Menuda andanada de Felipe González contra la izquierda. Es en el curso de una larga entrevista publicada en Politique Internationale, muy larga, por cierto, y muy matizada y en la que habla de muchas otras cosas con mayor o menor tino.
Su
breve, despectiva observación sobre Sánchez (al que el discurso sobre
España no le da para media hora) revela una animadversión insólita. Ya
antes del golpe de mano en el PSOE había dicho que "se sentía engañado
por Sánchez". En lo de la abstención, se entiende.
El partido debía
aceptar su punto de vista: que gobierne quien pueda hacerlo, el PP, aunque no lo merezca.
Sánchez no solo no lo entendió así, sino que levantó sospechas de
estrar en contubernio con el enemigo de la unidad de España, los temidos
indepes catalanes. Y esa fue su perdición. Con la unidad nacional no se
juega. Según parece el mismo González informó a Rajoy del golpe que estaba tramando en el PSOE. Lo se llama unión nacional.
Todo
esto huele a juego sucio. Sin duda Felipe González está en su derecho
de decir lo que opina. Pero la suya no es una opinión cualquiera. Y
menos en el PSOE, en un momento de crisis en que están enfrentándose dos
bandos (la junta y las bases) y en el que, tarde o temprano, habrá que
elegir un líder o lideresa. Eso no es de su incumbencia. Él es un
ciudadano privado con militancia de partido y pasado de gobernante que
emite su opinión. Opinión sin duda animada por un recio sentido
patriótico que, a diferencia de Sánchez, le hace poner los intereses de
España sobre los de su partido y, en general, de la izquierda.
Los
militantes y los votantes recibirán esta opinión del jarrón tonante con
sentimientos encontrados. Habrá quien crea que es un hombre de Estado
de izquierda y, en consecuencia, hace bien en prestar su experimentado
consejo. Habrá en cambio quien lo vea más como el portavoz de un
conglomerado financiero, empresarial, mediático de un neoliberalismo
"civilizado" e intensamente español y, por lo tanto, sus juicios son
juego sucio. El juicio es libre.
Pero
los hechos, no. Y a ellos debemos remitirnos. González habla como
persona privada. Pero si los medios lo buscan es precisamente porque no
lo es. Su vida es en muy buena medida, pública y esa parte pública, los
consejos de administración, las oscuras mediaciones venezolanas, deja
mucho que desear. Y no califica a su protagonista como persona de fiar.
González
y los suyos en esta operación de secuestro del PSOE tienen un apoyo
mediático constante y total. Tanto como el que tiene Podemos, de quien
probablemente lo han copiado porque González lo señala en la entrevista.
Sin embargo, que en el otro extremo, Sánchez está sometido a una
especie de bloqueo informativo y mediático. El hombre se explica por
tuits que, por ahora, recogen los medios. Hay un evidente desequilibrio;
Sánchez está en absoluta desventaja. Ese es otro hecho.
Por
último, González no opina como ciudadano privado ajeno a la contienda
porque es parte de ella. Apoya la candidatura de Susana Díaz, lo cual no
está ni bien ni mal, salvo que demuestra muy baja ralea atacar al
posible adversario sin confesarse parte. Y eso explica también la
afrenta que dirije a Sánchez: tras haberlo acusado de engañador, ahora
lo hace de ignorante o zascandil. Es difícil ser más duro con un
compañero de partido.
Se
me hace cuesta arriba creer que estas declaraciones de González no
susciten un sentimiento de indignación que fortalezca el incipiente
campo de Sánchez.
El desgobierno de la derecha
Aquí, el artículo de Palinuro que publicó ayer el periodico Berria, titulado "El sistema es antisistema" y
en el que se da un repaso a la situación en que queda la política
española, especialmente la parlamentaria, tras la traumática decisión
del PSOE de abstenerse para facilitar un gobierno del PP. Con esa
decisión, los socialistas han dado un paso quizá irreversible hacia su
desaparición como partido de relevancia en el sistema político español
y, con ello, también la continuidad de ese sistema, basado en un
bipartidismo turnista ue parecía estable.
Con
la abstención, el PSOE se ha constituido en rehén del PP. Prometió
compensar afirmando que haría una oposición muy dura, pero stá claro que
eso no podrá ser ya que el PP cuenta con el arma para impedirlo: la
convocatoria de elecciones anticipadas. Cosa que no interesa a nadie,
salvo al propio PP, razón por la cual es razonable pensar que, en elgún
momento habrá elecciones anticipadas.
En
el fondo, el conjunto del sistema hace aguas. Los dos partidos de la
izquierda, enzarzados en una lucha cainita, son inbcapaces de coordinar
su acción. La derecha tiene farantizado el gobierno para muchos años. Y
eso que no hace nada por mantener el sistema, aunque sea con la
apariencia de un Estado democrático de derecho. Falso. El PP no es un
partido democrático no sabe qué hacer con un Estado de derecho que no
sean trampas.
A continuación, la traducción del artículo al castellano:
El sistema es antisistema.
