Es de imaginar la escena.
El patriarca de la familia de rancio abolengo –alta cuna, baja cama,
diría Cecilia– reúne a sus miembros y, con gesto circunspecto, expone la
situación de quiebra. "Andrea, tienes que dejar el escaño. Hay que
repartir lo poco que queda, y José Ignacio y Mari Mar necesitan un
sueldo".
El drama del PP es que la lucha ya no es siquiera por el poder sino por las gachas de cada día. O el jamón "pata negra", entendámonos. El Partido Popular ha obtenido solo 66 diputados –la mayor debacle de su historia–, perdiendo 68 respecto a 2016 en el Congreso.
El drama del PP es que la lucha ya no es siquiera por el poder sino por las gachas de cada día. O el jamón "pata negra", entendámonos. El Partido Popular ha obtenido solo 66 diputados –la mayor debacle de su historia–, perdiendo 68 respecto a 2016 en el Congreso.
En el Senado se
han dejado 74 escaños, 74 sueldos menos. Más otros cargos que se
derivaban de ellos. Demasiado ERE de golpe. En dinero son 257.430 euros al mes en ayudas públicas para, entre otras cosas, pagar a sus 451 empleados.
La
pérdida de tanto poder implica que ya no hay puertas giratorias para
todos. No todos pueden colocarse bien y menos con el futuro que se les
avecina. El economista Daniel Lacalle, que ha renunciado a su escaño,
tiene la vida resuelta en sus muchos empleos y asesorías. Iba para
ministro de Economía y sentarse en una silla del Congreso no es lo
mismo. Mari Mar Blanco, que quedó fuera, no encontraría, en cambio, nada
mejor.
Y Echániz, el consejero de Sanidad de Cospedal que desmembró la
pública en Castilla-La Mancha, es muy querido en la casa y tenía un
asunto pendiente de sus tiempos en el gobierno de Gallardón en Madrid.
El acta de diputado le libraría, de momento, de ser imputado en la
Operación Lezo. Para ello iba en el puesto número 8 por Madrid, nadie
pensaba que no fuera a salir.
Andrea Levy sacrifica su carrera ascendente. Su puesto
como concejala de Madrid está asegurado al ir en el número 2 para apoyar
la liviana candidatura de Martínez Almeida y le hacen dejar el acta de
diputada en el Congreso. Levy es una política fiel al partido, sin
reparar en nada. Le pidió Rajoy ir a apoyar la reelección de Baltar en Ourense y allí se plantó pese a un turbio asunto que podríamos denominar sexual y laboral del cacique gallego.
La
carambola o jugada maestra ha sido convocar elecciones generales apenas
un mes antes de las municipales, autonómicas y europeas. El PP tenía
que gestionar su derrota en el Congreso y el Senado para no seguir
perdiendo votos también en los comicios de mayo. Otra debacle en
ayuntamientos y comunidades autónomas sería dramática. Y en las
europeas, que son las mejor remuneradas. Pero parecen incapaces de
cambiar el rumbo. No se puede con los candidatos que han presentado.
Inexplicablemente, como si no hubiera nadie más.
El PP
ha emprendido una carrera suicida a la mentira y el despropósito que
ahora enarbolan Díaz Ayuso y Martínez Almeida en Madrid, con la
inestimable ayuda de Cayetana Álvarez de Toledo, a quien le ha sabido a
poco quedarse como única diputada del PP en toda Catalunya.
La penúltima
de la insólita candidata Díaz Ayuso la ha llevado a decir que "el PSOE necesita multiplicar la pobreza para vivir de ella” porque están "en contra de quienes peor lo pasan". Esto, después de ejercer el PP durante un cuarto de siglo como 'el régimen de Madrid', con los datos que sintetizaba Ignacio Escolar, da idea del personaje.
El suelo español se llena de ejemplos. Hemos visto hasta renegar de la marca PP.
Comprensible, en el donostiarra Borja Sémper, pero chirría al máximo en
el caso de Xavier García Albiol, que ve hundirse el barco y demuestra
no ser de los que se quedan a mantener el estandarte, con lo mucho que
debe al partido.
Es buenísimo. Albiol renunciando al PP.... pic.twitter.com/WQawSQbi50— Rosa María Artal💜 (@rosamariaartal) 17 de mayo de 2019
Pablo
Casado tiene bula, porque la tiene el PP, y aún han de reorganizar su
salida. Por mucho que sea el caos en el partido, la ruina la ven con
claridad. Hay que apretarse el cinturón y con la mayor discreción
posible, tarea en la que cuentan con los medios informativos de la
empresa. Una demolición como la que está atravesando el Partido Popular,
con estas renuncias tan evidentes, tan de salvar los muebles, apenas ha
sido destacada en la prensa generalista. Van en el mismo barco.
Comparemos
el tratamiento dado al PSOE cuando las baronías y vieja guardia se
reventaron a Pedro Sánchez a pocos días de cumplir el objetivo de dar el
gobierno a Mariano Rajoy. Los más abyectos insultos eran para el
secretario general, acosado por no cumplir las normas interiores y
exteriores. O con las crisis de Podemos, amplificadas hasta el infinito y
en la eterna letanía de su pérdida de votos.
El PP de Casado se ha quedado en menos de la mitad de los escaños del Congreso y en el Senado ha sido una razia. ¿No es extraña la delicadeza con la que se aborda su caso? No hay puertas giratorias para tanto desocupado, ni –en su caso- sobres que lo alivien.
El PP de Casado se ha quedado en menos de la mitad de los escaños del Congreso y en el Senado ha sido una razia. ¿No es extraña la delicadeza con la que se aborda su caso? No hay puertas giratorias para tanto desocupado, ni –en su caso- sobres que lo alivien.
Los navajazos por las esquinas
deben de ser para hacer una saga. Casado se hizo con el triunfo por el
odio que despertaba entre muchos de sus compañeros Soraya Sáenz de
Santamaría. Mucho más lista o mejor informada, por cierto, en hacerse
con un empleo de lujo antes de las elecciones.
Este PP, el de Casado, es hijo del que presidían Rajoy y Aznar, que nadie lo dude. La corrupción y los desvaríos comenzaron hace muchos años. Y, como todas las épocas de días de vino y rosas, acaban en derrota. De alguien, al menos. Más aún, el desastre del PP es el de la derecha española, ha contagiado incluso a quienes obraban con rigor en este desbarajuste.
Este PP, el de Casado, es hijo del que presidían Rajoy y Aznar, que nadie lo dude. La corrupción y los desvaríos comenzaron hace muchos años. Y, como todas las épocas de días de vino y rosas, acaban en derrota. De alguien, al menos. Más aún, el desastre del PP es el de la derecha española, ha contagiado incluso a quienes obraban con rigor en este desbarajuste.
Ciudadanos
sufre también el lastre de la deriva de todos ellos hacia la extrema
derecha. No ha recogido los votos perdidos por el PP apenas. Y lo saben,
pese a sus proclamas. Se nota. Albert Rivera aparece cada vez más
tenso, histriónico e hiperventilado. Contagiado del ayusismo incluso. Insistiendo en pactos de Sánchez "con los separatistas" –inexistentes hoy, miren la composición de la Mesa del Congreso– o
con "los podemitas" o como guste llamarlos.
Parece incapaz de entender
que son opciones políticas legítimas y democráticas, lo que no ocurre
con sus asociados –de facto– en Andalucía, o donde surja, de Vox.
Villacís ha dicho que no tiene ningún problema en pactar con ellos la
alcaldía en Madrid. Lo mismo que muchos otros candidatos de Ciudadanos y
el PP. Vox les ha fagocitado porque se abrieron a las ideas que forman
parte de su ADN también. La caricatura, peligrosa caricatura, de la
derecha.
No está boyante Vox tampoco. Empieza a verse
cómo funciona el pacto de la triple derecha en Andalucía, el laboratorio
de pruebas. El gobierno de PP y Ciudadanos, apoyado por Vox, ha bajado
impuestos a los ricos, pagan a 38 altos cargos la 'casa gratis' que querían suprimir
desde la oposición y no se cortan en lanzar duros ataques a los
derechos sociales y las libertades. En particular, los de la mujer o la
Memoria Histórica. La UE no entiende esas alianzas, menos en el caso de
Ciudadanos, a quienes vendieron con otra etiqueta.
La
derecha, en estado de ruina y probable demolición. Sus líderes se
encuentran en la cuerda floja. Habrán de operar cambios. La familia del
PP reparte lo que va quedando. Con la cabeza alta y soberbia de Álvarez
de Toledo, la sonrisa estirada en mueca de Pablo Casado o los ojos
desvariados y lengua desatada de Díaz Ayuso.
Pero todavía hay mucho interesado en que este nefasto equipo siga en las cuotas de poder que le queden. Y, sobre todo, mucho Paco 'el Bajo' y mucha Régula, nada santos inocentes, dóciles sirvientes de las tradiciones que marcan los señoritos sin el menor cuestionamiento.
Pero todavía hay mucho interesado en que este nefasto equipo siga en las cuotas de poder que le queden. Y, sobre todo, mucho Paco 'el Bajo' y mucha Régula, nada santos inocentes, dóciles sirvientes de las tradiciones que marcan los señoritos sin el menor cuestionamiento.
(*) Periodista