Albert Rivera es la estrella del momento político español y así se
apreció durante los actos oficiales de la Fiesta Nacional del 12 de
Octubre, día de la Hispanidad y del descubrimiento de América que la
alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha tenido a bien calificar de
‘genocidio’ desde su alta posición institucional sin que nadie le
responda o le afee el gesto, quizás por eso de que ‘no hay mayor
desprecio que no hacer aprecio’. Pero a partir de ahora el Gobierno ‘de
la España genocida’ deberá de cuidarse y mucho -empezando por la
ministra de Fomento, Ana Pastor-, de hacer regalos y parabienes a quien
así insulta a España desde un cargo que emana de la legalidad
constitucional de la nación española a la que ella agrede de semejante e
infame manera, además ajena a la Historia y a la verdad.
Eso ya ocurrió cuando los manifestantes de Artur Mas, acompañados por
buena parte de su gobierno dijeron en la Diada de 2011 que ‘España nos
roba’. O sea los españoles y España son ladrones y genocidas y aquí no
pasa nada ni cuando no se cumple la legalidad en Cataluña, o cuando se
amenaza públicamente, y desde las instituciones del Estado, con romper
la legalidad y declarar la independencia de Cataluña con la misma
soltura con la que se nos llama ladrones o genocidas. O ¿tiene algo que
decir al respecto el presidente del Gobierno Mariano Rajoy Brey?. Pues
parece que no. A lo más, que él es ‘hispano’ -como el ‘Gladiator’ de
Russell Crowe- y que todo lo demás es una simple ‘algarabía’, como dijo
en 2012.
Y naturalmente el PP se hunde en Cataluña, mientras las huestes de
Albert Rivera celebran en su sede la victoria electoral del 27-S al
grito deportivo y patriota de ‘¡soy español, español, español!’ Al
actual jefe de la oposición, Pedro Sánchez, lo de Colau y otras
provocaciones anti españolas no le causa resquemor porque él es
‘federal’, lo que viene a ser una posición intermedia entre los
españolistas y los independentistas, por más que utilizó la bandera de
España en los mítines de Cataluña. Pero ya sabe Sánchez que Rivera no
cesa de crecer y se ha convertido en una doble amenaza para Rajoy y para
él y ahora el socialista pide debates con todos sus adversarios una vez
que las encuestas lo dan a la baja y por estancado.
Y eso que por el flanco zurdo del PSOE Pablo Iglesias, que no acudió
al festejo del 12 de Octubre y que fue el socio de Colau -la anti
genocidas- en las municipales del 24-M, se está desmoronando en las
encuestas como azucarillo en un café y no acaba de entender el desinfle
de Podemos, mientras Alberto Garzón crece con IU y se convierte en otra
amenaza para él.
Menuda fiesta nacional. Con el país hecho unos zorros a la espera de
otro desafío catalán y con un Rajoy desconcertado con las malas
encuestas y presumiendo de las notas de Standard &, Poor’s, en el
mismo día en el que el comisario Moscovici de la UE vuelve a la carga e
insiste en que España no cumplirá con los objetivos de déficit de 2015
ni con los de 2016 si Rajoy no retoca con unos nuevos ajustes los
Presupuestos del año próximo.
Pero si Rajoy está mal y asustado por las encuestas que anuncian un
mal resultado para el PP en las elecciones del 20-D, en La Moncloa y en
su partido están todavía mucho peor y se dedican a transmitir mensajes
de perdedores como cuando dicen que la candidatura de Rajoy a la
presidencia del Gobierno en la legislatura 2016-2020 ‘es innegociable’.
Como diciendo que si el PP resulta la lista más votada, PSOE o
Ciudadanos lo tendrán que investir presidente. ¡Van listos los del PP!
Porque con el PSOE no tienen la menor capacidad de pacto y con
Ciudadanos peor aún, Rivera dijo ayer que ‘no han hecho todo esto para
que Rajoy siga siendo el presidente del gobierno de España’. ¿Más claro?
Además, ¿quién ha dicho que el PP será el partido más votado en las
próximas elecciones de diciembre?
Rajoy, que no se atreve con los nacionalistas -como se vio en la
Consulta del 9N- y que mira hacia otro lado cuando insultan o agreden a
España, puede que asistiera ayer a su última Fiesta Nacional del 12 de
Octubre. Y no porque no lo quiera Aznar, ni otros líderes de su partido,
o porque las reformas económicas hayan tenido un alto coste político
para el PP, o porque le critiquen los medios y el conjunto de la
oposición con los que casi no se habla. El problema de Rajoy se llama
Rajoy y eso no se arregla en los dos meses de campaña electoral que
tiene por delante después de haber perdido cuatro años ejerciendo de
autócrata implacable con los demás, y ahí incluidos los dirigentes de su
propio partido. Y no dando la cara por España en los momentos en los
que la ha tenido que dar. En esos momento se dedicó a hacer el ‘Don
Tancredo’ como el mismo reconoció y, naturalmente, así le va.
(*) Periodista