Dado lo proceloso de las relaciones
políticas y, en especial, las relaciones políticas internacionales,
cualquiera entiende que la embajadas son lugares con una gran
flexibilidad en el ejercicio de sus competencias. Con vistas en el
interés del país que se representa, no es conveniente delimitarlas
estrictamente para que puedan ajustarse a situaciones imprevistas.
Hay
que admitir que las embajadas, órganos políticos, dispongan de
discrecionalidad en la interpretación de sus funciones. Pero seguro que
entre estas no está la de dar albergue vacacional al ministro de
Exteriores y menos poner a su disposición medios públicos (coches,
chóferes) para ir de compras, de copas, de cenas o de lo que sea.
Conviene
recordar que los dineros que financian estas dedicaciones no proceden
de la embajada. Proceden del Estado; o sea, de todos. Somos los
contribuyentes quienes financiamos estos dispendios y, en general todos
los gastos producidos por la infinita serie de casos de corrupción
directa o indirecta, o de abusos de poder, o de uso indebido de los
recursos públicos. Los ciudadanos deben entender que, cuando se produce
un caso de estos es como si el gobierno les metiera personalmente la
mano en el bolsillo.
Con
estas autoridades es imposible saber si Dastiz dimitirá o no.
Probablemente, no. O quizá se haga como con dos ex-colegas suyos de
gabinete, Wert y Soria quienes, pillados en un caso de financiación poco presentable de unas vacaciones con cónyuges, dimitieron al poco tiempo, pretextando otros motivos.
Insisto,
mientras la ciudadanía no entienda que exigir una recta y trasparente
gestión de los dineros públicos, y responsabilidades cuando no se hace
no solo es un derecho sino un deber, los corrruptos seguirán ganando
elecciones.
155, fuera
Llegará el 1/10 y el gobierno seguirá
sin saber qué instrumento jurídico puede aplicar para resolver la
cuestión catalana porque, aunque él se empeñe, esa "cuestión" no es
jurídica, sino política. Y de eso, de política, el gobierno entiende
poco.
Cualquier
estratega de medios pelos hubiera aconsejado a los gobernantes no
prescindir de antemano del 155, dadas las circunstancias. No se gana
nada pues el adversario ya ha advertido que no reconocerá ninguna medida
represiva española. En cambio se pierde mucho porque, si de verdad see
prescinde de él, se da ventaja al adversario y, si no se va a cumplir el
propósito, se quedará como embustero o incapaz de mantener una línea
fija.
Lo más probable es que la renuncia al 155 se deba a un nuevo y maquiavélico plan ideado por el think pan en torno a la vicepresidenta del gobierno, luminaria de la caverna y que funcionará tan bien como los anteriores.
La constelación de la izquierda
Hay una convicción generalizada de que
en las competiciones electorales, la opción que se presenta unida gana y
pierde la que se presenta fraccionada. Es una convicción que comparte
la izquierda a pies juntilla razón por la cual está siempre clamando por
la unidad… al tiempo que se fractura. Pues son dos opciones
básicamente, la derecha y la izquierda, que se habían materializado en
la hegemonía de los dos grandes partidos dinásticos. El PP hegemonizaba
la derecha y el PSOE la izquierda, con la excepción del pequeño
porcentaje de irredentos de IU, herederos de los viejos comunistas. Por
eso, el bipartidismo fue siempre un bipartidismo imperfecto.
Y
no solo imperfecto, sino con tendencia a la perpetuación. Al fin y al
cabo quienes recientemente desafiaron el bipartidismo, los de Podemos,
bien claramente decían que iban al sorpasso, esto es, a la
aniquilación del PSOE a fin de llevar ellos la hegemonía de la izquierda
y continuar con el bipartidismo. Fue necesario rechazar un gobierno de
coalición con PSOE y C’s, ir a unas segundas elecciones en alianza con
IU y perder un millón de votos, para que empezara a vislumbrarse el
enésimo triste fracaso de este empeño de revitalizar el comunismo o algo
que se le parezca.
El resurgimiento del PSOE tras las primarias tiene un significado poco comentado que explica cómo se ha producido ese ritorna vincitore
de Sánchez. Se ve considerando el resultado de las primarias como un
proceso de regeneración del partido. La contundente victoria de Sánchez
no lo fue sobre una contrincante personal sino sobre una forma de
entender y hacer la política y, por supuesto el propio PSOE. La derrota
lo fue de un PSOE entendido como una especie de PRI andaluz, adornado
con todo tipo de prácticas clientelares y caciquiles.