Parece
como si la noticia del desbloqueo político gracias a la claudicación
del PSOE hubiera sido una catástrofe en lugar de la ventura que todos
los partidarios del sistema se prometían. “España necesita un gobierno”
fue la consigna que movilizó la solución final. “No podemos ir a
terceras elecciones”, remachaban. Es urgente. Hay que tener altura de
miras, etc.
Por
eso acabaron aceptando el gobierno de Rajoy como “mal menor” y “aunque
no se lo mereciera”. No son precisamente parabienes. Era hacer de
necesidad virtud y tragarse sapos sistémicos. Está de acuerdo hasta el
mismo gobierno, principal beneficiado de la debilidad de la oposición
para imponerle condición alguna. De los pactos con C’s Rajoy se acuerda
para incumplirlos. No se ha molestado en cambiar nada salvo media docena
de rostros que apenas hay modo de distinguir de los anteriores.
Continuidad, orden y progreso a cargo de un gobierno minoritario,
desprestigiado, acosado por la corrupción de su partido y con varios de
sus componentes acusados de haber cobrado sobresueldos. Casi parece el
reinado del Padre Ubu, pensado para de dinamitar el sistema.
Por
sostenerlo lealmente y cuidar de la estabilidad, el orden, la
gobernanza, o eso dice, el PSOE se ha suicidado, primero como oposición y
ya veremos si también como partido. En la oposición será irrelevante
porque funciona como un rehén del gobierno, que amenaza con disolver las
Cortes si estas no se pliegan y con convocar elecciones anticipadas. En
realidad, las terceras elecciones que los socialistas querían evitar y
ante cuyo espantajo dieron el reciente golpe de mano intrapartista.
No
siendo posible una “gran coalición”, como pedía el PP, al final, con la
abstención del PSOE, han firmado una especie de pacto de gobernabilidad
que la lleva implícita. El PSOE promete realizar una dura oposición en
lo económico y social (aunque ya está perdiendo la esperanza de derogar
la legislación anterior más agresiva) y formar frente nacional con el PP
y C’s en la cuestión catalana.
Pero ni eso va a ser funcional al
sistema porque la amenaza de elecciones anticipadas tiene mucha fuerza y
los empresarios ya han lanzado su heraldos a avisar de que, si el
gobierno no puede gobernar (en su beneficio, claro), habrá que convocar
elecciones anticipadas. El gobierno y los empresarios suelen decir lo
mismo y se refuerzan mutuamente. Por eso es creíble la amenaza del PP
que lo es no solo para el PSOE sino para los demás partidos de la
Cámara, también con regulares perspectivas electorales.
El
desbloqueo del sistema ha consistido en un gobierno de la derecha, en
minoría parlamentaria, autoritario, neofranquista, con unos historiales
de los ministros que producen pavor en cuanto a su competencia; un
gobierno empeñado en tratar el problema más grave que afecta al Estado,
esto es, el proceso independentista catalán, como una cuestión de orden
público y una política de represión, sin negociación ni diálogo. A
cualquiera, obviamente excepto al gobierno, se le alcanza que el solo
recurso a la represión no resolverá sino que agravará el problema.
Cuando
se trató de enfrentarse a la violencia de ETA, la situación era muy
distinta porque precisamente la violencia deslegitimaba la causa que
pretendía defender y, en cambio legitimaba la represión y la negativa al
diálogo. Se decía entonces que cuando callaran las armas, se podría
hablar de todo. Sin embargo, la actitud del Estado frente al proceso
independentista catalán demuestra que aquella promesa era falsa. Las
fuerzas nacionalistas españolas, básicamente el PP, el PSOE y C’s se
niegan en redondo a considerar que Cataluña sea una nación y, por lo
tanto, a negociar nada sobre la base de esa inaceptable pretensión.
Propuestas de reforma, de revisión, proyectos, cero. El sistema carece
de capacidad de autodiagnosticar la disfuncionalidad que lo afecta. Ni
siquiera la comprende. Piensa que metiendo en la cárcel a unos puñados
de independentistas, va a erradicar la voluntad de ser independiente
cuando lo que puede hacer es destruirse a sí mismo.
Dado
el carácter abierto, transversal, pacífico, democrático de la
reivindicación independentista catalana y la masiva exigencia de un
referéndum sobre la cuestión, la política represiva carece de toda
legitimidad. Aunque sea muy legal. La legitimidad tiende a caer más del
lado de un pueblo que reclama de modo masivo y pacífico su deseo de
ejercer un derecho que otros pueblos en todo similares a él, como el
escocés o el quebequés, han ejercido.
El
giro dado por Pedro Sánchez como base de su candidatura a la SG del
PSOE podría ser el inicio de un cambio de actitud del nacionalismo
español en busca de una solución con el catalán. Pero es muy tenue. Aun
suponiendo que Sánchez formule el programa con claridad, no está claro
que vaya a convencer a su partido para que lo siga por esa vía si, como
es presumible, su candidatura ha de competir con alguna otra que esgrima
el patriotismo español.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED