Magnífica entrevista de Orencio Osuna a Pablo Iglesias hoy en
Nueva Tribuna.
Orencio, eres un crack; Pablo también, pero de él ya se sabía. Una
entrevista larga, bien estructurada con preguntas pertinentes y
respuestas interesantes. Será un texto decisivo para clarificar el
ideario de Podemos, cosa que parece preocupar a muchos. Horas antes de
morir, Emilio Botín dejó dicho que las dos cosas que más le preocupaban
era Podemos y la independencia de Cataluña. No es tan oscuro como un
oráculo de Delfos, pero suscita análoga temerosa reacción. De la
independencia de Cataluña nadie quiere saber nada, salvo los catalanes y
el resto del planeta, excluida España. De Podemos, en cambio, todos
quieren saber todo y hasta hay quien presume de saberlo; de saberlo
todo.
Palinuro,
que no sabe nada, está muy agradecido por un texto tan clarificador. Su
lectura, muy amena por cierto, es provechosa por lo que se dice, tanto
como lo que no se dice. Tiene altura y enjundia teórica, sobre todo
respecto al concepto de izquierda, algo que siempre ha preocupado mucho a
la izquierda. Y suscita algunas cuestiones que aquí toman la forma de
modestas apostillas.
Revolotea sobre la entrevista un ánimo fiero de lucha que se fija en dos objetivos: 1º) hay que acabar con el Régimen del 78,
a base de denunciarlo, ponerlo ante sus contradicciones, criticando su
carácter castizo y, por fin, venciéndolo en unas elecciones limpias,
inicio de una cambio en el sistema político. De hecho, la palabra
"cambio" aparece 29 veces en el discurso de Iglesias; cero veces el de
"revolución". 2º) No hemos venido a perder, como ha hecho
tradicionalmente la izquierda, sino a ganar. El infinitivo "ganar"
también está muy presente, casi tantas como el término "poder".
Suena todo más que razonable. Es un discurso radical en tono moderado. El Régimen del 78,
al que también Osuna diagnostica en crisis terminal, está agotado, no
ofrece más salida que la perpetuación del bipartidismo turnista, es un
régimen de "vendepatrias" (condición que comparte con los de otros
países europeos) y se derrumbará dejando paso a un cambio de sistema político. Subrayo cambio así como la ausencia del concepto de revolución porque, obviamente, es muy significativo respecto al tono general del discurso.
Iglesias
está harto de la historia de derrotas de la izquierda e insiste en que
Podemos ha salido a ganar. No tanto a tomar por sí solo el poder
político, pues el cálculo es siempre electoral y excluye las opciones
leninistas, como a condicionarlo en alianza con otros. Ganar, ser
eficaces, tomar el poder, al menos en parte, es el objetivo esencial.
Expresamente arremete Iglesias contra la izquierda testimonial que se
conforma con su ocho o diez por ciento del voto. Eso es un fracaso. Hay
que ir a más. Conseguir el apoyo de la mayoría. ¿Qué mayoría?
Aquí
aparece el meollo de la entrevista, en forma de una larga y elaborada
consideración sobre la izquierda en pasado, presente y futuro, sobre su
esencia y su existencia. A veces el asunto resulta algo galimatías. El
postulado esencial es que la clave izquierda/derecha ya no sirve. Creo
que es la primera vez que leo que la visión en términos de
izquierda/derecha beneficia a la derecha. No digo que no; pero
convendría explicarlo algo más, cuenta habida de que, hasta la fecha,
quien más ha insistido en que la oposición izquierda/derecha está
anticuada es, precisamente la derecha. No es fácil entender cómo refutar
esta idea pueda ir en beneficio de quien la sostiene. Podemos quiere
trascender la disyuntiva izquierda derecha, quizá al modo del
aufheben
hegeliano. Como ese proceder suele verse en la sabiduría convencional
como un signo de fascismo o falangismo y, por supuesto, populismo,
Iglesias hace un guiño al izquierdismo y pide a quién quiera conocer su
vocación profunda que la busque en internet. Todos sus referentes
culturales y políticos son de izquierda y tan profundos que afirma
llevarlos tatuados
en las entrañas. Enhorabuena,
Luisa,
por la parte que te toca; aunque eso de que le tatúen algo a uno en las
entrañas debe de ser molesto. ¿Por qué esta necesidad de afirmación de
genuina y vieja militancia? Para que no haya duda: somos nosotros, los
de siempre, aunque parezca que no, a juzgar por lo que decimos, aunque
parezcamos otros por el discurso. Exigencias de la eficacia.
Esto
es lo que también el saber convencional llama pragmatismo. Salir a
ganar a toda costa, tiene sus sacrificios. Por ejemplo, es posible que
uno se crea obligado a decir, como hace el entrevistado: Cometeríamos
un error -esto es mi opinión, aunque tendremos que discutirlo en la
asamblea- si antepusiésemos el interés de Podemos como marca política
exitosa a las necesidades de la transformación política de nuestro país.
Lenguaje políticamente correcto; lo dicen todos los políticos, castizos
o no. Primero la Patria y luego nuestros intereses. Esto de la Patria
tiene su telendengue en Podemos. El asunto está claro, pero con sus
riesgos. A la hora de diferenciarse de esa izquierda tradicionalmente
derrotada, Podemos se niega a identificar un destinatario específico de
su discurso, un auditorio, un target, como dicen los
comunicólogos. El destinatario será todo el pueblo. Hablar a una parte
es un error funesto. Y por eso, en gran medida, se niegan los "frentes" y
la "unidad de la izquierda" y se prefiere la llamada "unidad popular",
que trae evidentes reminiscencias a cualquiera versado en la historia
del movimiento obrero y las izquierdas europeas. El pueblo, con su aroma
rousseauniano. La idea básica es si respetamos un poco más a nuestro
pueblo, ese pueblo español que no tiene problema con la bandera
rojigualda, que le gusta la selección de fútbol, que no se emociona con
la bandera republicana y con la guerra civil, si respetamos un poco más
a ese pueblo español que es el nuestro y que, sin embargo, está contra
la corrupción, está contra la injusticia, está a favor de los derechos
sociales, entonces podemos ganar. Dicho queda para admiración y pasmo de quienes quieran aprender cómo se lucha contra el Régimen del 78
porque ¿acaso no fue la aceptación de la bandera rojigualda y la
monarquía (falta de emoción con la bandera republicana) los dos factores
que convirtieron a Carrillo, sus seguidores y colaboradores, en
traidores, badulaques, trujimanes de la fementida transición? Suena esto
un poco a "quítate tú que me ponga yo para decir lo mismo que tú".
Por
supuesto, hacer política en las instituciones tiene sus complejidades.
El propio Iglesias las menciona reiteradamente cuando se le pregunta por
las posibles coaliciones en gobiernos locales. Una de ellas es respetar
los símbolos. Lo hizo Carrillo, lo hicieron los comunistas en 1978 y
Podemos propone hacerlo igual aunque, bien lo sabe el cielo, con
diferente justificación: hay que llevarse de calle al pueblo sencillo
para ganar las elecciones y dejar de perder de una vez.
En
el ajuste de cuentas con la izquierda, el entrevistado habla con
claridad meridiana: lo de IU es un fracaso y lo del PSOE, la
socialdemocracia, ya ni te cuento. De nuevo se repasa aquí una parte
importante de la cultura política de la izquierda. Pero el diagnóstico
es definitivo: la socialdemocracia ha fracasado al someterse al Diktat neoliberal y el comunismo al tratar de suplantar a la socialdemocracia. Frente a tanto desastre, Podemos propone: una
reforma fiscal justa que haga que las rentas más altas paguen más,
proponemos una auditoría y una quita de la deuda pública, proponemos
proteger los servicios públicos, proponemos combatir la corrupción,
proponemos una política exterior respetuosa con los derechos humanos. Pero él mismo admite que, en
definitiva lo que estamos proponiendo nosotros lo hubiera aceptado la
socialdemócrata reformista. Es decir las condiciones políticas que
permitían establecer esa diferencia entre reformistas y revolucionarios
han desaparecido con el fin de la guerra fría. Con la guerra fría
han desaparecido muchas cosas. Por ejemplo, el ataque que los partidos
comunistas occidentales dirigieron a los Estados del bienestar que luego
han pasado a defender con ahínco aunque originariamente los
consideraban prueba de la traición socialdemócrata al movimiento obrero.
Porque obra de la socialdemocracia fueron, aunque no solo de ella. Lo
interesante aquí es que Iglesias admite que las propuestas de Podemos
podrían ser las de la antigua socialdemocracia. Dada su juventud, el
entrevistado sitúa ese lejano estadio de lucidez pasada de la
socialdemocracia hace 30 o 40 años, que le parecen muchísimos. Pero, por
entonces (1974/1984), los socialdemócratas ya eran unos traidores a
ojos de la verdadera izquierda.
Estas
apostillas deben concluir señalando un apecto inefable en el ideario de
Podemos cuando el entrevistado afirma que no están planteando
cuestiones maximalistas. No estamos planteando que la tierra sea el
paraíso, patria de la humanidad, estamos plateando que haya
instituciones al servicio de la colectividad que garanticen las
condiciones materiales mínimas para que los seres humanos puedan ser
felices. Esta dicho en tono menor y prudente, pero está dicho: poner
las bases para hacer felices a los seres humanos. Nada menos. Algo que
recuerda lejanamente la consigna del Partido Laborista británico en
1945: Seguridad de la cuna a la tumba.
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¿Y
qué pinta aquí el Golem? me pregunta un lector. No lo sé. Fue la idea
que me vino a la mente al leer las consideraciones de Iglesias sobre
cómo dar forma, cómo estructurar Podemos para que sea políticamente
eficaz. El Golem, la vieja leyenda judía, es el ser creado pero que no
tiene forma; la forma sin forma. Hay muchas variantes. Prueba de que
esto de la forma no es cosa fácil.
(*) Catedrático de Ciencia Política en la UNED