El
beneficio para Sánchez es que él aparece ahora liderando un PSOE
regenerado, al margen de aquellas prácticas, recupera el crédito y ocupa
la centralidad política. Al respecto el empecinamiento de la dirección
del PSOE-A y de Susana Díaz en concreto de constituir en “oposición
interna” en el partido trae agua al molino de Sánchez, pues le permite
marcar distancias con un modelo de gobierno y partido que no solamente
no ha dado los resultados previstos en 40 años de gestión, sino que se
encuentra procesalmente acogotado.
La
recuperación del PSOE y la conflictiva realidad de Podemos están
provocando movimientos en la izquierda que, no por ser esperables,
suscitarán menor controversia. El obvio, el partido Actúa,
promovido por Llamazares, Garzón, Mayor Zaragoza y así hasta doscientas
personalidades que buscan un acomodo para dar cumplimiento a aquello que
piden a los demás, actuar; pero ya avisan de que solo lo harán (esto
es, solo se presentarán a las elecciones) en coalición con otras fuerzas
de la izquierda.
En
cualquier universo hay soles, planetas, satélites, asteroides,
estrellas, enanas blancas, agujeros negros, etc. En el político,
también. Este partido tiene un aspecto insólito, pues parece una
constelación de soles. Personalidades a las que suele llamarse
“referentes” de la izquierda pero que no militan en partido alguno ni
tienen seguidores en cantidades apreciables. Por eso han constituido su
partido, con ánimo de integrarse en una formación más sólida y amplia
que, a todas luces, solo puede ser el PSOE.
La
inscripción del partido es para tener algo que poner sobre la mesa a la
hora de negociar posiciones en las listas electorales que, en el fondo,
es de lo que se trata. Estos referentes de la izquierda descubren que
tienen escasa audiencia por sí mismos. Necesitan la caja de resonancia
de las instituciones. Y a las instituciones solo se llega a través de
los partidos. De ahí que la negociación sea vital porque, si no se
logran posiciones de primera y se aceptan puestos de diputados del
montón, no tendrán visibilidad En la negociación se ofrecen nombres que
traigan votos a cambio de puestos que traigan nombre.
Digo
que el PSOE es el partido más probable de estos navegantes solitarios
porque la reacción de IU al movimiento del partido de los actores, a
cargo de Antonio Maillo, coordinador general de Andalucía de IU, ha sido la esperable.
Rayos y centellas contra un excoordinador desleal y felón cuyo
objetivo, aparte de pasarse al PSOE sin más, es destruir IU, cosa que no
podrá, afirma muy enfadado el diputado andaluz.
Las
deslealtades anteriores que suelen siempre mencionarse como rol de la
felonía son casos como los de Rosa Aguilar, López Garrido, Antonio
Gutiérrez, Cristina Almeida, etc., a quienes se achaca una línea común
en su táctica de paso al PSOE en dos tiempos. Se aglutinan primero en
una organización-pasarela para integrarse después en el partido, con
algo más de gallardía, piensan ellos, que si hicieran fichajes
personalizados.
La
Izquierda Abierta de Llamazares tenía esta función. Al no integrarse él
por esos pruritos típicos de la izquierda, ha acabado fundando un
segundo trampolín, lo que de inmediato le ha valido las iras de IU en
donde lo consideran un fementido traidor. Si pudieran, lo excomulgarían.
La izquierda tiene la manía de personalizarlo y dramatizarlo todo y,
por tanto, de ridiculizarlo.
Y no merece la pena recordar el otro escollo en el que las izquierdas españolas (y, en buena medida, las catalanas) se enredan y enzarzan sin encontrar la salida: Cataluña. Todo el sistema político que la izquierda española ha acabado aceptando más o menos críticamente como legítimo se viene abajo si Cataluña se independiza.
Y no merece la pena recordar el otro escollo en el que las izquierdas españolas (y, en buena medida, las catalanas) se enredan y enzarzan sin encontrar la salida: Cataluña. Todo el sistema político que la izquierda española ha acabado aceptando más o menos críticamente como legítimo se viene abajo si Cataluña se independiza.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED