¡Vaya castaña que ha vuelto a darse la demoscopia británica! Las
empresas están desconcertadas y están ya haciendo lo que mejor saben
hacer los británicos, declararse desolados.
Un terremoto, un cataclismo y ni lo habían olido. Mucha Palinodia va a
escucharse ahora. Pero eso está bien. Obligará a perfeccionar el
instrumental, quizá a emplear más a fondo los datos de las redes.
Miliband,
Clegg y Farage, puerta de salida. Sana costumbre británica esta de
dimitir cuando no se ha conseguido lo que se pretendía. Cada uno tiene
su historia. Miliband cierra un ciclo del laborismo que ha fracasado en
su intento de formular una doctrina socialdemócrata distinta de la
melopea social-neoliberal de la tercera vía. El señor Clegg ha
sido el oscuro sepulturero del liberalismo pues a él mismo la gente lo
ha conocido el día de su dimisión. Y lo de Farage es tan de guiñol como
el propio personaje. Que el país que se apresta a hacer un referéndum para salir de la Unión Europea niegue el escaño el diputado más eurófobo no tiene sentido alguno.
El
drama de este inesperado resultado parece ser el anunciado referéndum
sobre la Unión Europea. Ya se sosegarán los ánimos. Estar fuera de la UE
es una vieja aspiración de muchos británicos, los que suspiran por la
vieja Asociación Europea de Libre Cambio. Eso forma parte del guión. El
problema ahora será Escocia. Las elecciones han dejado Gran Bretaña
dividida en dos: Escocia con 56 escaños de 59 para el Partido
Nacionalista Escocés y el resto, Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte
para el Partido Conservador, el Laborista y otros menores.
Los
nacionalistas escoceses están buscando una justificación para convocar
un nuevo referéndum de autodeterminación. Uno acerca de la pertenencia o
no del Reino Unido puede proporcionarla.
Pero
eso es en Europa. Aquí, la lectura del efecto Cameron es distinta.
Sáenz de Santamaría compara a Rajoy con el inglés y vaticina que, como
este, vencerá a las encuestas
porque la gente acabará percibiendo la mejoría económica y la salida de
la crisis. Efectivamente, tal cosa puede pasar. Ha pasado en el Reino
Unido, ¿por qué no aquí?
Además,
las encuestas no le son tan desfavorables: suelen dar una mayoría
absoluta a una coalición PP y Ciudadanos. El bloque de la izquierda, más
fraccionado y bastante peor avenido en su interior, no la alcanza.
Ni
parece que vaya a alcanzarla. A menos que haga algo por conseguirla,
por ejemplo, presentar una moción de censura para la que este gobierno
ha reunido ya todas las papeletas. Y lo único que obligaría a clarificar
esta ponzoñosa situación en la que se pretende que la gente crea en la
recuperación cuando ve que hay una pandilla que lleva veinte años
llevándoselo crudo en forma de sobresueldos, Gürteles, Bankias, Púnicas,
etc.
De
no plantear la censura, lo mejor que puede hacer la oposición
mayoritaria es confiar en que también Sánchez, como Cameron, dará la
vuelta a las encuestas.
Por si acaso, los dos partidos dinásticos podían poner una vela a san Judas Tadeo, patrono de los imposibles.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED