Entre los misterios de Udolpho de la URJC a cuenta de doña Cristina Cifuentes y el gran robo del siglo
según el calendario gurteliano, se nos había olvidado que otra idea de
esta banda de presuntos malhechores había sido la de disfrazarse de
partido político.
Olvido imperdonable dado que es la clave de su
negocio: una banda dispuesta a esquilmar España bajo la forma de un
partido político, de un gobierno, una mayoría parlamentaria (relativa
pero, de hecho, absoluta), unos jueces y otras mesnadas. Imposible
hacerle frente porque esa banda dicta las leyes, tan omnímodamente que
las cumple cuando quiere y, cuando no, las cambia; como cambia de juez
cuando el juicio no le agrada, según observa agudamente Ignacio Escolar.
Un
partido político tiene ritos. De vez en cuando, un congreso, una
conferencia, una convención, o sea una reunión para verse, contarse y
hablar... ¿de qué? El PP no tiene programa, sino argumentarios que
reparte entre sus voceros mediáticos; no tiene ideario, salvas las
sinsorgadas que balbucea su presidente; no tiene proyecto, salvo el de
salir bien parados en sus procesos judiciales. ¿De qué van a hablar? De
nada que no sea cómo salvar el pellejo en este escándalo, aquel pufo,
tal estafa o esta otra querella.
Y la fórmula empleada con gallarda donosura por la dama manchega Dolores (a) Cipollino
es la del cierre defensivo de filas en torno a "los nuestros", haya
hecho lo que hayan hecho. San Agustín dice con tino que hasta las bandas
de ladrones están interesadas en que haya legalidad, al menos en su
interior, para no estar robándose también entre sí. Se adelantaba en
muchos siglos a la omertá mafiosa. En el caso del PP, este principio de paz interna se postula con la habitual energía de Cospedal.
Energía de espíritu legionario, que Cospedal ha bebido en las procesiones de la SS. El punto cuarto del credo legionario, redactado por Millán Astray, el de ¡Viva la muerte!": el Espíritu de unión y socorro: a la voz de ¡A mí La Legión!, sea donde sea, acudirán todos y, con razón o sin ella, defenderán al legionario que pida auxilio. Con
razón o sin ella. ¿Queda claro? Todos los estamentos del país pueden
esperar la dimisión de Cifuentes, pero no se producirá porque desde el
gobierno con M. Rajoy, el de los sobresueldos, hasta el último concejal
de la Púnica o la Médica o la Bética o la Délfica, protegen a la
presidenta con razón o sin ella.
Espíritu
más que legionario. Cospedal levanta "amarga" constancia de que los del
7º de Caballería están solos y aislados. Rodeado por las tribus indias
de los Lakota, Cheyenne y Arapaho, el general Custer/Cospedal avisa de que no se dejarán avasallar. Last stand en
la batalla de Little Bighorn donde los yanquies perecieron a manos de
los guerreros de Caballo Loco y Toro Sentado, entre otros.
Los
jueces siguen haciendo de las suyas, metiéndose en camisas de una vara
(con eso ya se pierden) a trompicones con las normas, los usos, las
convenciones de la justicia europea y dejando cada vez más en ridículo a
la justicia española que Cristina Cifuentes a su alma mater. La prensa
alemana está pidiendo a gritos una mediación o intervención
internacional en España. Y es lo más sensato que cabe hacer.
Esta banda de corruptos e incompetentes va a morir con las botas puestas, título
que llevaba la peli de Raoul Walsh sobre la batalla de Little Bighorn,
con Errol Flynn como Custer/Cospedal. Los jueces españoles calibran si
inhabilitan o no a un puñado de políticos catalanes. Más les valiera
inhabilitar cuanto antes a toda la clase política española,
especialmente al B155 antes de que del país quede lo que quedó del
templo de Salomón. Claro que entonces tendrían que inhabilitarse a sí
mismos.
Hagan lo que quieran. En Europa han perdido ustedes todo crédito.
En
la República Catalana corresponde investir presidente a Carles
Puigdemont, legítimo representante de Catalunya en las negociaciones que
habrán de celebrarse bajo patrocinio y vigilancia europeas.
Magnífico vídeo de Ómnium cultural que traslada el impacto personal que
puede tener el proceso de fascistización del Estado español.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED