No pocos han intentado descifrar el significado de la palabra 'fistro' o su variante 'finstro' con la que Chiquito de la Calzada salpicó
sus chistes a principios de los años 90: 'fistro vaginal', 'fistro
diodenal', 'eres un fistro de la pradera', 'cobarde, fistro pecador'.
Convertida en una especie de piedra rosetta para entender sus chistes,
finalmente se llegó a la conclusión de que era un chiquitismo: una
palabra inventada por el humorista con la que se dirigía a alguien con
ciertas connotaciones negativas y casi siempre entre signos de
exclamación.
Y 'fistro' es la palabra que Rajoy empleó para describir el problema del agua en España durante una cena en Madrid con el entonces presidente de la comunidad, Ramón Luis Valcárcel, y su consejero Antonio Cerdá.
Relatan testigos presenciales que tras dos horas de cena en la que los
mandatarios murcianos le expusieron la delicada situación de déficit
hídrico de la cuenca del Segura y la necesidad de trasvases de agua
entre cuencas para solucionarlo, Rajoy, que durante casi toda la velada
guardó silencio, miró a ambos y a modo de conclusión dijo: «Si es que
esto del agua es un fistro», a lo que ninguno de los presentes supo qué
responder. Qué alegas ante tan sesudo y complejo argumento del
insondable filósofo Rajoy.
Los regantes, empresarios y
agricultores de Almería, Murcia y Alicante han exigido una reunión
urgente con Rajoy para que ratifique o desdiga a su ministra de
Agricultura, García Tejerina, que se niega a hablar de
trasvases de agua entre cuencas porque, según alega, ni ella ni ningún
dirigente de su partido han prometido trasvases aunque la hemeroteca
está plagada de titulares en los que Rajoy compromete trasvases para el
sureste peninsular. Lo más lamentable y vergonzoso es que García
Tejerina ha mentido a los regantes en su cara. En un foro sobre agua
celebrado en 2016 al que asistió la entonces consejera Adela Martínez Cachá,
la ministra recalcó «la importancia de los trasvases para llevar agua a
las zonas deficitarias con un planeamiento integrador y solidario».
Así
consta en la nota de prensa del propio ministerio de Agricultura. Pero
no contenta con mentirles y para tapar su ineficacia, ha pedido a los
agricultores que cambien su modelo productivo. Que adapten sus
plantaciones a la poca agua disponible que es exactamente lo que propone
Podemos con la denominada nueva cultura del agua basada en decrecer.
Rajoy y Pablo Iglesias están más cerca de lo que parece
en lo que al agua se refiere porque ambos están proponiendo básicamente
lo mismo en este momento. La diferencia es que Iglesias nunca prometió
trasvases y por tanto no ha engañado a nadie.
Y para rematar la faena, el eurodiputado del PP, Esteban González Pons,
delante de Ramón Luis Valcárcel que tantos votos consiguió con el lema
«Agua para todos», ha dicho a los regantes: «No vamos a ir a Europa a
hablar de trasvases sino de didácticas de regadío». Hasta anuncia que en
septiembre visitará Murcia para hablar con los regantes de pozos de
sequía y cesiones de derechos como si pudiese contarles algo que ya no
sepan.
Hasta Valcárcel reconoce ahora que no se da la coyuntura política
para hablar de trasvases, que es prácticamente lo mismo que dice el
dirigente regional de Podemos, Óscar Urralburu: «Los
trasvases son inviables políticamente en España». Para Podemos, Murcia
debe apañarse con agua de pozos y desaladoras y, por supuesto, plantar
menos o sustituir tomates por esparto. Eso propone el partido que dice
defender a los más necesitados: mandar al paro a miles de personas sin
formación que, gracias al campo, están sacando adelante a sus familias.
Engañados.
Los agricultores se sienten engañados y estafados. No es para menos. El
presidente del Sindicato Central de Regantes, Lucas Jiménez,
ha dicho: «El agua ha sido la gran estafa electoral de los últimos
veintinco años en que prometieron trasvases y no han cumplido». Qué
lejano queda ya aquel 2005 en que Rajoy encabezó una multitudinaria
manifestación por el centro de Murcia para pedir agua y trasvases. Llegó
incluso a prometer que recuperaría el trasvase del Ebro si el PP volvía
a gobernar. Ni un año tardó en dejar de mencionar expresamente los
trasvases. Aragón y Castilla-La Mancha eran plazas electorales
importantes para auparle hasta la Moncloa, regiones donde los populares
se aliaron rápidamente con los socialistas para cerrar los trasvases
existentes e impedir los futuros. Un dirigente popular aragonés llegó a
decir: «Agua, ni para paellas».
