Malos augurios. Quienes leen el futuro han interpretado las imágenes. Una diputada (Adriana Lastra/PSOE) cayendo por las escaleras que dan acceso a la tribuna de oradores, convertida en circuito de votación.
Dos electos (Marcos de Quinto/Ciudadanos y Luis Gestoso/Vox) zarandeándose por pretender el mismo escaño cual alumnos el primer día de clase antes de la distribución oficial. El presidente de la mesa de edad (Javier Zamarrón/73
años) –con barbas a lo Valle-Inclán– disculpándose por la incapacidad
de los políticos de formar Gobierno y tener que repetir el mismo
ceremonial solo seis meses después.
Una de las secretarias de la misma
mesa provisional (Marta Rosique/23 años) priorizando la
lista de los políticos condenados a los 350 flamantes congresistas. Un
centenar de señorías jurando o prometiendo el cargo con fórmulas
alternativas y aditivos variados. Extraña macedonia. Poco bueno se puede esperar, advierten.
Añadámosle a la ensalada los lamentos, las advertencias y
amenazas de elevar a la Junta Electoral el zafarrancho protocolario por
considerarlo «vergüenza, bochorno, oprobio e indignidad». Versos libres
que los ortodoxos quisieran prohibidos invocando siempre a una
democracia que, de estar tan tutelada como pretenden, dejaría de serlo.
Así lo ha sentenciado en un par de ocasiones, y por el mismo asunto, el
Tribunal Constitucional al que, haciendo oídos sordos, los mismos
derrotados invocan de nuevo en vano. Los peores pronósticos se
multiplican.
Pero hay más. La imaginación desatada del guionista nos presenta
un panorama político digno de las tramas más complejas y de difícil
digestión.
Este mismo Congreso de la 14ª legislatura está altamente fragmentado.
16 formaciones representadas en unos escaños ocupados por 12 mujeres
menos que hace medio año (de 166 a 154), detalle que conlleva una
sobredosis de testosterona proporcional al aumento de jinetes salvadores
de patrias.
Una Cámara donde, como sabíamos, el eslogan de lo propio
puede más que la razón de lo colectivo, la descalificación se sitúa antes que el argumento y
el griterío vulgar se sobrepone al silencio respetuoso.
Y además, será
el legislativo el que controlará al probable primer Gobierno de
coalición de la democracia restaurada. De las izquierdas que, por más
señas, constituyeron el Frente Popular. Ahí es nada.
La presidenta
Mezclémoslo todo, busquemos una profesional intrépida pero discreta que procure aderezarlo adecuadamente y aparece Meritxell Batet (Barcelona 19/3/73).
La renovada presidenta del Congreso se
costeó parte de sus estudios tras las barras de Bikini y Nick Havana.
Noches de glamur barcelonés que para ella eran de trabajo con el que
paliar los problemas económicos familiares.
«Me pagaban mejor sirviendo
JB con Coca-Cola que dando clases», ha recordado con recato. Y de
aquella experiencia le queda la mano izquierda con la que tratar a pelmazos, machistas, provocadores y liantes. La misma zurda utilizada para zafarse del partido del que nunca fue sumisa ni
ha seguido siempre su disciplina de voto. Al contrario. Sancionada dos
veces por anteponer sus principios a las órdenes. Una, por votar contra
Rajoy cuando no se debía. Otra, por defender el derecho a decidir de Catalunya antes
de que el PSC se retractara de ello.
Quizás por eso la siguen acusando
de cómplice del independentismo al permitir actos de conjura contra la
Constitución.
A ella, que de becada ascendió a profesora de la materia
mientras superaba la desolación del desahucio familiar. Después,
diputada y ministra. Y así, la tímida aspirante a bailarina procurará
que algunas de sus señorías se disciplinen aunque sea practicando plié y
relevé para evitar que se comporten como cisnes negros en el estanque
dorado.
Batet ante una legislatura frágil
Meritxell Batet se enfrenta a la dura tarea de controlar un Congreso
díscolo. Una mayor fragmentación y la radicalidad de la oposición
indican la dificultad de una legislatura que anuncia poca solidez y
mucha fragilidad.
Si le añadimos el primer posible Gobierno de coalición
y de izquierdas de la historia reciente de la democracia renovada
apoyándose en probables votos independentistas, la sombra de la segunda
República se les aparece a unos para combatirla y a otros para promover
la tercera. Es la fuerza del destino que deberá combatir una sólida y
discreta superviviente.
(*) Periodista