Vaya por delante mi felicitación a la
Federación de Asociaciones de Vecinos de Cartagena y demás
organizaciones organizadoras de la manifestación SOS Mar Menor, en
Cartagena, que pasará a la historia como la mayor, hasta la fecha, de
las celebradas en nuestra región, superando todas las previsiones y con
un desarrollo ejemplar sin incidente alguno, lo que demuestra el civismo
en estado puro de nuestra gente y que dice mucho y bueno de nuestra
sociedad civil.
En el tiempo
transcurrido después ha corrido mucha tinta y no pretendo ser original.
Hago mías expresiones que independientemente de su origen han dejado
sentado el significado de aquella efemérides: «Un nuevo despertar de la
conciencia ciudadana que ha dicho ¡basta! ante tanto engaño», «los
ciudadanos de esta Región no están dispuestos a pasar una», «a qué
camino nos conduce la indiferencia», «hemos madurado, ya no toleramos ni
el maltrato ni las insensateces»...
Incluso resultan incuestionables
conclusiones con respecto a los pasos a dar en el sentido de que «los
que han sido parte del problema no pueden ser parte de la solución?
todos estos políticos que han negado los problemas, que no han cumplido
las normas que ellos mismos aprobaban, que no hacían caso a los
científicos, no pueden gestionar la solución al Mar Menor».
Sería
un error pensar que aquella eclosión, aquella marea humana, fuera flor
de un día y que pronto la sociedad de esta región volvería al estado de
adormecimiento e indiferencia que ha caracterizado las últimas décadas.
Tan claro lo tenía nuestra clase política, no sólo la gobernante, que
aquella tarde se mostró dispuesta a unirse a la manifestación pero
abandonó pronto el intento ante las muestras de rechazo de los
manifestantes. No era el momento ni el lugar, pues la verdadera
protagonista era una sociedad civil que demandaba y quiso dejar claro su
rasgo fundamental: la independencia de todo partido político.
Y
si este carácter es inequívoco y permanente en toda circunstancia, era
necesario subrayarlo aquel día, pues era la clase política y gobernante
frente a la que la ciudadanía se manifestaban, porque era ella la
responsable principal del ecocidio por su inacción, su complicidad, su
connivencia y sus engaños.
Sin
embargo, lejos de recoger el mensaje del pueblo, nuestros gobernantes
no tienen pudor alguno en tirar balones fuera, manipular en los medios,
faltar de nuevo a la verdad, aunque tan sólo fuera por tan reciente
aviso ciudadano y la cercanía del 10-N, en que nos llaman de nuevo a las
urnas.
El último ejemplo acaba de producirse en el ayuntamiento de
Murcia, cuyo alcalde, José Ballesta, el otrora magnífico rector de la UMU,
el florido y conmovedor orador y mantenedor de eventos pseudoculturales
en beneficio electoral, no ha tenido inconveniente en pasar a la
Historia como el alcalde de la ciudad que entregó las pedanías de su
municipio a la ultraderecha; y no porque tales pedanías hubieran votado
en tal sentido (única justificación en una sociedad democrática), no
porque lo hubiera querido así el barrio o la pedanía, sino obedeciendo a
pactos secretos de reparto de poder y de sillones entre la derecha pura
y dura que representan PP y Vox y el partido blanqueador de la
corrupción en que se ha convertido Cs.
Porque, sépanlo los lectores, en
La Alberca, San Pío X, Aljucer, Guadalupe, La Albatalía son alcaldes
pedáneos el único, los únicos vocales, uno por pedanía, que Vox ha sacado
en ellas, no porque sus vecinos los hayan votado mayoritariamente.
Y
es que quienes ha gobernado en esta región durante décadas siguen
creyendo necios y sumisos a los murcianos, tal vez alentados por unos
muy cuestionables resultados de encuestas recientes, olvidando
prontamente el varapalo que debió suponer la manifestación SOS Mar Menor
para cualquier gobernante medianamente democrático.
En
la medida en que puedo ser portavoz de una lucha ciudadana
independiente de consignas de ningún partido, pacífica y no violenta,
solidaria y mirando los intereses generales de los vecinos (la del
Soterramiento de las Vías en Murcia) permítanme que les recuerde que
frente a quienes ostentan el poder, las luchas por nuestros derechos no
pueden ser aleatorias, ni flor de un día ni de la causalidad o de la
arbitrariedad, que es lo que ronda la cabeza de nuestros gobernantes:
«Ya se cansarán y se olvidarán», sino que deben ser fruto de la
coherencia, la constancia y la perseverancia. Sólo así nos haremos oír y
seremos respetados por nuestros gobernantes, que deberían ser, y no lo
son, nuestros representantes.
No
desaprovechemos la ocasión que nos brinda votar el 10-N para exigir a
nuestros políticos que no pueden olvidar a los 100.000 ciudadanos que el
30 de octubre nos manifestamos en Cartagena, que de ninguna forma las
cosas pueden seguir como si nada hubiera ocurrido porque la sociedad
civil por fin ha despertado en nuestra región y el clientelismo político
ha llegado a su fin.
Por nuestra parte no tengamos miedo al cambio,
seamos conscientes de que, como dice la Constitución en su artículo 39,
la soberanía nacional reside esencial y originariamente en el pueblo.
Todo poder público dimana del pueblo y se instituye para beneficio de
éste. El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o
modificar la forma de su gobierno.
No
permitamos que los corruptos y los que han gobernado de espaldas a los
intereses generales de nuestra región se vayan de rositas. Está en
nuestra mano. Votemos el día 10 de noviembre, pero hagámoslo con ilusión
porque tenemos el derecho a ser oídos por nuestros gobernantes. Votemos
con la cabeza y olvidemos la sumisión sentimental a ningún partido ni a
ninguna ideología. Votemos en verdadera libertad.
Si no, el nuevo
despertar que algunos creímos ver el 30 de octubre bajo la bandera de
SOS Mar Menor será una ilusión vana que la indiferencia de los
ciudadanos de esta región ha tirado por la borda.
(*) Presidente de la Plataforma Pro-Soterramiento en Murcia