Dice el
refrán que, cuanto más grandes son, más ruido hacen al caer. Este viejo
adagio se puede trasladar a la Economía internacional, pero en este
ámbito el desplome de los colosos no sólo provoca estrépito, sino
también un efecto arrastre que hace que otros caigan. Grandes y
pequeños, ricos y pobres, emergentes y del primer mundo. Sí, estamos
hablando de China, que está hinchando no una, sino dos burbujas cuyo
estallido podría volatilizar las alas del dragón, asolando de paso
continentes enteros.
Por
un lado, el descontrol inmobiliario está generando un exceso de
stock similar al que había en España antes del estallido de la
crisis, solo que a una escala mucho mayor. Pueblos vacíos y barrios
desiertos demuestran que existe un exceso de oferta que ya ha
provocado una abrupta bajada de los precios.
¿Recuerdan el
desolador paisaje de grúas abandonadas y ciudades fantasma que nos
dejó la crisis? El compendio de barbaridades urbanísticas que
salpican la geografía china parece una réplica anabolizada del
nuestro, pero ornado con unas ínfulas hortera-megalómanas que
recuerdan al Holywood de cartón piedra.
La varias veces
milenaria tierra de los emperadores está jalonada de proyectos
inmobiliarios fallidos con los que se podría escribir una
antología del disparate. Se puede citar como ejemplo Tianducheng,
una réplica de París levantada en medio de los arrozales cuyos
únicos habitantes son el personal de mantenimiento; o el distrito
fantasma de Yujiapu, en su día llamado a ser la ‘Manhattan’ de
oriente, cuyas calles parecen sacadas de un episodio de ‘The Walking
Dead’.
A esta burbuja inmobiliaria se suma la bursátil: En
tan sólo un año, de junio de 2014 a junio de 2015, la Bolsa China subió
un 125%, un ascenso fulgurante que provocó un exagerado aumento
en la cotización de los valores, que ahora se deshinchan. Esto se
debe, sobre todo, a que más de tres cuartas partes de las acciones
chinas están en manos de particulares, la recién nacida y pujante
clase media.
Y a estos nuevos burgueses, por muy chinos que
sean, también les pone aquello de ‘no trabaje usted, que trabaje su
dinero’. Los paralelismos con el crack que sufrió Estados Unidos
en 1929 son evidentes.
Un eventual desplome de la Economía
china tendría efectos catastróficos en gran parte del mundo. El
gigante asiático es el principal comprador extranjero de deuda
estadounidense, y acapara entre el 10% y el 30% del las
importaciones de las principales materias primas.
La
presencia china en continentes emergentes como América Latina o
África es abrumadora, por lo que una recesión de este país, de
producirse, arrastraría las finanzas de muchos estados.
Latinoamérica es una región especialmente expuesta, ya que muchas
de sus economías dependen de las exportaciones de materias
primas al coloso oriental.
Pero nada, aquí sólo se habla de
Grecia, cuya salida de la Eurozona tendría más consecuencias
simbólicas que prácticas. De momento, el dragón chino sigue
batiendo sus alas poderosas, pero el peso de las burbujas que lleva
a cuestas le empieza a abrumar. Y su sombra se extiende sobre todo
el mundo.
(*) Periodista