¿El Gobierno gobierna? La pregunta es pertinente, porque con lo que
tiene encima el jefe del Ejecutivo este es uno de los prejuicios que
maneja la oposición. ¿Hay una cierta parálisis a la espera de
acontecimientos? Los adversarios políticos socialistas, como el
castellanomanchego Page, han aprovechado que el Tajo pasa por el
Trasvase para tirar su chinita y despejar sus responsabilidades
aludiendo a la situación crítica de la política murciana, pero no es el
único.
También hay avisos de donde menos (¿y por qué de donde menos? Tal
vez de donde más) se espera, como Aena, una empresa de capital
mayoritariamente público que parece haber dado marcha atrás en el
compromiso formalmente adquirido a principios de este año de cerrar el
aeropuerto de San Javier, previo pago de su importe, 35 millones, para
desatascar la situación de Corvera. El Gobierno quiere gobernar, pero
hay agentes importantes, no sólo políticos, que se lo quieren poner
difícil bajo pretexto de su supuesta debilidad. Y esto podría abundar,
en la práctica, en su debilidad, haciendo desaparecer el precautorio
´supuesta´.
Peligro en Las Gaunas.
Pero Pedro Antonio Sánchez
parece mostrar una fortaleza insólita. Dicen en su entorno que tal vez
después de cerrar su despacho y marcharse a casa le bulla la procesión
por dentro, pero en ´horario laboral´ se mantiene como si no hubiera
espadas bailando sobre su cabeza. Despacha con sus consejeros, mantiene
viva la agenda y desarrolla una potente actividad, como si la amenza
judicial no fuera con él. Se puede entender que así sea, pues si
mostrara síntomas de cansancio o de afectación contagiaría a su entorno
una inquietud que, de momento, permanece soterrada.
El fuerte apoyo que
recibe de las altas instancias del PP y la fortaleza que muestran tanto
su Gobierno como la estructura regional de su partido, en la que sólo se
han detectado unas contadas fugas de concejales muy localizados, tal
vez sean la gasolina que alimenta ese motor incansable, decidido a
atravesar la tormenta perfecta que se abate sobre su persona.
¿El
Gobierno gobierna? Parece incluso que sobreactúa. Hoy mismo se
escenifica un gran acto en apoyo del Corredor Mediterráneo, promovido
por la Asociación Murciana de la Empresa Familiar junto a la
organización de los empresarios valencianos, y mañana, sin tregua, está
previsto sacar a concurso la gestión del Aeropuerto de Corvera, uno de
los epígrafes principales de la ´política heredada´ de Valcárcel, de
cuando el crack de los ´grandes proyectos´ regionales.
En esta última
cuestión parece detectarse un punto de susceptibilidad por parte del
Gobierno respecto a la actitud de Aena, que allá por febrero pidió un
plazo para cerrar su compromiso previo con los Gobiernos central y
regional y dar carpetazo a San Javier alegando oficialmente la necesitad
de tomar en consideración informes interiores para después sugerir a
través de los medios de comunicación que su reserva se justifica en la
´inestabilidad política regional´.
La reacción del Gobierno no se ha
hecho esperar. Ha desempolvado los pliegos del concurso público y mañana
los lanza como cebo a los posibles operadores que puedan sentirse
motivados por Corvera. El Gobierno no está dispuesto a que Aena le siga
mareando la perdiz, y menos a que introduzca sutilmente ´pretextos
políticos´ en una operación meramente comercial. Este intento de
referirse a la situación política para sacar tajada en los convenios
recuerda al Gobierno las artimañas de Sacyr, la primera concesionaria,
que jugueteó en el periodo de transición entre Valcárcel y PAS, en la
etapa de Garre, con los supuestos intereses personales en el proceso
sucesorio en la presidencia de la Comunidad, sin éxito en aquel caso.
La
diferencia es que Sacyr es una empresa privada, mientras Aena tiene
obligaciones públicas, pero, por lo que se ha venido viendo, es tan
rocosa como la otra. El Gobierno trabaja como si no existiera un
cercano horizonte de incertidumbre, alentado por la energía de su
presidente, que se apresta a ser proclamado el próximo sábado presidente
regional de su partido. El gran salto adelante. Y no son maoístas.
(*) Columnista