domingo, 11 de febrero de 2018

La mayoría de los votantes, también los del PP, quiere que Rajoy lo deje


MADRID.- El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, de 62 años, el más veterano de los líderes políticos españoles, debería abandonar el puesto y dejar paso a otra persona. Así lo considera el 85% de los españoles, según un sondeo realizado esta misma semana por Metroscopia para El País.

 Incluso los electores del PP le señalan la puerta de salida: el 62% de quienes le han votado cree que su tiempo “ha pasado”. La encuesta coincide con un debate, aún incipiente, en el seno del PP sobre la sucesión de Rajoy. Ningún dirigente del partido se atreve a plantearlo en público, pero ha dejado de ser un tema tabú.
Rajoy asumió los mandos del PP hace 14 años y desde entonces ha sido candidato a la presidencia del Gobierno en cinco elecciones. Las dos primeras las perdió ante el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, lo que propició movimientos internos, encabezados por la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre, para apearle. Estas escaramuzas no prosperaron gracias al control férreo que tenía Rajoy sobre las organizaciones territoriales y a pesar de las crecientes diferencias con su antecesor, José María Aznar.
Su victoria en las generales de 2011 volatilizó todos los focos de disidencia interna y desde entonces Rajoy ha hecho y deshecho a su antojo en el PP.
Sin embargo, el desgaste de la gestión de la crisis económica, los casos de corrupción que cercan al PP y la irrupción de dos formaciones que han roto el bipartidismo, Ciudadanos y Podemos, han hecho mella en la imagen del jefe del Gobierno.
El 85% de los ciudadanos, según el sondeo de Metroscopia, cree que el tiempo de Rajoy ya ha pasado y que debe ceder el paso a otro líder al frente de su partido. Pero lo realmente significativo es que esta opinión es compartida por la mayoría (el 62%) de los votantes del PP. 
En las últimas semanas, diversos dirigentes del partido han lanzado mensajes que apuntan a que también los estrategas de la formación manejan encuestas similares: Rajoy, sostienen, dará un paso atrás si, llegado el momento, entiende que es lo mejor para el partido.
Aunque no hay elecciones generales a la vista, la presión sobre Rajoy, que ha cimentado su carrera en el principio de resistir es ganar, parece ir en aumento. Más si se tiene en cuenta que su principal competidor, Albert Rivera, líder de Ciudadanos, representa un cambio generacional y está desangrando al PP entre los votantes más jóvenes del centroderecha.
El éxito en las elecciones catalanas ha dado alas a Ciudadanos, que parece en disposición de disputar la victoria a PP y PSOE, los dos partidos que han sido hegemónicos en la política española en los últimos 36 años y se han alternado en el poder.
Rajoy, de 62 años, casi cuatro décadas en la política activa, es el más veterano de los dirigentes políticos y el único de su generación que sigue al frente de su partido tras la renovación que han experimentado todas las fuerzas políticas e incluso instituciones como la Corona.
El dilema para el PP es que si no renueva su liderazgo corre el riesgo de acabar desalojado del poder. La encuesta de Metroscopia también pone de manifiesto que un 65% de los españoles considera que ha llegado el momento de relevar al PP del Gobierno. Esta afirmación la comparte una mayoría abrumadora de los votantes del PSOE (86%), Podemos (95%) y Ciudadanos (70%). Pero incluso un 18% de los propios votantes del PP estima que este relevo es necesario.
El 24% de los encuestados considera que el PP debería seguir en el Ejecutivo, pero prefiere que lo haga en coalición con otros partidos. Solo el 10% cree que lo mejor es que los populares tuvieran mayoría para seguir gobernando solos.
Tras una década de crisis económica devastadora, que llevó a millones de personas al paro y precarizó salarios y empleos, los españoles empiezan a ver el futuro con algo más de optimismo, según el sondeo de Metroscopia.
Hasta el 62% de los ciudadanos cree que la situación económica está mejorando, una idea que apoyan, aunque en proporciones decrecientes, los votantes del PP (85%), Ciudadanos (72%) y PSOE (57%). Los electores de Podemos Podemos son los más críticos con la idea de la recuperación económica (un 54% cree que no es cierta).

Optimistas vs pesimistas

Otra cuestión diferente es a quién atribuyen los ciudadanos la mejoría de la coyuntura económica. La mitad de los encuestrados (un 53%) sostiene que la recuperación no tiene nada que ver con las decisiones que ha tomado el Gobierno de Mariano Rajoy, mientras que un 42% afirma que las medidas del Ejecutivo han sido decisivas a la hora de dinamizar la economía.
A pesar de ello, un 68% de los españoles cree que la situación económica sigue siendo mala, frente a solo un 21% la califica de buena. La visión cambia cuando se pregunta a los encuestados por la situación económica de su familia. Más de la mitad (el 56%) señala que es buena, por un 27% que afirma que es mala.
Mucho más pesimistas son los españoles sobre la situación política de su país, que en los últimos años ha vivido un bloqueo político como consecuencia de la ruptura del bipartidismo y del desafío independentista en Cataluña. Un 81% de los encuestados considera que el actual panorama político español es malo y un 9% que es regular. Hay sin embargo un reducido núcleo de ciudadanos optimistas (10% del total) que considera que España atraviesa un buen momento político.

Pedro Sánchez se suma al grito "no nos resignamos" y llama a la "rebelión"

MADRID.- Si en anteriores asambleas abiertas el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, hizo múltiples guiños a las reivindicaciones del movimiento 15-M, en su intervención este sábado en Castellón se sumó directamente al grito “No nos resignamos”, que fue bandera de esta movilización ciudadana.

Sánchez señaló que una parte de la ciudadanía está en la resignación y cree que todo se circunscribe a la economía y al mercado, “contra lo que no puede luchar”. El líder socialista indicó que esto no es así. “Vamos a rebelarnos”, dijo, “porque queremos remover, perturbar las conciencias de muchos ciudadanos para que griten ¡Basta ya! Porque otro camino es posible”.
El dirigente socialista dijo que la solución pasa por respuestas socialdemócratas, “que pongan al ser humano en el centro de todas las decisiones políticas y económicas, y que haga una apuesta reformista que acabe con esta época de parálisis”, dijo.

Sánchez, en una primera intervención que sonó a una arenga en toda regla, pidió a los suyos que se movilizaran para este fin, “porque el cambio es posible, ganaremos a la derecha y, aunque no sea en dos telediarios, la ganaremos en dos años. Nosotros, no nos resignamos”, exclamó.

Bankia y los sindicatos cierran ‘in extremis’ un acuerdo sobre el ERE


MADRID.- Después de toda una noche de negociaciones, por la mañana de este sábado llegó el consenso entre los sindicatos y la dirección de Bankia para firmar el expediente de regulación de empleo (ERE). Los delegados de UGT, CC OO, ACCAM, SATE, Sesfi, UOB y ACB, que representan al 92% de los empleados, acordaron la salida de un máximo de 2.000 trabajadores, el 11,5% de la plantilla de Bankia y Banco Mare Nostrum (BMN), fusionadas desde hace semanas, según la crónica de El País.

El acuerdo contempla la salida en tres categorías: la plantilla se reducirá en 1.587 personas mediante la amortización de puestos de trabajo, se podrán marchar otros 198 trabajadores que estaban en excedencia y puede haber 215 salidas voluntarias adicionales que la empresa podrá conceder, según fuentes de UGT.
El jueves pasado se llegó a un acuerdo para desconvocar la huelga del viernes 9 de febrero después de que Bankia redujera un 36% la cifra de despidos (la dejó en 1.600 personas frente a las 2.500 bajas iniciales) y mejorara las condiciones de salida. Ahora se mantienen esos despidos, las 1.587 amortizaciones de puestos, y se abre la posibilidad de que se vayan unos 400 empleados más. Los analistas de bancos estudian estas condiciones para comprobar que si se cumplirán los ahorros de costes prometidos por Bankia en el anuncio de la fusión. Este cálculo no se conocerá hasta que no se sepa cuántos empleados se van con el ERE.

Para mayores y menores de 55 años

Las condiciones variarán según la edad. Para los mayores de 55 años (o 54 en algunas comunidades), se pagará el 63% de la retribución bruta total, más una prima, que irá desde 6.500 euros (a los de 55, 56 y 57 años) hasta los 1.000 euros para los de 60. La indemnización se percibirá en renta hasta los 61 años para los más jóvenes o 63 años para los más mayores. El banco pagará la Seguridad Social hasta los 63 y recibirán una prima de ayuda a la jubilación que va desde 2.500 a 6.000 euros.
Para los menores de 55 años (o 54 en algunos territorios), se les ofrece dejar la entidad con una indemnización de 30 días por año trabajado, con un límite de 22 meses, más una prima variable. Si el banco quiere que un empleado cambie de ciudad por la fusión y se niega, se podrá acoger a las condiciones de los menores de 55 años, sin prima. Se pagará el desplazamiento del domicilio a partir de 50 kilómetros (4.000 euros), hasta 3.000 kilómetros, con 30.000 euros anuales. También se abonará 12.000 euros anuales si se cambia de residencia.
Otra reivindicación sindical era que se igualaran las condiciones salariales de los empleados de BMN, que estaban por debajo de las de Bankia. Se ha acordado que a este colectivo se le concederá una paga más en 2019 y 1,5 pagas en 2020.

Siguen los recortes en banca

Los horarios también se han negociado. Es un tema muy debatido en el sector porque los bancos quieren que las oficinas estén más tiempo abiertas para facilitar la operativa de los clientes y rentabilizar más las sucursales, cada vez menos usadas. El acuerdo es que se apliquen los horarios de Bankia a partir de julio de este año. Tendrán flexibilidad horaria los servicios centrales y las divisiones de zona y las territoriales. Donde haya excedentes de plantilla, si no hay voluntarios para estos horarios, la adscripción será obligatoria. El sistema de vacaciones continúa como hasta ahora.
La banca continúa los cierres de oficinas y los despidos. Este año empezó el Santander, tras la absorción del Popular, que ha cerrado un ERE que ha supuesto la salida de 1.100 personas; ahora Bankia quiere llegar hasta los 2.000 empleados, el 11,5% de su plantilla integrada, que es de 17.350 trabajadores. Tras la crisis, los bancos, y las antiguas cajas, han echado a uno de cada cuatro empleados y han  cerrado una de cada tres oficinas. Y los recortes continúan mientras avanza la digitalización y los bajos tipos de interés reducen los márgenes.

Australia elige a un trabajador ferrolano de 'Navantia' para poner en valor el programa de los AWD


FERROL.- Navantia Australia acaba de recibir un importante espaldarazo a su labor en el país gracias al reconocimiento que el gobierno ha hecho de su labor para solventar la crisis del programa AWD. El astillero español se puso al frente del programa de reforma de los destructores, cuyas plazos y costes estaban en riesgo, según publica hoy http://www.diariodeferrol.comhttp://www.diariodeferrol.com.

Ahora, el Ministerio de Defensa de Australia ha manifestado que el programa de construcción de los AWD ha dejado de estar en la lista de programas conflictivos, y reconoce la gestión de Navantia para encauzar los problemas.

Para celebrar este hito, el gobierno oceánico ha realizado un video poniendo en valor este programa militar y, para ello, ha elegido a un trabajador de Navantia como protagonista. Se trata del ferrolano Javier Porto, uno de los responsables de las tareas asumidas por el astillero español. 

En el vídeo, llamado “A Decade of Australian Shipbuilding & Integration. The Delivery & Acceptance Manager”, Porto explica, entre otras cosas, la tradición de construcción naval de su ciudad natal y de su propia familia.

¿Cuánto tiempo lleva en Australia trabajando para Navantia?
Esta es la tercera vez que me desplazo a Australia, la primera fue en 2014, en las dos primeras me desplace sin mi familia ya que fueron de corta duración (unos meses); esta última vez en la que ya me vine con mi familia comenzó en enero de 2016, por lo que llevo algo más de dos años.

¿Cómo surgió la oportunidad?
Cuando Navantia fue elegido para gestionar la construcción de los AWD, surgieron una serie de necesidades aquí, a partir de ahí me llegó desde RRHH la consulta sobre mi disponibilidad para desplazarme a Australia con mi familia, sin duda mi experiencia en el proyecto ALHD fue crucial para formar parte de esa lista.

¿Qué labores desarrolla en este programa actualmente?
Soy el Delivery & Acceptance Manager, durante la construcción de los buques el cliente (la Commonwealth of Australia, CoA) inspecciona y acepta todos y cada uno de los locales del buque, desde un camarote hasta los locales del Sistema de Combate o las Cámaras de Máquinas. Como funciones auxiliares también se entregan los espacios ocultos o áreas inaccesibles, y los diferentes tanques (agua, lastre, combustible)

¿Qué imagen diría que tiene Navantia en Australia?
Navantia es ahora mismo el astillero de referencia, como demuestran los proyectos ALHD, AAOR, AWD y el estar seleccionado (junto con BAE y Fincantieri) en la última etapa para la adjudicación del proyecto SEA5000 para la construcción y mantenimiento de 9 fragatas a partir de 2020, cuya resolución se sabrá en torno a mayo de este año.

¿Ve a sus compañeros esperanzados con el programa SEA5000?
Navantia está en una muy buena posición. El cliente nos conoce bien y conoce nuestros puntos fuertes; el trabajo realizado por el personal de Navantia desplazado a Australia en los AWD ha conseguido muy buenos resultados, de ahí que el proyecto haya salido de la lista de riesgos del Gobierno, la Armada ha desplazado a dos de sus buques a Australia en los últimos años lo que sin duda ha dejado también muy buena imagen de España .
Esto nos puede hacer parecer favoritos, pero BAE es un rival muy fuerte, también están presentes aquí con el mantenimiento de los ALHD y no olvidemos que pertenecen a la Commonwealth, y Fincantieri también ha apostado fuerte por Australia, además de estar apoyados por su Armada (una de sus fragatas estuvo de visita en Australia hace unos meses). Veo optimismo, pero cautela que sin duda es la mejor posición en mi opinión.

¿Cómo fue recibida vuestra implantación en el país?
El rol de Navantia en este proyecto ha ido evolucionando, siempre hemos estado aquí como PSD (Platform System Designer), y con un equipo de asesores. El cambio en cuanto a que Navantia pasó a gestionar la construcción de los buque no es sencillo. Hay barreras que solventar (sin duda el idioma, pero también culturales), pero creo que en el día a día y poco a poco hemos llegado a un nivel que sin duda está dando sus frutos.

 ¿Cómo encararon la crisis de los destructores AWD?
La crisis de los AWD fue una de las causas de mi segundo desplazamiento a Australia, ya que el cliente solicitó una revisión de los costes del proyecto en 2015, aquí estábamos representantes de astilleros de todo el mundo (BIW de EEUU, BAE de UK y Australia, FMI y Navantia), el proyecto en términos de plazo y coste habría zozobrado y la CoA buscaba soluciones. Al final esto supuso una oportunidad para Navantia, que hasta ese momento estaba presente como diseñador y asesor, sin responsabilidad directa en los resultados.

¿Cómo surgió la oportunidad de protagonizar este vídeo?
Desde la CoA surgió la iniciativa de promocionar la Construcción Naval en South Australia, celebrando el décimo aniversario del astillero ASC South (antes habían construido submarinos en ASC North), estos videos son protagonizados por figuras destacables del proyecto, desde la oficina de Relaciones Públicas de la Alianza se pusieron en contacto conmigo, y tras una breve entrevista me preguntaron si quería hacerlo ya que consideraban mi historia muy interesante.

¿Y cómo valora la experiencia?
Muy agradable, la verdad es que soy muy reticente al tema cámaras y entrevistas, mucho más si las tengo que hacer en un idioma que no es el mío; pero la gente fue muy amable, lo que hizo la experiencia más fácil, aunque agotadoras. El video dura apenas unos minutos pero estuvimos grabando más de 2 horas

¿Qué cree que pretendía el gobierno australiano eligiendo a alguien de Navantia?
Para mí el objetivo está claro, hacer ver que la construcción naval puede suponer un motor importante para la zona, aquí solo llevan diez años, pero en mi entrevista han podido conocer un poco un área en la que la construcción naval es importantísima desde hace siglos.

¿Se quedará mucho más tiempo en Australia?
Australia es un sitio maravilloso para vivir, el clima es bueno, el modo de vida me gusta y es ideal sobre todo si tienes una niña pequeña como yo; ahora mismo tengo contrato hasta julio, coincidiendo con la entrega del segundo AWD, aunque la posibilidad de continuar hasta diciembre está presente. Por otro lado, en Ferrol está nuestra familia y amigos. 

Además los retos que el astillero de Ferrol está afrontando y afrontará en un futuro próximo son motivadores también desde un punto de vista profesional. El haber estado trabajando en otro astillero tan lejos creo que me ha aportado muchas cosas que podrían ayudar a afrontar esos retos. En definitiva, como decimos por aquí, en algún momento hay que volver, y ese momento parece próximo.

El submarino 'S-80 Plus', del sobrepeso al sobreprecio


MADRID.- Después de meses de tira y afloja, el Ministerio de Defensa y el astillero público Navantia han llegado a un acuerdo sobre el coste del futuro submarino de la Armada española, rebautizado con S-80 Plus tras alargarle la eslora en más de 10 metros para compensar su exceso de peso: serán 1.550 millones de euros (más una reserva de 100 millones para atender imprevistos), a sumar a los 2.135 del presuesto inicial, por cuatro sumergibles a recibir entre septiembre de 2022 y julio de 2027. Es decir, 3.685 millones de euros en total, un sobrecoste del 72,5% sobre lo previsto, según revela El País.

El acuerdo ya ha sido remitido al Consejo de Estado para que emita el correspondiente informe antes de que el Consejo de Ministros de luz verde a la modificación de la orden de ejecución. Este contrato es independiente del nuevo ciclo inversor anunciado por la ministra de Defensa, María Dolores de Cospedal, para equipar a las Fuerzas Armadas españolas en los próximos 15 años, pues forma parte de los llamados Programas Especiales de Armamento (PEAS) planeados en los años noventa, aunque distintas peripecias han demorado al menos una década la entrada en servicio de los S-80.
¿Es admisible un desvío de más del 70% en el coste de un submarino? Los expertos coinciden en que, dado el alto componente de Investigación y Desarrollo (I+D) que incoporpora el proyecto, tiene mucha más justificación que los abultados reformados de las grandes obras públicas y se remiten a los frecuentes sobrecostes de los sistemas de armas de países de la OTAN. En todo caso, nadie ha explicado este fuerte aumento de costes en el Parlamento ni mucho menos se han asumido responsabilidades.
Tras sucesivos retrasos, el gran fiasco vino en diciembre de 2012, con el reconocimiento de que se había producido un desvío de 125 toneladas en el peso del submarino, lo que afectaba a su flotabilidad y obligaba a rediseñarlo totalmente. 
Un error de este calibre no se habría producido si, de forma excesivamente voluntarista, Navantia no hubiera roto en 2010 su asociación con el astillero francés DCNS, con el que cofabricaba el submarino Scorpène. La empresa española había construido antes submarinos, pero nunca se había enfrentado al reto de diseñarlos en solitario. 
Además, el plan de prejubilaciones de 1999 descapitalizó la compañía, al prescindir de muchos ingenieros mayores de 50 años, precisamente los que tenían más experiencia.
Para sacar a flote el proyecto tras el divorcio traumático con los franceses (los dos exsocios acabaron en los tribunales), el Ministerio de Defensa tuvo que recurrir al apoyo técnico de EEUU: la firma Electric Boat, el mayor fabricante mundial de submarinos, supervisó la revisión crítica del proyecto, que en julio de 2016 superó su examen (CDR, por sus siglas en inglés). No fue un apoyo desinteresado: los estadounidenses cobraron 14 millones por su asesoramiento.
El Ministerio de Defensa ha renunciado a penalizar a Navantia por los retrasos. Alega que, al tratarse de una empresa pública, el dinero que entra por un bolsillo sale del otro, ambos del mismo pantalón. Sí se han discutido los márgenes de beneficio, para que equivocarse no acabe resultando un buen negocio.
Los 1.550 millones de sobreprecio suponen un techo de gasto que no tiene por qué agotarse, según las fuentes consultadas. Esta cantidad incluye 16 millones para adaptar los muelles de atraque de la base naval de Cartagena (que deben dragarse y alargarse), los dos simuladores (el de plataforma y el táctico) o la dotación de armamento. También, el sistema de propulsión independiente del aire (AIP), que le convertirá en el submarino no nuclear con mayor autonomía y discreción (capaz de navegar casi dos semanas sin salir a la superficie).
Dos firmas españolas, Técnicas Reunidas y Abengoa, compiten en la carrera por diseñar un sistema capaz de producir hidrógeno a partir de bioetanol. No solo se trata de producir el sistema AIP, sino de miniaturizarlo para su instalación a bordo. Tras varios fracasos, alguno muy sonado, la Armada está convencida de que ambos prototipos culminarán con éxito, aunque da por descontado que no llegarán a tiempo para la botadura de los dos primeros submarinos, por lo que se estrenará en el tercero de la serie y se instalará posteriormente en todos.
La demora del S-80 ha provocado, además, costes colaterales. A dos de los tres submarinos que quedan en servicio de la serie anterior (S-70), que ya deberían haberse dado de baja, se les ha prolongado la vida operativa mediante una gran carena (revisión exhaustiva) no prevista por el fabricante. En total, otros 86 millones de euros que, si hubiera nuevos retrasos, aumentarían hasta sumar 130.

Miras quiere reinventar el PP / Ángel Montiel *

El piloto que conducía el coche que lideraba la prueba sufrió a mitad de carrera una grave indisposición, y hubo que sustituirlo por otro, pero éste, al cabo, ha acabado detectando que el problema es más complejo: también el vehículo está averiado. Y ante esa constatación cabían dos opciones para llegar a la meta de 2019: una, confiar en la inercia propia y en la impericia de los competidores, lo que es mucho confiar, y otra, entrar en bóxer y cambiar las piezas para regresar a la pista con renovado reprisse.

Esto es lo que ha decido hacer Fernando López Miras en un gesto que ha sorprendido hasta el gato. Literalmente. Se esperaba un cambio de Gobierno, pero esto por sí solo habría resultado insuficiente. Lo que, antes de eso, que también vendrá en marzo, ha ingeniado el presidente popular es un cambio de modelo de partido, de equipo para gestionarlo y hasta de ideas para definirlo. 

La palabra que más empleó en la reunión de la junta directiva del pasado jueves en que anunció la convocatoria de un congreso extraordinario del PP en que votarían todos los militantes, sin el filtro de los compromisarios, fue ´ruptura´. Muy fuerte esta palabra, dicha en cualquier organización, pero más en la de los populares, y menos desde la cúpula, no desde la oposición interna si existiera.

Y no contento con esto, ya en declaraciones públicas, añadió otro concepto que creíamos era tabú en el PP de Rajoy: refundación. Es decir, cambiar hasta las bielas. Pero no hay rebelión, pues el primero que está de acuerdo es el propio Rajoy. A él se viene dirigiendo desde hace algún tiempo López Miras para obtener el plácet, y parece que no le ha costado mucho a pesar de que en una estructura tan rígida como el PP cualquier cambio para su adaptación, aunque sea en un ámbito local, podría prender la llama que extendiera la experiencia, no sólo a otras Comunidades, sino a la misma pirámide nacional.

De entrada, la intención refundadora anunciada por el presidente murciano adquiere legitimidad por la propia fórmula del congreso: un militante, un voto, lo nunca visto en el PP. López Miras no sólo ha hecho enunciados de propósitos, sino que ha empezado por llevarlos a cabo. Al menos, en lo instrumental.

Actualización y cercanía. El presidente apela a su edad, 34 años, para significar que pertenece a este siglo y comprende sus nuevos retos y está en sus debates; asegura que su círculo de relaciones personales es ajeno al estamento político y que esto le permite poner el oído en la realidad de la calle, y presume de no estar sumergido en ninguna ´burbuja política´. Va más allá: dice que es consciente de las insuficiencias del PP para conectar con la sociedad, y que en su partido es preciso «un rearme ideológico y moral». Si uno lo deja hablar pareciera estar escuchando las letanías de muchos de los decepcionados con el PP.

Señala, además, que el recurso del ´estado de obras´ (AVE, aeropuerto...) no es suficiente para crear vínculos afectivos con los ciudadanos, sino que es preciso detectar las nuevas ideas y desafíos, más amplios y generales que ofrecer circunstanciales frutos de gestión.

En una impresión espontánea podría decirse que lo que López Miras intenta con este efecto, la convocatoria inesperada de un congreso de su partido, es afianzarse como líder y candidato que presenta una ilegitimidad de origen por haber sido puesto a dedo (algo que en el PP no es excepcional y viene siendo tolerado), pero, con ser así, no se queda en esto, y ahí está lo fundamental de la sorpresa.

El presidente está dispuesto a revisar en profundidad las políticas de su partido, los mensajes y planteamientos que ha venido manteniendo, y esto bajo una exposición a modo casi de lema: «Los asuntos de nuestro tiempo no pueden ser contemplados con los mismos esquemas que nos sirvieron en 1996». Es obvio, pero parece que en el PP hay que recordarlo. Y López Miras está decidido a dar el salto. Es valiente, sin duda, pero traslada la sensación de vértigo porque conocemos muy bien al PP, y habrá que verlo para creerlo.

Pero esa misma impresión externa sobre el PP es la que no se resigna a aceptar López Miras. Asegura que la militancia y el grueso de los votantes populares están integrados como el que más en la parte de la sociedad más puesta al día, y se niega a ser percibido como el líder de un partido ´viejuno´ que ha de reaccionar a la defensiva. 

Por tanto, el plan que ordena el congreso que ha convocado tiene que ver, naturalmente, con su ratificación en la presidencia, apurada hasta la aceptación de los militantes en voto directo y secreto, pero también, y es lo importante, con un cambio global de perspectiva. Incluso ha rechazado las recomendaciones para que el congreso se celebre en el Auditorio, como siempre, o en algún hotel, y ha elegido las instalaciones universitarias, «porque es el lugar donde se mueve la gente cada día».

Esto va a ser lo interesante: hasta qué punto puede transformarse el PP.

En el último periodo se ha constatado que basta un simple cambio de tono, como en el caso de la madrileña Cifuentes, para que se tome por novedad, tal es el inmovilismo general de esa organización, pero da la impresión de que López Miras pretende dar un empujón más contundente, de tal manera que quizá la Región de Murcia pueda resultar un laboratorio de prueba para renovar al PP, y tal vez por eso ha sido consentida esta experiencia.

Tándem con Ballesta. En esta particular ´operación renove´, López Miras ha dado de entrada, junto a la instauración de lo que en la práctica son unas elecciones primarias, un paso más al romper las inercias internas. El único privilegiado que conoció el jueves pasado, antes que los demás, su iniciativa de convocar un congreso extraordinario fue el alcalde de Murcia, José Ballesta, aunque solo le llegó la confidencia unos minutos antes del inicio de la reunión de la junta directiva, en un aparte previo. 

Lógico, porque iba a salir de allí convertido en el director del comité organizador. El golpe de efecto del presidente ha obrado un milagro poco habitual en la política. Hace unos días parecía que, a consecuencia del desentendimiento inicial sobre la solución al caso de los ´audios de Roque´, las relaciones entre López Miras y Ballesta se complicaban hasta el punto de que podrían convertirse en un problema añadido a los que ya tiene el PP. Pues bien, de pronto, el presidente y el alcalde de Murcia aparecen constituyendo un tándem perfecto, complementario. 

Ballesta, que aun plenamente integrado en el PP, ha venido apareciendo como una personalidad ajena a las cuestiones orgánicas, pasa ahora a ser algo así como el suministrador principal de las ideas para la ´refundación´. Quedan, pues, pulverizadas algunas camarillas y desactivados los corresponsales que, más que enlazar trazaban zanjas. El factor Ballesta es clave en esta nueva etapa, que empieza, nada más que por su mera elección, por soldar las grietas de lo que pudo haberse prolongado en conflicto.

Ruptura, refundación, nuevo partido. Las palabras obligan. Y López Miras ha hablado de ´ruptura´, matizada en el sentido de que la sociedad ha cambiado y el PP debe incorporarse a ella con otros planteamientos a los que ha venido manteniendo por arrastre de sus sucesivos éxitos a partir de 2016. 

Ha hablado de ´refundación´, lo que no puede ser entendido más que como un cambio radical en la manera de entender la democracia interna, la respuesta a la corrupción y el establecimiento de políticas prioritarias que hasta ahora no lo han sido para el Gobierno. El presidente popular no se ha contentado con exhibir esos términos, sino que ha acuñado sin rubor la expresión «nuevo partido», lo que supone admitir la realidad de la caducidad del que se ha quedado ´viejo´, tal como se desprende de muchos indicios, entre ellos el más inquietante: las encuestas. 

Sigue en ese sentido los pasos de los socialistas, que desde la elección de Pedro Sánchez o, en la Región, de Diego Conesa, hablan del «nuevo PSOE»; los otros dos grupos parlamentarios no usan el calificativo porque son nuevos de por sí.

Aunque la decisión de López Miras haya tenido un efecto sorpresa, porque nadie esperaba que el PP fuera capaz de mirarse al espejo y reaccionar con tanta determinación, la ´revolución´ que promueve no es extraña a la organización. Las apelaciones del presidente a que «ya no estamos en la estela del 96» recuerdan la actitud de Ramón Luis Valcárcel en aquellas fechas del pasado siglo: tras ganar a Calero el congreso, quiso situar al PP en el centro político e incorporó a cargos a todos los militantes de UCD que había disponibles. También vendía Valcárcel por entonces «un nuevo partido», aunque luego ambos, el partido y él, envejecieran juntos muy ostensiblemente tras ocho iniciales años de buena gobernación.

Remodelación del Gobierno. Pero, ojo, que los cambios acarrean a veces desestabilización. No se dirá que el PP está desacostumbrado a los cambios tras los vaivenes de los últimos años, con cuatro presidentes de la Comunidad puestos en cola, pero no son precisamente ese tiempo de cambios los que necesita. Es obvio que se prevé la constitución de un nuevo equipo de dirección y quienes ahora lo integran quizá se muestren menos complacientes que los procuradores en Cortes de cuando la Reforma Política, allá por la Transición, que votaron sí a su propia desaparición. 

O puede que haya quienes desconfíen de que López Miras se lance con tanta voluntad a poner las cosas patas arriba para iniciar el deshollino. Pero el presidente asegura que «todos y cada uno de los miembros de la dirección del partido han mostrado su apoyo al proyecto y se han puesto a mi disposición».

Queda claro, además, que la convocatoria del congreso es el punto primero de una hoja de ruta que tiene dos epígrafes más, señalados también para el mes de marzo. Uno, que antes de la Semana Santa estarán decididos los nombres de los candidatos a la mayoría de las alcaldías de la Región, al menos de las principales (la de Murcia ya no es una incógnita). Y dos, que habrá cambios en el Gobierno. Preguntado por esta cuestión, López Miras responde: «Vamos al congreso, y lo demás ya se verá». Se verá que habrá remodelación, pues será la manera práctica de observar la traslación del ´nuevo partido´ a San Esteban.

El PP está averiado, como hemos venido señalando en muchos comentarios. Pero ahora sabemos que también lo saben en el PP. Y López Miras se ha decidido, cuando ha visto el momento preciso, a repararlo. Repararlo es cambiarlo. Veremos.

‘Habitas doblemente peladas’ para seis

Tiene gracia que el primer acto de las primarias convocadas por López Miras, en las que él será candidato, consista en una cita en Cartagena con el líder nacional del partido: el viernes para cenar, y el sábado para dar un paseo madrugador y deportivo por el Monte de las Cenizas al ‘ritmo rajoyano’. 

Queda claro quién es el favorito, en el improbable caso de que hubiera otro. En la cena, a la que ambos presidentes fueron con sus respectivas parejas, se añadió otra ‘pareja política’: la portavoz del Gobierno, Noelia Arroyo, que no sabía adónde iba (López Miras le dijo: «Resérvate la noche», sin más información), y el presidente del PP de Cartagena, Quico Segado (uno de los dos será candidato a la alcaldía). 

Almudena, la anfitriona de La Marquesita les ofreció un menú de sus especialidades: alcachofas, calamares a la plancha, ‘habitas doblemente peladas’, denton a la plancha, tartar de atún, cazoleta de chanquetes al ajillo, vino de Bullas, y asiático, muy del gusto de Viri, la esposa de Rajoy. 

La Marquesita es el restaurante favorito de Pilar Barreiro, pero en la cena no se habló de la controvertida senadora, y tampoco de PAS o de Valcárcel. Se habló de la Semana Santa de Lorca, de la que el presidente murciano mostró en su móvil un vídeo a Rajoy, quien tal vez se apunte a asistir a los desfiles bíblicos este año tras hacer un paseo previo por la ciudad para constatar su recuperación años después de la visita que hizo cuando los terremotos, antes de ser presidente del Gobierno. 

Fue Rajoy quien sugirió dar un paseo por el centro de Cartagena en vez de dirigirse directamente al restaurante, pues al parecer le gusta hacerse selfies con todo el mundo. Había venido a una boda, como se sabe.



(*) Columnista


En los ojos de Urralburu / Joaquín García Cruz *

Que una y otra vez le recuerden que no nació en Murcia es lo que peor lleva Óscar Urralburu desde que se alzó con la secretaría general de Podemos, en febrero de 2015. De todos los improperios que el presidente de las cooperativas agrarias, Santiago Martínez, le soltó en la Asamblea Regional el pasado día 1, minutos antes de que la oposición aprobara en bloque las exigentes enmiendas a la ley de medidas urgentes para el Mar Menor, a Urralburu se le clavó, más honda que ninguna otra, la exclamación «¡ni siquiera eres murciano!», que Santiago Martínez repitió después en un corrillo con el presidente López Miras, sin que este se inmutara ante lo que Urralburu considera que fue una manifestación de naturaleza xenófoba. 

El dirigente agrario espetó también a Urralburu, cara con cara y el índice levantado, que «estás jugando con la olla de mis hijos», que «cobras un sueldo de la Universidad, a veces dos al mes», y que «tú has dirigido todo esto», para insinuar que, si PSOE y Ciudadanos iban a suscribir las enmiendas -como finalmente sucedió-, lo harían empujados por Podemos, el partido que pretendía «cargarse» el sector agrícola. 

El vídeo de ‘La Verdad’ con este rifirrafe refleja uno de los momentos más tensos que se han vivido en el interior del Parlamento autónomo, con el líder de Podemos y la diputada María Giménez aguantando estoicamente las andanadas de Santiago Martínez, a quien Urralburu se limitó a contestar que dejara de hacer «teatrillo», pero reconcomido por dentro por el reproche de no ser murciano, que tantas veces ha escuchado en los tres últimos años. 

Quienes presenciaron aquello aseguran que el portavoz del PP, Víctor Manuel Martínez, se alejó sabiamente del foco, y se sabe que Lucas Jiménez, el presidente del Sindicato Central de Regantes del Tajo-Segura, a quien las enmiendas de la oposición hacen la misma gracia (ninguna) que al presidente de las cooperativas agrarias, telefoneó al día siguiente a Óscar Urralburu para desmarcarse de Santiago Martínez. 

El secretario general de Podemos, docente de Secundaria en excedencia y profesor asociado en la Universidad de Murcia hasta que se liberó para dedicarse por completo a la política, mantiene fijado aún en su cuenta de Twitter el vídeo, por su contenido didáctico e ilustrativo de las malas artes. Después no ha vuelto a verse con el representante de las cooperativas, ni a pronunciarse públicamente al respecto de lo sucedido en la Asamblea, pero en privado cuenta que Santiago Martínez figura en el Registro Mercantil como administrador en varias empresas distribuidoras de nitratos y como apoderado en otras, una maldad sembrada ya en las redes sociales. 

El líder de Podemos asegura que el propio presidente de la Comunidad Autónoma, de formas siempre blandas, le ha comentado en alguna ocasión que «tú no entiendes bien lo que pasa porque no eres de aquí». Sin acritud, pero dejándosela caer. 

Óscar Urralburu (Pamplona, 1971) vive en Murcia desde hace 25 años, tiene dos hijos nacidos en Murcia, en Murcia se doctoró en Bellas Artes y en Murcia se lanzó a la vida pública dirigiendo el sindicato asambleario Sterm, que en los años noventa agitaba con éxito las aulas contra las políticas educativas del PP. 

A la vista de su personal ‘curriculum vitae’, Urralburu no entiende cómo se le puede denegar su murcianía y por qué se le intenta desacreditar reprochándosele su origen navarro, salvo que sea, como parece, con la finalidad de desautorizar subrepticiamente su predicado político, por lo demás bien conocido: izquierdista del todo, de verbo mordaz, instalado en la radicalidad, provocador de biempensantes y engarzado en un partido de discurso frecuentemente agrio al que un 20% de los españoles mantienen su intención de votar, según la última encuesta del CIS, pero al que una buena parte del 80% restante ve como una amenaza para la democracia. 

Cabría pensar que incluso en el terreno personal debe de ser incómoda la empresa de capitanear Podemos en una región que desde 1995 vota al PP mayoritariamente (y hasta 2015, con apoyos superiores al 60%) y en la que Podemos no se cansa de denunciar la existencia de ‘lobbies’ que supuestamente maniatan a los gobiernos de turno. 

Sorpresa. La pelotera con Santiago Martínez es el único episodio avinagrado de cierta intensidad que Óscar Urralburu ha sufrido en su relación con la patronal, los sindicatos, las otras fuerzas políticas -incluido el PP- y los numerosos colectivos e instituciones que discrepan abiertamente de Podemos y rechazan sus posiciones, pero sin llegar más lejos ni recurrir al oprobio personal en lo que podría llamarse una cordial disidencia. 

Uno de los cargos públicos más importantes del PP en la Región -y su familia- viven desde hace meses con protección policial porque los Cuerpos de Seguridad entienden que podrían ser presa fácil de algún desalmado, no viene al caso por qué. Urralburu no se ha visto ni por asomo en una coyuntura semejante, y de ahí que no salga de su asombro por el encaramiento que hubo de aguantar el día de las enmiendas a la ley del Mar Menor. 

Otra cosa es lo que sucede en los pueblos, donde Podemos se queja de que algunos alcaldes les niegan locales, de actitudes belicosas individuales en absoluto generalizables, y de poco más..., con una grave salvedad: al secretario general del partido en una localidad pequeña le envenenaron los perros en su casa de campo y le dejaron un aviso: «Tú serás el siguiente». Dimitió, asustado. 

Urralburu tiene, por tanto, razones sobradas para proclamar el carácter tolerante y hospitalario de una región en la que observa conductas caciquiles aisladas y residuos de un feudalismo minador del progreso, pero a la vez una región en la que -asegura- se les escucha con respeto, a él y a su gente, pese al radicalismo de sus postulados y a la visión que de Murcia proyectan, nada complaciente con el poder establecido y en la que Podemos señala una peligrosa dualización social derivada de un reparto desigual de las rentas, inferiores a mil euros para el 53% de la población activa; un Instituto de Crédito y Finanzas poco útil para el reflotamiento de empresas en apuros; un Instituto de Fomento que identifica con un mercado persa en el que las ayudas «van siempre a las mismas manos», en lugar de impulsar una movilización social de la economía; una Administración endeudada hasta las cejas; una agricultura obligada a teñirse de verde «por su propio bien, porque no se trata de un capricho de ‘hippies’ o ecologistas, sino de una exigencia de Europa»; una economía sumergida que alcanza al 25% del PIB (unos 10.000 millones de euros) y explica -en opinión de Urralburu- que vuelvan a comprarse «tantos cochazos»; una legión de buenos investigadores sin los recursos necesarios para sacar adelante sus proyectos; y un Gobierno que se niega a habilitar la Oficina Antifraude que esta misma semana ha vuelto a reclamar Podemos en la Asamblea y ha caído otra vez en saco roto por falta de aliados parlamentarios. 

Esta es, más o menos, la Murcia vista con los ojos de Urralburu. Una visión radical, para muchos apocalíptica, que le reporta miradas torvas y antipatías del lado más conservador, aunque nada tan doloroso personalmente para él como que lo ataquen por no ser murciano.



(*) Columnista



Auctoritas y potestas / Alberto Aguirre de Cárcer *

A principios de semana me llegaron señales de que el presidente López Miras iba a mover ficha. Se especulaba con cambios en el partido o en el Gobierno regional. En ámbitos empresariales próximos al PP ya circulaban incluso algunos nombres de potenciales damnificados, aunque no pasaban de ser meras elucubraciones sobre una posibilidad con razones de fondo para ser ciertas: la perentoria elección de varios ‘caballos de refresco’ en el Gobierno para dotarlo de mayor perfil político de cara a lo que resta hasta las elecciones del próximo año. 

Pero Miras no soltaba prenda ni siquiera a sus colaboradores más cercanos. El mismo miércoles por la tarde se negaba desde San Esteban a este periódico la posibilidad de que hubiera cambios inminentes. Tampoco en el PP regional se sabía el motivo de la convocatoria urgente de su Junta Directiva. Lo que solo había hablado con Rajoy y Cospedal acabó trascendiendo en la tarde del jueves para sorpresa de todos los suyos, excepto para el alcalde de Murcia, José Ballesta, que estaba en el ajo: la convocatoria de un congreso extraordinario para el 18 de marzo, el primero en la historia del partido a nivel nacional sin compromisarios y donde el presidente regional será elegido bajo la fórmula de un afiliado, un voto. 

Miras daba un golpe de efecto con el que empieza a purgar el pecado original que arrastra, la designación a dedo de forma apresurada por su antecesor, Pedro Antonio Sánchez, e intenta movilizar al partido para darle la vuelta a los pronósticos más pesimistas. Si todo transcurre como parece, López Miras dejará de ser simplemente Fer y se habrá ganado el liderazgo de los suyos para renovar el ideario del partido, hacer cambios profundos de modos y personas en el interno del PP y establecer una relación más estrecha con la sociedad murciana en base a nuevos objetivos programáticos. 

Las palabras del exvicepresidente Juan Bernal en ‘La Verdad’, cuestionando a principios de enero no tanto la idoneidad de Miras como su discutible designación a la búlgara, no cayeron en saco roto. No eran pocos los destacados militantes populares que compartían esa opinión, aunque ninguno se atrevía a expresarla, bien por considerarla políticamente inconveniente o por desidia, comodidad, temor a ser señalado o sencillamente por cobardía.

 «El presidente debe ser elegido por todos los militantes del partido -aseveró Bernal-. Es un hecho clave que no admite discusión en los tiempos actuales. El presidente no puede resultar elegido en un proceso de nombramiento a dedo sin saber muy bien por qué y cómo se ha hecho. Esa no es la forma en la que queremos tener a un presidente del PP. Si deseamos que realmente transmita ilusión y confianza, tiene que ser alguien que pase un proceso de elección dentro del partido». 

La entrevista a Juan Bernal agitó el avispero popular, aterrado por el vaticinio que figuraba como corolario de sus declaraciones: «El PP lleva camino de perder las elecciones». Aunque Miras dijo al día siguiente que no había leído las declaraciones, una solemne torpeza porque no resulta creíble, tuvo el buen tino de quedarse con lo mollar, a diferencia de algunos de sus colaboradores, empeñados en desentrañar una conspiración inexistente, ocupación muy habitual en los cenáculos de la política murciana en su ala más pacata. 

Probablemente fue José Ballesta quien le hizo ver a Miras la diferencia entre la ‘auctoritas’ y la ‘potestas’, el poder moral basado en el reconocimiento o prestigio de una persona y el poder político que se impone por la fuerza desde arriba. Elegido de la misma forma que Pedro Antonio Sánchez, Miras goza hoy de ‘potestas’, pero tiene que ganarse la ‘auctoritas’ ante quienes le ven demasiado bisoño y falto de cuajo político como para llevar a buen puerto un partido desgastado por tantos años en el poder, más desmovilizado que nunca desde 1995 y, en muchos aspectos, desfasado en relación a los vertiginosos cambios sociales que vivimos. 

Nadie, en definitiva, terminaba de creerse aquello del ‘nuevo PP’. Apostar por un congreso abierto, inédito en los populares, es una decisión valiente, inteligente y acertada de López Miras, que le hace recuperar iniciativa política y ganar enteros, fuera y dentro del Partido Popular. Su eventual elección por los militantes sintoniza con una corriente mayoritaria en la opinión pública, que apuesta por partidos con democracia interna y dispuestos a primar la meritocracia para poder llevar a los mejores a la política. 

El ‘aggiornamento’ del PP, no obstante, debe ser profundo porque por primera vez sus votantes tendrán en 2019 otras opciones que no les suscitan reparos ideológicos (Ciudadanos y la formación de Alberto Garre). Ahora se le abre al PP una oportunidad única para, de una vez por todas, asumir un discurso creíble sobre regeneración democrática, igualdad y medio ambiente..., y proyectar una visión de futuro para la Región que no incluya solo el agua y las infraestructuras.

Es muy probable que esa renovación de ideas y de caras vaya seguida de un inmediato anuncio de los candidatos para las municipales, al menos en aquellos lugares donde no gobierna, y de una remodelación, parcial o profunda de la composición del Gobierno regional, para impulsar el nuevo relato político que surja del congreso extraordinario. 

Después de cuatro presidentes en cuatro años al frente del Gobierno regional, los populares han tenido que verse al borde del precipicio para reaccionar y tomar una decisión sensata. Nada tienen garantizado de antemano, pero al menos se han caído del guindo a tiempo para intentar enderezar un rumbo que les conducía al desastre. Políticamente, el asunto empieza a ponerse interesante.


(*) Periodista y director de La Verdad


La ANC mete presión / José Antich *

La Assemblea Nacional Catalana acaba de colocar un petardo de proporciones aún desconocidas en plenas negociaciones entre Junts per Catalunya y Esquerra Republicana, que inicialmente parecían ser para la investidura de Carles Puigdemont como candidato a president de la Generalitat propuesto por el presidente del Parlament, Roger Torrent, y actualmente parecen haber derivado, además, hacia el programa del nuevo Govern y la confección del Ejecutivo catalán. 

El hecho de que la ANC amenace con movilizaciones en la calle si las dos formaciones no cierran un acuerdo de manera inmediata se asemeja mucho a aquella exigencia de Carme Forcadell en septiembre de 2014 cuando, dirigiéndose al entonces president de la Generalitat Artur Mas, le espetó desde el atril en el que hablaba: "President, posi les urnes". Y este acabó poniéndolas.

La petición del secretariado de la ANC ha provocado escozor en Esquerra Republicana, que asegura que hace todo lo posible por no retrasar la investidura de Puigdemont, que quiere efectiva y que incluya una hoja de ruta del Govern

El malestar en ERC viene de lejos, ya que sus portavoces no dejan de asegurar en privado que la candidatura de Puigdemont, que sigue defendiendo en público Junts per Catalunya, pretende llevarlos a un callejón sin salida, habida cuenta de que la investidura del president cesado por el 155 es inviable y el Tribunal Constitucional así lo ha expresado. 

En esta misma dirección, el TC acabará vetando cualquier modificación que el Parlament pueda llevar a cabo, hasta dejar en vía muerta cualquier iniciativa.

Pero lo cierto es que el movimiento de la ANC no es ni mucho menos gratuito dado que cuenta con cientos de miles de asociados y ha sido el protagonista de las multitudinarias manifestaciones que se han celebrado todos los 11 de septiembre desde el año 2012. 

Que el mundo del independentismo está incrementando la presión sobre Esquerra es una evidencia y, además de la ANC y de Junts per Catalunya, mantiene una posición similar en el tema de la investidura la CUP

En su día, cuando la demanda pública de Forcadell, ya señalé que debían mantenerse separadas las decisiones del poder político y la labor de las entidades soberanistas. Cada uno tiene sus funciones y no es bueno confundir los papeles que han de desempeñar. Entre otras cosas porque la unidad y la cohesión son valores a preservar ahora y en los próximos años. Y la pluralidad de la ANC y de Òmnium han de ser tanto una garantía a la hora de impulsar acuerdos, como un ejemplo de fiscalización de su cumplimiento.



(*) Periodista y ex director de La Vanguardia




Mejor ignorar a los valencianos / Salvador Enguix *

Lluís Bertomeu, columnista de nuestra edición digital, suele referirse tildándola de “desleal” a la actitud del Estado respecto a la Comunidad Valenciana. Y ofrece como contrapunto la evidente e histórica “debilidad valenciana” para ubicarse en el tablero político español, con todo lo que eso significa a la hora de captar recursos financieros e inversiones. Pero tras conocer lo sucedido esta semana en el Congreso habría que añadir un tercer concepto, el de la ignorancia, la que practican los partidos de ámbito estatal frente a las necesidades y urgencias de una geografía siempre, a decir verdad, comprometida con el destino de España. 

Viene esta tercera idea a cuento de la decisión de la Mesa del Congreso de aceptar tramitar la reforma del Estatuto de Murcia (región que gobierna el PP), mientras se sigue aplazando la del valenciano. “Nos ha pasado hasta el apuntador” señalaba el diputado de Compromís, Joan Baldoví, no sin razón. Porque no hace mucho también se aceptó tramitar la reforma del Estatuto Canario, región clave a pesar de su marginal presencia en el Congreso para que Mariano Rajoy apruebe los ansiados Presupuestos Generales del Estado, PGE, del 2018. Con un dato interesante: la petición del estatuto valenciano se registró en noviembre del 2011, la del canario en abril del 2015 y la del murciano en mayo del 2017.

No hace falta ser un lince para percibir esa ignorancia, fruto de una clara voluntad por evitar que la Comunidad Valenciana refuerce sus mecanismos legislativos para percibir los recursos justos en proporción a su población. Baldoví apuntaba al PP y a Ciudadanos como los responsables de este bloqueo. Partidos ambos con amplia representación en la Comunidad Valenciana pero que no son percibidos por los valencianos como verdaderos defensores de sus intereses, según refleja el barómetro de opinión hecho público esta semana por la Generalitat Valenciana.  

No fue así siempre en el caso de los populares; hubo un tiempo en el que sí se les consideraba como grandes representantes de un “poder valenciano” (definición abanderada por Eduardo Zaplana) que, sin embargo, con el tiempo se demostró incapaz de encontrar soluciones para equiparar esta autonomía a otras más hábiles en establecer relaciones bilaterales con el Estado. El actual PP valenciano, que lidera Isabel Bonig, parece más preocupado por denunciar una presunta “deriva nacionalista” de la Comunidad Valenciana que por resolver la parálisis estatutaria, la infrafinanciación o la infrainversión. Ese es el relato que Isabel Bonig reitera una y otra vez en cuantos foros es invitada, incluso en el Senado. 

En Ciudadanos las cosas están tan o más claras que en el PP. Partido centralista, jerarquizado, y poco entusiasmado en dotar a las autonomías de mayor capacidad de autogestión. En la Comunidad Valenciana persiguen el relato del PP, con vocación de competir en el discurso anticatalanista y antinacionalista. Un mercado, a tenor del barómetro conocido, que apenas moviliza inquietudes en la opinión pública valenciana, de momento. Pero entusiasmado por las últimas encuestas divulgadas. Creen, y es posible, que pueden deteriorar parte del mercado popular en esta autonomía.

También en el caso del PSOE es fácil encontrar evidentes contradicciones. Los socialistas españoles no se oponen a una reforma del estatuto valenciano, pero no la impulsan; y ello a pesar de la presión del PSPV, fuerza que lidera Ximo Puig. Hay, al respecto, un conflicto de modelos, y de percepciones; en parte a causa del temor de que abrir el melón de la reforma valenciana acabe contagiando a otras autonomías gobernadas por el mismo partido. Existe además en el PSOE también una línea muy española, temerosa de que el caso catalán tenga efectos negativos en las exigencias de otras regiones, pongamos como ejemplo la Comunidad Valenciana. No lo tiene fácil Ximo Puig.  

Esta es la fotografía política, al fin, de un fracaso; pues pocos creen ya que se afronte algún día la reforma del Estatut valenciano con la voluntad y vocación exigida. Hay demasiados síntomas de que esta ignorancia provocada es en sí mismo un elemento sistémico instalado en el Estado, pues basta ver cómo se retrasa el nuevo sistema de financiación y cómo se dan las inversiones a cuentagotas para perder, incluso, la esperanza. O cómo ciertas inversiones rozan lo tragicómico, como ese AVE Madrid-Castellón que circula entre València y Castellón por una vía de cercanías, con cinco retrasos en quince días y sin capacidad para reducir los tiempos entre las capitales de la Comunidad Valenciana. 

La ignorancia, como atributo, integra también cierto desprecio, lo que debería alertar, y mucho, a los partidos que pretenden impulsar cierta valencianidad en sus relatos. Pero de seguir así, el PP y Cs no deberían extrañarse que el PSPV y Compromís vayan creciendo ante la opinión pública como los partidos que mejor defienden los intereses de los valencianos. Mientras el PP logró que su marca fuera percibida así, fue hegemónico en esta sociedad valenciana, y arrasó en las urnas. Deberían tomar nota. Porque ese va ser el elemento que mejor puede dar continuidad al Botànic en el 2019 en la Generalitat Valenciana.


(*) Periodista


Rajoy en amok / Ramón Cotarelo *

Rajoy parece haberse convencido ya de que en España no lo quiere nadie. Ni los suyos. Escasamente su familia y la fiel vicepresidenta. Pero esta ya no le sirve de nada, pues le han aconsejado que no recurra ante el Tribunal Constitucional los sondeos del CIS ni las encuestas de intención de voto, ni las valoraciones de los líderes. 
 
Mire hacia donde mire, todo el mundo le da la espalda. ¡Ingratitud humana! Con lo que él ha hecho por los ricos, los financieros, empresarios, delincuentes, curas y organizaciones fascistas, al tiempo que ha castigado, anulado o reprimido a "los del otro bando". ¡Y ahora quieren prescindir de él, como si fuera una zapatilla vieja!

Pues parece haber decidido dar también aquí la batalla. Si hay que luchar por la supervivencia se pasa al ataque sin contemplaciones y, después de robar el fondo de las pensiones, se le dice a la gente que ahorre si quiere tener alguna y también, de paso, para la educación de sus hijos, para la que tampoco hay dinero porque se lo han fundido en robarlo directamente, regalárselo a los bancos, invertirlo en obras faraónicas inútiles o comprar armas a los yankies y voluntades políticas en las cancillerías europeas en contra de Cataluña. 
 
Antes o después del presidente M punto Rajoy, los de su partido preparan el terreno. Villalobos quiere sisar dos eurillos al mes a los suculentos salarios de los trabajadores y no sé qué dama de las aseguradoras ya sugiere a los jubilados que les regalen sus casas a cambio de la pensión de la que el gobierno los ha despojado y sigue despojandolos.

No hay duda: esta unanimidad social en torno a la marcha de Rajoy apunta a una situación de emergencia. Unanimidad que se refleja en la ínfima valoración a lo largo de todo su mandato, siempre como el político peor valorado, aunque a veces décimas por encima de Iglesias. Un presidente del que todos quieren librarse, no solo por incompentente, sino por desvergonzado y aburrido. Y una situación de emergencia porque a la vista está que este hombre ha perdido todo control y corre en amok de un lugar a otro destrozando lo que encuentra. Vamos a ver cuánto tardamos en tener un conflicto diplomático con Bélgica a cuenta de Cataluña.

Catalunya es el nombre del episodio más catástrofico de la catastrófica gestión de Rajoy. Un desastre sin paliativos originado en el autoritarismo y la incapacidad política de un partido y un gobierno más dedicados a esquilmar el país por todas las vías, legales o ilegales, en provecho propio que a gobernar con algo de lo que Rajoy siempre presume porque no sabe lo que es, el "sentido común". Cuando por "sentido común" entiendes solo lo que te beneficia a ti, tu partido y tus amigos, sucede esto, que te quedas sin país.

Junqueras dice que el mejor regalo que puede hacérsele (por los 100 días encarcelados) es que haya un gobierno. Y en ello está el bloque independentista. Habrá govern y sus circunstancias dependerán de lo que decida el bloque indepe y de lo que las circunstancias más tarde vayan aconsejando. Lo primero será pedir la retirada del 155 y lo segundo, la cesación de todas las hostilidades represivas, con la consiguiente liberación de los presos políticos y el retorno de los exiliados. Son las condiciones ideales para iniciar una negociación entre el Estado español y la Generalitat de Catalunya.

Sí, ya sé que decir esto suena a música celestial y que es seguro que no se conseguirá o no se conseguirá todo. Pero eso no es una razón para no plantear la exigencia, pues es justa y debe quedar constancia de ella. Porque, en definitiva, mientras las cosas no cambien, la cuestión es hasta dónde desarrolla su mandato republicano la Generalitat sin entrar en nuevo conflicto constitucional con la Monarquía española, lo que queda de la Monarchia Hispanica.
 
 
 
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED 

Los españoles, chorizos / José Antonio Zarzalejos *

La admiración que muchos vascos sentimos por el catalanismo de los años 80 y 90 del siglo pasado se debía a que había superado el nacionalismo fundacional, supremacista y excluyente, y desarrollado políticas que suponíamos inclusivas. Nosotros vivíamos el nacionalismo étnico del PNV y el terrorismo separatista de ETA. 

 Catalunya era en aquellos años un paradigma de sociedad. Nadie desconocía los textos fundacionales del nacionalismo catalán en los que se mezclaba la raza con la lengua, pero la acuñación del concepto de "un solo pueblo" y la consideración de los emigrados como "los otros catalanes" creó un nuevo  y ejemplar espíritu social y político en Catalunya.

Pese a las advertencias alarmadas de Josep Tarradellas sobre Jordi Pujol, creímos que el 'president' de la Generalitat de 1980 al 2003 había dejado de ser el hombre que escribió este ominoso párrafo: "Ese hombre andaluz anárquico y destruido, que vive en un estado de ignorancia y de miseria cultural, mental y espiritual (…) y que si por la fuerza del número llegase a dominar, sin haber dominado su propia perplejidad, destruiría Catalunya. Introduciría en ella su mentalidad anárquica y pobrísima, es decir, su falta de mentalidad".

Luego hemos ido descubriendo que nunca dejó de ser el supremacista que fue. El independentismo, en los últimos años, se ha encargado de liquidar el catalanismo, ese magnífico modelo de integración en la sociedad catalana y de proyección colaborativa con el resto de España.

Programación privatizada


El supremacismo -como bien reitera Felipe González- se ha adueñado de la Catalunya independentista. Nadie mejor que  Joan Oliver Fontanet, director que fue de TV-3 del 2002 al 2004 expresó esa falsa superioridad. Dijo: "Los españoles son chorizos por el hecho de ser españoles". La expresión supremacista -una de ellas, la más cualificada- está siendo, justamente, la televisión pública catalana que como escribía con acierto Ferran Monegal el pasado día 7 en este diario es la "mejor televisión privada catalana". Efectivamente: es un medio de comunicación público que privatiza su programación en la endogamia secesionista y desprecia, por tanto, al resto de catalanes de una manera tan clamorosa como hiriente.


 Ya se advirtió que el catalán no independentista era un "súbdito" (Jordi Turull, en agosto del 2017); ya se invitó a Inés Arrimadas a que se fuera de vuelta su Jerez natal (Núria de Gispert, en noviembre de 2017) y ya se proclamó que los españoles damos pena (Pere Soler, en julio del 2017). Se podría elaborar un florilegio de supremacismos, pero no merece la pena. Basta lo escrito para constatar que, por desgracia, el independentismo ha recuperado lo peor de todos los nacionalismos. Y que de aquel catalanismo inclusivo ha pasado a un secesionismo que se jacta de disponer en sus filas -y nunca mejor dicho: en la fila- a cantidad de apellidos de procedencia no catalana.

La importancia del linaje


Lo mismo ocurría en Euskadi: se exhibían apellidos castellanos, extremeños o gallegos en puestos gregarios del nacionalismo para mostrar su receptividad y razonabilidad. Está estudiado que en Catalunya la sobrerrepresentación de apellidos catalanes -el linaje es sustancial en el supremacismo- respecto de  los más numerosos de los ciudadanos de la comunidad es realmente apabullante.


Es cierto que José Montilla, de cuna cordobesa, fue 'president' de la Generalitat (también un López fue lendakari del Gobierno vasco) pero ¿haría falta recordar las frases que le dedicó Marta Ferrusola? Hagámoslo para quienes niegan el carácter supremacista del independentismo. Se preguntó a la dama si le molestaba que el 'president' de la Generalitat fuese andaluz, a lo que contestó: "Un andaluz que tiene el nombre en castellano, sí, mucho". No se cortó un pelo  pese a que Montilla era un ejemplo de integración. Para la esposa de Pujol era como "el Español de Cornellà" de Gerard Piqué.

El proceso soberanista –ese que a Serrat le parece ahora una "feria del disparate"- ha roto todo, ha estropeado todo, ha envenenado todo. Y ha hecho regresar al nacionalismo-separatismo al siglo XIX, a aquel romanticismo malsano de lo propio frente a lo ajeno, a la dialéctica del ellos y el nosotros. Que Felipe González lo subraye es conveniente y responde a una constatación de una realidad que quedó plasmada en el hecho insólito de que en una sociedad hegemonizada por el nacionalismo, haya sido Ciudadanos el primer partido el 21-D. Porque sus electores -y los de los otros partidos no independentistas- tienen la pituitaria muy sensible ante el alarmante complejo de superioridad de los aniquiladores del catalanismo inclusivo. Los súbditos, los chorizos, los que dan pena, parece que se han plantado.


(*) Periodista y ex director de Abc



...y el PNV se cuelga el lazo amarillo / Francisco Rosell *

Juan José Linz, sin duda el sociólogo español más universal, definía como "problema insoluble" aquel que agota a los interlocutores, pero no la cuestión. Dábale la vuelta a lo dicho por Churchill de que una buena conversación debe hacerlo con el tema, no con los escuchas. 

Entre esas cuestiones irresolubles, por el gran componente sentimental e irracional que encierran, figura por derecho propio el nacionalismo al cansar al más pintado. Esa hartura llevó al escritor James Joyce a implorarles a sus compatriotas irlandeses que, ya que no podía cambiarse de país, que cambiaran, por los clavos de Cristo, de conversación. 

Lejos de ser un mal de época, el nacionalismo sobrevive. Todo ello pese a la falsa creencia que hizo pensar que fenecería con la Primera Guerra Mundial y que actuaría de antídoto. El presidente norteamericano Woodrow Wilson, en su optimismo ciego, pronosticaría que sería la última conflagración mundial. No en vano, como explicó Linz, la fuente básica de esos problemas insolubles radica en que los líderes políticos fijan objetivos para los cuales no pueden procurar los medios necesarios y, no obstante lo cual, se niegan a renunciar a ellos. 

Lo cierto es que España, en la hora presente, por medio de la confluencia de los nacionalismos catalán y vasco, asiste al resurgir del neocarlismo, como si quisieran emprender la cuarta guerra carlista. Esta vez, afortunadamente, por medio de la política, poniendo del revés el viejo adagio de Von Clausewitz de que "la guerra es la continuación de la política por otros medios". Todos los tiempos parecen uno, aunque al pretérito legitimismo dinástico reemplace hoy el legitimismo neoforal. 

En medio de la liza catalana, a nadie debiera sorprender que los herederos directos de aquellos que, según Indalecio Prieto, querían convertir el País Vasco en "un Gibraltar reaccionario y un reducto clerical", se hayan sumado esta semana a la procesión independentista. Contrariamente a lo que decía Prieto, que se las tuvo igualmente tiesas con ERC por su deslealtad, de que el separatismo supone el suicidio por asfixia "y los pueblos no se suicidan", éstos suelen sentir una irrefrenable atracción fatal por el abismo, arrastrando a los que acompañan a estos flautistas de Hamelín.

Visto lo visto, el presidente Rajoy debió pensar el miércoles que «éramos pocos y parió la abuela» cuando apareció en escena el portavoz del PNV, Joseba Egibar, con un lazo amarillo en la solapa y una carpeta con 17 folios que artillaban una propuesta de reforma del Estatuto del País Vasco que entrañaría, de facto, su independencia cuando lo disponga. Con la estética del independentismo catalán -sólo le faltó vestir camisa negra, junto al lazo- e iguales propósitos, el PNV se echaba de nuevo al monte. 

Como tres lustros atrás (octubre de 2003) por medio del denominado plan Ibarretxe, cuyo fiasco se saldó con el cadáver político de su promotor y la pérdida del Gobierno vasco por primera vez desde la restauración de la democracia. Si el lehendakari Ibarretxe formulaba una especie de Estado libre asociado, al modo del establecido en Puerto Rico en 1952, el nuevo artefacto nacionalista proclama que el País Vasco goza de un derecho a la autodeterminación prevalente sobre la Constitución. 

Paradójicamente, el pendulazo del PNV se registra cuando atesora las mayores cotas de poder de toda su historia, pues manda en el Gobierno, las diputaciones, las grandes alcaldías, al tiempo que es cortejado hasta el arrobo por La Moncloa, lo que hace aparentemente inexplicable que trate de ajustar su hora al reloj averiado al secesionismo catalán. Este concierto político se promueve, además, cuando el Gobierno acaba de dispensarle un fructífero cuponazo. 

En Grandeza y decadencia de los romanos, Montesquieu ya refiere que la paz no se puede comprar porque quien te la ha vendido se encuentra después en mejores condiciones para hacerlo las veces que estime oportuno. Sentada esta premisa, resulta absurdo reprochar a los nacionalistas una conducta oportunista y desleal (por definición, lo son), cuando se limitan a aprovecharse de lo que otros le sirven en bandeja. 

Lo cierto es que Rajoy tiene la legislatura en el aire cuando ya parecía tener los Presupuestos rumbo al BOE con el apoyo de PNV y Ciudadanos. Pero ambos avales se han devaluado por mor de la crisis catalana: los primeros se reservan su voto -eso arguyen- hasta que se levante el artículo 155, y los segundos, impulsados por su éxito en los comicios catalanes, afrontan una guerra sin cuartel con el PP que puede que no ceje hasta la múltiple cita del 2019. 

En esas vicisitudes, un presidente que vive al día, lo que le ha hecho el gobernante más perdurable desde el restablecimiento de la democracia, siente el desasosiego del ganado atosigado por los tábanos. Diríase que Rajoy ve cómo sus adversarios le achican los espacios y reducen su maniobrabilidad, atendiendo al sistema que popularizó Menotti cuando llegó a entrenar al Barcelona de Maradona y Schuster, a base de presionar al rival adelantando la defensa. Ante ello, Rajoy busca no achicarse con la ofensiva lanzada hace semanas con una batería de leyes para cuya aprobación no cuenta con los votos imprescindibles. 

Junto a ello, busca consuelo cavilando -de ahí que no diga esta boca mía cuando se le inquiere sobre el destape peneuvista- que, en el conflicto entre las dos almas del PNV, se impondrá el pragmatismo para no correr la suerte de la extinta Convergencia, si bien entiende que haga alardes para no dejarse desbordar por el separatismo abertzale. Pero la contienda catalana lo que columbra es que, cuando se pone en marcha un proceso de esa guisa, su control escapa a sus promotores y termina arrollándolos. Incluso, aunque parezca una piedra cuadrada, termina rodando. 

Al maldito damero catalán y esta complicación añadida en el País Vasco, se suman las divergencias, camino de lo irreconciliable, con Cs. Aun sabiendo lo volubles y tornadizas que son las relaciones entre políticos, donde lo que hoy es no, mañana es sí, y viceversa. No parecen, desde luego, de cura pronta sus encontronazos con Cs. Más que marcar diferencias por adueñarse de un espacio electoral común, cavan trincheras entre sí. 

Esto hace imposible que PP y Cs se pongan de acuerdo ni en la hora. En el PP, dicen estar hartos de poner la mejilla, y se han embarcado en una guerra de mandobles en constante escalada. No entienden cómo a Cs, para aprobar los Presupuestos en Andalucía, no le supone inconveniente que esté imputado un diputado socialista en Cortes, el sevillano Antonio Gutiérrez Limones, mientras hace casus belli con la senadora del PP, Pilar Barreiro, diez años alcaldesa de Cartagena. 

Pero, como bien sabe el PP, pero también Pedro Sánchez, la relación de Susana Díaz con Cs va más allá de la lógica partidista y lleva al punto estrambótico de que su opinión valga más para decidir quién será el candidato de Cs a las próximas elecciones autonómicas que la de conspicuos dirigentes de esta agrupación. A ello contribuye que Díaz amigue más con Albert Rivera que con su secretario general, al reinar entre ellos una frialdad rayana a de la época de la Guerra Fría. 

En el PP confían en que los raptos de ansiedad que suelen jugarle malas pasadas a Rivera, junto a los fracasos que acumula en el terreno de los padrinazgos algún facedor de entuertos que presume de ser su Pigmalión, devolverán a Cs a la casilla que ocupaba en el parchís antes de que, en el tablero catalán, Inés Arrimadas saltara de oca en oca y tiro porque me toca. 

De momento, Rivera contiene el aliento y la euforia etílica de las encuestas en alza mayúscula, al tiempo que evita ser recogedor de cargos del PP que llaman a su puerta para acceder por la entrada vip. Éstos chocan, por lo demás, con los derechos de primogenitura que esgrimen sus militantes de primera hora. Súmese a ello los recelos lógicos derivados de no aparecer como un grupo de mercenarios. Ello envejecería prematuramente a una formación que pretende preservar su virginidad y arribar inmaculada a las elecciones del año venidero. 

En esas circunstancias tan adversas, Rajoy puede caer en esa honda enfermedad que nuestros mayores llamaban pasión de ánimo. Acaecerá si no reacciona y no conduce a su Gobierno y a su partido por derroteros más ciertos de los que los hunden en los sondeos. Por eso, en vez de cruzarse de brazos, consumiéndose en la impotencia, debe tomar la iniciativa y dotarse de un plan que le permita cambiar las tornas, si no quiere quedar encajonado en el callejón sin salida donde ahora se encuentra. 

Le urge despabilar cavando con pico y pala en la dirección adecuada, en vez de hundirse retirando tierra bajo sus pies. Además de responder a los principios a los que un partido se debe, el PP tiene que desgastar suela del zapato y sacudir moqueta, en lugar de deslizarse por ella para bailar valses a deshora, si es que los problemas del PP no se han hecho insolubles, en la línea de lo conceptuado por el maestro Linz.


 (*) Periodista y director de El Mundo