Mira,
en el telediario anuncian la Infección.
No solo los antisistemas,
sino los profesionales
serán exterminados
conminados a no salir
de las instalaciones sanitarias.
Cristina Morano
No volverás a hablar nuestra lengua
en el telediario anuncian la Infección.
No solo los antisistemas,
sino los profesionales
serán exterminados
conminados a no salir
de las instalaciones sanitarias.
Cristina Morano
No volverás a hablar nuestra lengua
Apolo,
con sus envenenadas flechitas, provocó una epidemia de peste en el
campamento de la coalición de los estados griegos que cercaban Troya en
respuesta a la negativa de Agamenón de devolver a uno de sus sacerdotes
la hija de éste que el guerrero había obtenido como botín. El mal, que
se extendió por todo el campamento, solo cesó cuando Agamenón concedió
soltar la prenda, pero a cambio de apropiarse de otra, preferida de
Aquiles, lo que provocó la famosa cólera del invencible.
Se
me ha venido a las mientes el arranque de la Ilíada al leer ayer el
tuit de una diputada de Vox que proclamaba implícitamente que la
extensión del coronavirus
era un castigo de Dios, en este caso del Dios que preside nuestra
actual civilización. Y a nadie se le puede escapar la paradoja de que,
en caso de que esto fuera así, resultaría raro que Dios hubiera empezado
precisamente por castigar a Vox. Tan raro como que Apolo infectara con
la peste a los aqueos, a los que apoyaba desde el Olimpo en su empeño de
asaltar Troya enfrentado al más poderoso Zeus, proclive a los troyanos.
No hay quien entienda a los dioses.
Habrá
que remitirse, pues, a los humanos. Y cuando nos ataca por fin el
coronavirus, tras un corto periodo de excepción insólita, los murcianos
tienen dos motivos para entregarse al pánico. Uno, el hecho de que,
después de los chistes preventivos, queda claro que esto no es ninguna
broma. Y dos, que si estamos en manos de este Gobierno, es como para
ponerse a temblar. Hay antecedentes recientes: las Danas, el Mar
Menor...
Solo la sociedad civil y los profesionales de emergencias
fueron capaces de enfrentarse a la inacción, la incompetencia y el
negacionismo de esta dirigencia política que se exhibe en modo gozante a
la vez que es posible constatar una y otra vez su inutilidad de
ejercicio. Cuando un grave problema se cierne sobre la población
acabamos comprobando en qué manos estamos.
El
presidente de la Comunidad, todavía ayer, andaba pendiente del
desafecto de los agricultores por las obligadas medidas (medidas a
medias) sobre el Mar Menor y les prometía unas inversiones con cargo al
presupuesto de la Unión Europea, que ni siquiera proceden de su propia
gestión, mientras en calles, plazas y terrazas no había otro motivo de
conversación que sobre el coronavirus.
Pero
esta vez quizá sea posible transmitir alguna esperanza. ¿Confiamos en
el Gobierno? Es obvio: no. En el Gobierno como tal, no. (Insisto:
pensemos en el Mar Menor, por ejemplo). El rayo de luz en lo que se
refiere al coronavirus procede de que el consejero de Salud, Manuel
Villegas, es una de las escasas excepciones de idoneidad entre el
personal que se sienta en el actual Consejo de Gobierno, excepciones que
hoy no voy a relacionar para no perjudicar a nadie, pero son bien
nítidas para todos.
Es probable
que Villegas ni siquiera milite en el partido que lo ha nombrado, o tal
vez sí, da igual. Lo que aparece claro es que se trata de un
profesional con un currículo, una trayectoria y una actitud que lo
avalan para esta emergencia. Su gestión hasta ahora puede que tenga
lagunas para sus críticos. Bien.
Pero
ante un problema excepcional y generalizado como el que se nos ha
venido encima, a priori está bien que, aunque sea por pura casualidad,
esté donde está. Nos llevamos un pasmo cuando emergió el colapso del Mar
Menor y al mirar al Gobierno y observar al responsable de la cosa
supimos que no había espacio para una respuesta decidida. Sin embargo,
Sanidad está bien pertrechada, y merece la pena confiar en la
competencia profesional de quien la dirige. Menos mal. Confiemos.
Y
otra nota que resulta confortable. Ahí está el alcalde de Murcia, José
Ballesta. Ayer no dudó en anunciar decisiones que resultan claramente
impopulares para él. De una tacada suspendió todos los actos de
participación masiva de los que él suele sacar partido político posando
en fotos. Ante la emergencia, no habrá fotos. Incluso cuando se avecinan
las fechas de mayor exaltación festiva de la municipalidad murciana. En
la mañana de ayer se decidió a hacer valer el dicho de que es
preferible prevenir antes que curar. Hasta que la situación se aclare,
todo queda en suspenso. Una decisión radical, pero oportuna, conectada
con las exigencias de la situación general, valiente, responsable. Más
que de señor alcalde, de alcalde señor.
Dios,
Apolo o la Globalización no van a dejar de joder con sus flechitas.
Pero al menos nos merecemos la tranquilidad de suponer que hemos
encargado nuestra salud a gente competente y responsable. Al menos en
este capítulo, lo parece.
Confiemos en lo que hay. No queda otra.
(*) Columnista