Minuto 93. Poste.
España se encamina a unas nuevas elecciones, las cuartas elecciones generales en cuatro años, con Albert Rivera en
el estribo de la próxima mayoría parlamentaria. El billete lo compró
ayer, en medio de un fenomenal embrollo. El hartazgo de la gente es
enorme.
Con su número de última hora, que por la tarde aún quería
prolongar, Rivera ha querido asegurarse un puesto en el estribo. Si el
bloque de Sevilla y Madrid consiguiese la mayoría absoluta –objetivo
difícil pero no imposible–, Ciudadanos tendría un lugar destacado en el
Gobierno de las tres derechas. Si vence el PSOE, el partido de Rivera
también formará parte de la mayoría parlamentaria, bajo el formato que
en aquel momento se determine. El billete ya está comprado.
No habrá pacto de izquierdas en España a finales de año,
aunque los números vuelvan a hacerlo posible en noviembre. En la actual
fase de reajuste del desorden internacional, mientras los drones
revientan refinerías en Arabía Saudí y se dispara el precio del
petróleo, mientras acecha la recesión en Alemania y España acumula una
deuda pública equivalente al 100% del PIB, mientras la consigna del G-7
reunido en Biarritz sea la de acotar aventuras y extremar prudencias, en
España no habrá coalición pro gasto público intensivo.
No habrá frente de izquierdas con auxilios catalanes y
vascos. No lo ha habido nunca desde 1977. La única conjunción
parlamentaria que se aproximó a esa fórmula fue la primera mayoría de José Luis Rodríguez Zapatero, entre el 2004 y el 2008, con un PSOE que alcanzaba los 164 escaños. Arquitecturas de Pasqual Maragall, Joan Puigcercós y Josu Jon Imaz.
Otros tiempos. No habrá conjunción a la portuguesa o a la valenciana
mientras el movimiento situado a la izquierda del PSOE no supere los
cuarenta diputados.
En última instancia, la repetición de elecciones
obedece a ese designio estratégico. Estamos ante una descarnada maniobra
de ajuste de la correlación de fuerzas que ganó la moción de censura a Mariano Rajoy. Abril va a ser sometido al torno mecánico. Vamos a un gobierno Biarritz.
Minuto 93. Poste y bronca.
Con su movimiento corsario de última hora, Rivera ha
querido salvar la cara (las encuestas no son buenas) y comprar billete
preferente para la próxima legislatura. Aunque tarde y mal, Rivera ya se
ha colocado en la posición que le exigían Emmanuel Macron y Manuel Valls. Ya está cerca de la ubicación que le reclamaba Luis Garicano. El paso ya está dado. Ahora hay que pulirlo.
Sánchez no ha podido permitirse una incierta negociación de
última hora con Ciudadanos, puesto que puede perder un buen puñado de
votos por la izquierda, imprescindibles para el plan A: la repetición de
elecciones.
¿Lo recuerdan? “¡Con Rivera, no!”, gritaban los
simpatizantes del PSOE durante la noche del 28 de abril. Gracias a esa
gente, Sánchez recuperó la secretaría general del partido. Con esa gente
no puede romper. Ha de conservar esos apoyos y pactar con un Rivera
debilitado. Estimado Albert, nos vemos en noviembre.
El guión es casi perfecto pero ha tenido notables errores
interpretativos. Una mala obra de teatro. El enfado de la gente es tan
grande que convierte los resultados del 10 de noviembre en un enigma.
(*) Periodista y director adjunto de La Vanguardia