigración ilegal hacia Europa.
Antes de llegar a Abijdan, en Ouagadougou, la capital de Burkina
Faso, y ante un nutrido grupo de universitarios, el presidente Macron
les advirtió que “la solución no vendrá del exterior, ni tampoco del
status quo o de las viejas costumbres”. Vendrá por la educación, la cual
“será la prioridad absoluta del nuevo partenariado que yo os propongo”,
les anunció. ¿Cómo? Mediante la concesión de visados para estancias más
prolongadas en Francia, lo que ampliará en un millar el número de
estudiantes que podrán entrar cada año.
Merkel, en sus primeras manifestaciones, se atuvo a la cuestión que
más le preocupa de cara a la formación del próximo gobierno de
coalición: encontrar el punto justo entre sus imperativos éticos, que le
llevaron en 2015 a admitir en Alemania algo más de un millón de
refugiados, y los políticos, para no provocar con nuevas medidas
humanitarias a la extrema derecha, la cual, como reacción a su política
de refugiados en 2015, dio un salto alarmante en las recientes
elecciones generales (13% de los votos).
Este tema será un poco más contenciosos después de la “cumbre’ de
Abidjan. En efecto, el ministro de Exteriores, Sigmar Gabriel, del
partido socialdemócrata, dijo en un aparte que Europa debería ofrecer
varios cientos de miles de permisos de entrada, siempre que los
beneficiados se comprometiesen al retorno voluntario.
Más apegado al terreno se mostró el enviado de la
cristiano-democracia alemana Günter Nooke, quien dudaba de que eso
pudiera ser aprobado por un ministro del Interior. Los problemas
africanos, según él, no se solucionan con la inmigración a Europa, ya
que en 2050 la población africana habrá crecido, de los 1.200 millones
de hoy,a 2.400 millones. “Empleos, empleos, empleos, esa es la
cuestión”, sentenció.
La seguridad fue otro tema central de las discusiones. El Estado
Islámica ronda por Nigeria del Norte, y diversas formaciones yihadistas
siembran el terror y el desorden a lo largo y ancho del Sáhara.
La consistencia y la cohesión de las fuerzas nacionales que se les
oponen dependen del apoyo de unos pocos miles de soldados franceses y
800 militares de los Estados Unidos. Marruecos dispone de recursos muy
limitados, Argelia apenas colabora en asuntos de seguridad con
Occidente, Túnez casi no cuenta, y Libia es un agujero negro, tanto en
materia de seguridad para Europa como en materia de migraciones. Solo
Egipto es un activo.
El potencial económico africano es inmenso, pero es solo eso:
potencial. El continente guarda el 10% de las reservas mundiales de
petróleo, 40% de las de oro, 80% del cromo, y 30% de los recursos
minerales del mundo. Más una inmensa y creciente población joven. Y en
la otra cara de la moneda, África representa el 2% del comercio
internacional, 1,1% de las manufacturas, y 13% de los intercambios
interafricanos (datos de Magaye Gaye, consultor y presidente del partido
político senegalés “La tercera Vía”).
(*) Periodista