Tienen los fantasmas, al parecer, una cierta querencia por aquellos
lugares cerrados y deshabitados que arrastran un pasado tormentoso. Pero
quién iba a pensar que con la cantidad de personajes políticamente
incorpóreos que dejaron su muesca en la convulsa historia del aeropuerto
de Corvera, lo sonrojante para algunos podía ser la evocación de Juan
de la Cierva durante la inauguración del aeródromo.
Curiosa esta memoria
histórica selectiva, que es generosamente olvidadiza con el estacazo
que un alma errante infringió con sus desatinos al bolsillo de los
murcianos y sin embargo sirve para someter a juicio sumarísimo, sin
posibilidad alguna de defensa, a un personaje que cambió el curso de la
aviación.
Con la cantidad de personal de medio pelo que jalonó el
devenir del aeródromo, algunos ejerciendo un papel desastroso y otros
aportando eficacia en medio del descomunal lío, resulta pasmoso que la
trituradora de reputaciones se haya activado estos días con el insigne
inventor murciano del autogiro.
Detengámonos en los hechos
conocidos. En abril de 2017, la Asamblea Regional, con los votos a favor
de PP y Ciudadanos, aprobó solicitar a la Dirección General de Aviación
que el aeropuerto internacional de la Región de Murcia incorporase el
nombre de Juan de la Cierva. En esa ventanilla llevan meses esperando
los papeles para el citado trámite, pero por razones que nadie explica
de forma convincente, probablemente por motivos vergonzantes, siguen
varados en las playas de la burocracia.
Laura de la Cierva, bisnieta del
inventor, ofrece una explicación plausible: el Ministerio de Fomento
tiene miedo a autorizar el nombre después de que una asociación exigiera
lo contrario porque mantiene que el ingeniero fue una pieza clave en el
alzamiento militar que acabó con la II República. Juan de la Cierva,
que llevaba años en Londres sin ninguna relación con la vida política
española, recomendó el avión que trasladaría a Franco de Canarias a
Tetuán, pero no está claro que supiera cuál era el objetivo de ese
traslado cuando le hizo tal consulta quien sí estaba en la operación
golpista.
Que De la Cierva no conociese al exdictador y que muriese en
diciembre de 1936 no impide que algunos le tachen de franquista y
soliciten la aplicación de la Ley de Memoria Histórica, lo que resulta
más que dudoso en virtud de la letra y del espíritu de la norma creada
para restituir a las víctimas de la Guerra Civil y de la dictadura. ¿Qué
sería lo próximo? ¿Condenar al ostracismo a la diputada Clara
Campoamor, la más decisiva de las luchadoras en favor del voto de las
mujeres, porque abandonó, desencantada, el peligroso Madrid
revolucionario al inicio de la guerra?
La nueva infraestructura
aeroportuaria debería servir para consolidar nuestra Comunidad Autónoma
como destino turístico. De modo que no es negativo que fuera de nuestras
fronteras se conozca como Aeropuerto Internacional de la Región de
Murcia. Pero si también podemos vincularla al nombre de un sobresaliente
pionero de la aviación, que además muestra que no solo somos tierra de
sol y playa, sino también de innovación y emprendimiento, mejor que
mejor.
Bastante dura es la competencia en materia turística como para
desprenderse de atributos que puedan ayudar. Que haya abierto por fin el
aeropuerto de la mano de Aena es una buena noticia. No existía otra
alternativa razonable. Continuar pagando con dinero público un aval
supermillonario por un aeródromo cerrado era una situación sangrante. Es
verdad que la historia del proyecto está llena de tropiezos y de
errores políticos. No conviene olvidarlos. Para que nunca vuelvan a
suceder. Pero lo responsable es trabajar ahora por un futuro mejor para
la Región. Espero que le vaya muy bien al nuevo aeropuerto. Por el bien
de todos.
(*) Periodista y director de La Verdad