Lo llevan en la sangre. No pueden
evitarlo. La diosa Eris habita en la izquierda. Unos lo atribuyen a su
prurito crítico. Nunca está conforme con nada. Otros, a una pulsión
oscura, dionisiaca, destructiva que le hace odiar la posibilidad del
triunfo. Otros, en fin, a un irremediable personalismo y narcisismo de
sus líderes que los llevan a disfrazar de discrepancias ideológicas
puras rencillas de preeminencia. Pero es así.
Garzón,
ese joven líder, el mejor valorado popularmente, es breve en años pero
largo en experiencia. IU es un auténtico campo de entrenamiento en
supervivencia. Y su experiencia le aconseja evitar a toda costa el
frente de liberación de Judea. No parece percatarse de que, por el hecho
de mencionar la posibilidad, contribuye a su realización, por aquello
de la "profecía que se autocumple". O quizá sí se percate. Esto es la
izquierda. Incluso ha dado un paso decisivo al poner nombre propio a la división, Iglesias/errejón. También
es posible que esté sacándose la espina del enfrentamiento con el
segundo a raíz de los resultados de las elecciones del 26J. En la
izquierda plural se puede ser plural, pero no ejercer.
A
esta tensión viene a añadirse la pérdida de identidad de Podemos en En
Marea en Galicia. Obstinarse en prevalecer frente a una marea era vana
pretensión, pero el resultado plantea un problema de visibilidad e
identidad del proyecto alarmante. Y sobre esto, el oscuro asunto de los
supuestos acosos sexuales en algún círculo de Madrid. Un asunto sobre el
que recae un sospechoso silencio oficial que induce a pensar lo peor de
una organización que apesta a patriarcado. Eso, sí, muy popular.
En
la otra vertiente de la izquierda, el PSOE, a lo tonto a lo tonto, se
está dando una situación excepcional, casi como un parto. Las continuas
injerencias de los jubilados de oro, sus pomposos discursos, su pavoneo
como hombres de Estado, se han encontrado con una resistencia firme del
aparato del partido, de sus bases y de sus votantes. Sánchez, un líder
debilitado desde el principio, casi de carambola, que ha seguido
perdiendo votos y no tiene respaldo de las fuerzas de la fronda
autonómica, se ha erigido en símbolo de esa resistencia, ha sacado
fuerzas de flaqueza y aprovecha la coyuntura de que el PSOE es el
partido de la centralidad, el que todos necesitan y, por lo tanto, el
más fuerte. El partido fortalece a Sánchez y Sánchez fotalece al
partido. Es un caso de simbiosis política.
Situación
excepcional, de parto. El PSOE del NO es NO puede liderar una política
de regeneración democrática. Y, por supuesto, está obligado a abrir
negociaciones con la Generalitat para encontrar una solución distinta a
la del NO es NO de la derecha que solo se refiere a Cataluña. Otra cosa
es que lo consiga. Si en el PSOE triunfa el NO es SÍ, entregará el
gobierno de España al que ya ha fracasado. Cuatro años más tarde, el
peligro del sorpasso puede haberse convertido en una realidad. Dependerá de Podemos. Solo de Podemos.
España es diferente
Pablo Casado, el petimetre que ha
sustituido a Carlos Floriano, reclama de Sánchez "sentido de Estado".
Albert Rivera invoca el superior "interés de España". Felipe González
pretexta la estabilidad para dejar gobernar a Rajoy "aunque no lo
merezca". El País, con un ojo en sus finanzas, pide responsabilidad a Sánchez para que España tenga un gobierno, su gobierno.
Responsabilidad,
estabilidad, interés de España, sentido de Estado. Palabras
altisonantes. Graves conceptos. Nobles ideales. ¿Referidos a qué?
A
un partido procesado por los jueces por llevar años repartiendo entre
sus dirigentes sobresueldos con cargo a una contabilidad ilegal, opaca. A
una organización muchos de cuyos miembros están también procesados o
condenados en firme por saquear sistemáticamente las arcas públicas a
base de todo tipo de presuntos delitos. A un presidente, sistemático
cobrador de esos sobresueldos, cosa que llegó a admitir en una sonada
comparecencia parlamentaria a cuenta de Bárcenas y cuando aún decía
estar convencido de que cobrar esos sobresueldos era lo lógico porque es
lo que se hace en las empresas. Pues, para estas gentes, el partido y
el gobierno son eso, empresas, cuya finalidad es ganar dinero.
Cómo se reparta ese dinero lo decide el empresario, quien empieza por
quedarse más que su congrua parte.
El
interés de España, el del Estado, la responsabilidad y la estabilidad
¿exigen que el partido imputado, con sus dirigentes en varios momentos
procesales, gobierne el país que ha destrozado? ¿Hasta ese punto llega
la abyección de tan amplios sectores de la opinión? ¿Hasta ese punto
llega su claudicación ante el obvio chantaje del presidente de los
sobresueldos? ¿Es tal su sumisión que aceptan hacer presidente del
gobierno a quien no tiene apoyos voluntarios, no tiene programa y no
tiene palabra?
Pues
claro que España es diferente. En cualquier otro país democrático ya se
hubiera obligado educadamente al de los sobresueldos a retirarse y se
estaría organizando un gobierno alternativo, con las izquierdas y los
nacionalistas, cuya función sería sacar al país del hoyo y regenerar su
democracia, cosa nada fácil a la vista del grado de corrupción. Pero si
España es diferente, también lo son las izquierdas, a fuer de muy y
mucho españolas. Y es posible que no pueda constituirse ese gobierno
alternativo porque ambas izquierdas se detestan profundamente. En tal
caso, en cualquier otro país se procedería a las terceras elecciones.
Malo es, pero mucho peor permitir el gobierno de quien no lo merece.
Contra
las terceras elecciones suele aducirse la previsión de que darán
mayoría absoluta al PP, el de los juicios. Es posible. También lo es que
den esa mayoría absoluta a la izquierda o permitan alguna otra
combinación. Y, en todo caso, saldremos de dudas y cada cual podrá
actuar con mayor seguridad.
Lo
más llamativo y más aumenta esa sensación de ridículo de las terceras
que Rajoy atiza sin piedad es que vayan a ellas justo los mismos líderes
que perdieron las dos anteriores. Sí, en efecto, es ridículo. Tanto que
podrían trasmitir sus declaraciones de campaña en play back,
ahorrándoles voz y poniendo lo mejor de sus arengas anteriores. Es muy
ridículo, en efecto. Sin embargo, piensen ustedes en el espectáculo que
darían sus respectivos sustitut@s si consiguen identificar algun@.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED