Cuando estudiamos una carrera
pasamos por muchos profesores y muchas asignaturas. No idolatramos
a ningún profesor ni consideramos que su asignatura sea
la verdad absoluta del universo, sino que procuramos extraer lo
mejor de cada enseñanza, y agradecemos el trabajo de cada buen
profesor.
La
vida misma nos nutre de una gran diversidad de fuentes de
información, y cada uno hace su propia síntesis personal.
Del
mismo modo los periodistas tenemos la sana costumbre de diversificar
y contrastar las fuentes de información para evitar el engaño,
sin casarse con nadie ni con nada.
Por eso yo mismo
me defino como un libre-pensador independiente.
No
ocurre lo mismo en el mundo de la religión y de la espiritualidad.
Cada uno cree haber hallado la única verdad absoluta y el único
profeta verdadero, y está dispuesto incluso a matar por ello
para imponerse por la fuerza a los demás.
Todas
las religiones son interpretaciones humanas limitadas de
una realidad trascendente que es superior a la comprensión humana,
pero dicha Realidad es superior a cualquier interpretación
humana. O
dicho de otro modo, Dios es más grande, infinito y
bondadoso que cualquier religión humana.
Por
lo tanto no existe una interpretación única
que esté por encima de todas las demás, sino que cada
civilización ha creado su propio sistema de creencias, y todos ellos
son respetables, como respetables son las personas a la hora
de aceptar o rechazar lo que estimen conveniente y oportuno.
Todos
dicen la misma necedad, que la suya es la única religión verdadera
y que todas las demás son falsas. Yo lo llamo analfabetismo
espiritual basado en la ignorancia, el miedo y el fanatismo, y además
es lo más peligroso que existe, porque todos los días asesinan a
personas en nombre de esta estupidez, y encima pretenden tener razón.
Esta
enfermedad sólo tiene una cura que es la información, el
conocimiento y la sabiduría. Del mismo modo que el nacionalismo
se cura viajando, el fanatismo se cura conociendo otras culturas y
abriendo la mente.
En
concreto, la medicina para curar este cáncer es una disciplina
universitaria, consolidada y acreditada, que se llama “Religiones
Comparadas” cuyo máximo ejemplo -a mi
juicio- fue el profesor rumano de Chicago, Mircea Eliade,
autor de “Historia de las creencias e ideas religiosas”,
que es el mejor y mayor compendio universal jamás publicado.
Mircea
Eliade (1.907-1.986) elaboró una visión comparativa de las
religiones, hallando relaciones de proximidad entre diferentes
culturas y momentos históricos. En el centro mismo de la
experiencia religiosa, situó a lo sagrado, como la experiencia
primordial del “homo religiosus”.
No
estaría de más enseñar esto a los niños en las escuelas, como
ya se hace en muchos países, avanzados para abrirles
la mente, en lugar de meterles el miedo al
infierno con un solo sistema de creencias.
Esta
enseñanza acabaría con la polémica sobre la clase de religión,
porque ayudaría a los niños a comprender y valorar el fenómeno
humano universal de la experiencia religiosa, y sería la
mejor vacuna contra el fanatismo.
La
educación ilustrada abre la mente y despierta la conciencia, lo
que a su vez nos permite cambiar la realidad de modo positivo
para todos nosotros y para nuestro entorno, porque nos volvemos
más comprensivos, razonables, empáticos y solidarios.
Mucho
mejor si, además de estudiar la teoría, viajamos por el mundo
para tratar de comprender mejor la diversidad de culturas y
creencias que existen en nuestro planeta.
¡Disfruten de la
apasionante aventura del conocimiento y sean muy felices!
(*) Periodista