Se nos ha olvidado pero el PP se
presentó a las elecciones generales de diciembre de 2015 y junio de
2016 en coalición con el Partido Aragonés. El acuerdo compromete a Rajoy
a defender los acuerdos de la comisión del agua de Aragón que se ha
pronunciado en contra de los trasvases entre cuencas. El pacto político
también obliga al Gobierno de Rajoy a impulsar el cumplimiento del Plan
Hidrológico del Ebro especialmente en lo que hace referencia a la
reserva hídrica de Aragón contenida en el mismo y en su Estatuto de
Autonomía. Una reserva de 6.550 hectómetros cúbicos para uso exclusivo
de los aragoneses que no alcanzarían ni con todos los embalses de la
Comunidad al cien por cien de su capacidad y que, de facto, hace
inviable cualquier trasvase desde el Ebro aunque solo sea para redotar
la cabecera del Tajo. El propio Partido Aragonés, a través de twitter,
ha respondido esta semana al secretario de Agricultura del PP de la
Región de Murcia, Jesús Cano, del que ha dicho: «Este no sabe el programa del PP ni lo que firma su jefe. No va a haber trasvase ni ahora ni nunca».
Rajoy, como Zapatero. El PP de Rajoy, por intereses electorales, se ha plegado al Partido Aragonés como en su día Zapatero
se plegó a Esquerra Republicana derogando el trasvase del Ebro para
poder gobernar. Zapatero fusiló el trasvase del Ebro y Rajoy lo ha
enterrado. El socialista, al menos, ordenó a su ministra Narbona
la construcción de desaladoras gracias a las cuales hoy bebemos y los
agricultores riegan porque no hay agua del Tajo. El PP, de momento, solo
ofrece a los regantes agua de pozos y el agua desmayá que tanto
criticó. Menos mal que Cerdá no logró desmantelar y vender las
desaladoras a los árabes como pretendía porque de haberlo logrado ahora
no tendríamos ni para beber.
Tiene razón el insondable Rajoy:
«Esto del agua es un fistro». Tanto PP como PSOE han adaptado sus
discursos a sus intereses electorales en cada región. Lo han hecho los
socialistas Marcelino Iglesias, José María Barreda y Emiliano García Page, pero también las populares Dolores de Cospedal y Luisa Fernanda Rudi.
La primera prácticamente derogó en diferido el trasvase del Tajo con la
ley del memorándum elevando la reserva a cuatrocientos hectómetros
cúbicos y pese a todo no logró conservar el Gobierno de Castilla-La
Mancha. Luisa Fernanda Rudi en Aragón es otra firme
detractora del trasvase del Ebro hasta el punto de que en mayo de 2015
se enfrentó a sus compañeros en Murcia a los que tuvo que recordar que
ese acueducto de agua ya no figuraba en el programa marco del PP. Y pese
a su oposición a los trasvases, Rudi también perdió el Gobierno de
Aragón. Al estratega hídrico del PP en Moncloa deberían despedirle
porque lleva camino de perder también la Región de Murcia, donde el agua
les aupó electoralmente y ahora puede que se los lleve por delante. El
agua, con poco caudal, puede arrastrar políticos.
Se busca
estadista. En la nación de los «muy españoles y mucho españoles» cuyo
presidente califica de «fistro el tema del agua» y admite que no sabe
exactamente porqué se produce la lluvia, se busca urgentemente estadista
con dotes de mando capaz de pensar en las próximas generaciones y no
solo en las próximas elecciones, que diría Churchill,
decidido a descontaminar el agua encerrando en una sala a los mejores
técnicos del país para que, desprovistos de siglas, planteen soluciones
técnicas y legales a la creciente falta de agua en determinadas zonas de
España a las que no les basta con agua desalada y no se las puede
condenar a la miseria.
Se busca dirigente político capaz de llamar
hipócritas a todos aquellos que se rasgan las vestiduras porque Trump
abandona el pacto contra el cambio climático de París, pero no hacen
nada para frenar el imparable avance del desierto en el sureste
peninsular sabiendo como saben (está científicamente demostrado) que
solo aumentando las masas verdes del planeta seremos capaces de contener
el aumento de las temperaturas, reducir el dióxido de carbono, fijar el
terreno y detener la erosión.
Murcia sabe cultivar las mejores
frutas y verduras de Europa, pero no sabe cosechar políticos capaces de
defenderla como merece. Y no consuela que el presidente López Miras
se declare ahora trasvasista. Solo faltaría lo contrario después de
tantos años dando su partido la matraca con el «Agua para todos». López
Miras sabe que su partido ha perdido la credibilidad en lo que al agua
se refiere. Son los suyos en Madrid los que están terminando con la
esperanza de Murcia y el Levante, dicen los regantes que se muestran muy
dispuestos a dar la bienvenida a cualquier partido que defienda los
trasvases en clara referencia al regionalista de Garre,
que se ganó el respeto hídrico de los murcianos rompiendo la disciplina
de voto en el Congreso y votando en contra de la admisión a trámite de
la reforma del Estatuto de Autonomía de Castilla-La Mancha que ponía
fecha de caducidad al trasvase del Tajo. Aquello le valió una sanción
económica y que dirigentes de su propio partido en Murcia le negaran el
saludo.
Conclusión: «Esto del agua es un fistro», y Rajoy un
fistro de político que puede acabar provocando un gran paro empresarial y
el desabastecimiento de frutas y verduras en media Europa si no
soluciona el problema del agua. Igual si le llama Merkel se toma en serio a la Región de Murcia.
(*) Periodista y jefa de Informativos de Onda Cero en Murcia
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/06/17/fistro/838137.html