Todo el que haya vivido algo del franquismo sabe que una de las tácticas de aquellos delincuentes de la brigada político-social de la policía era la del "policía malo/policía bueno". Cuando estabas detenido venía un policía desencajado, echando lumbre por los ojos y espumarajos por la boca y te amenazaba con patearte los higados (a muchos se los pateaban) si no les contabas lo que querían saber. Y se iba. Luego venía otro mucho más calmado, sonriente, te daba un cigarrillo y te decía que más te valía hablar porque, total, ya lo sabían todo y a su compañero (el energúmeno que acababa de salir) le podía dar la pájara y atizarte una mano de hostias.
El truco era patente e ignoro si les funcionaba, aunque supongo que sí porque, de otro modo, no lo emplearían.
Es
exactamente el mismo que están hacendo Íñigo Errejón y Pablo Iglesias
para forzar la voluntad del PSOE a un pacto bajo sus condiciones.
Primero viene el secretario general insultando, difamando y acusando a
los socialistas de tener cal viva en la manos y luego el afable Errrejón
diciendo que no pasa nada y que todas la puertas siguen abiertas y las
manos tendidas al diálogo y el entendimiento. Llega de nuevo Iglesias
-que, en interin ha desplazado al otro de la jefatura de la misión
negociadora- y vuelve a acusar a los socialistas de no tener libertad,
de estar presos, de no querer la formación de un gobierno fetén, como el
que él propone y de estar mareando la perdiz.
Hagamos
breve pausa para lamentar amargamente la pobreza de metáforas de esta
muchachada. Lo de marear la perdiz es un manido simil cinegético. Lo de
las puertas abiertas y las manos tendidas empieza a ser alarmante; a ver
si les va a dar una tortícolis o una paralís, como dice la gente
del pueblo. Y en cuanto a eso que repiten para señalar su mucho interés
en algo de que "van a dejarse la piel en ello", convendría que la
preservaran sobre sus carnes antes de que los llamen el partido de los
San Bartolomés.
En fin, que Errejón va de policía bueno e Iglesias de policía malo y los dos quieren lo mismo: que el PSOE se les someta.
Pero
va a resultarles muy difícil, por no decir imposible. Errejón borda el
papel de policía bueno, de niño bienintencionado, sin dobleza, con
sinceridad y autenticidad. Y hasta puede que realmente se lo crea y que
esté genuinamente interesado en un acuerdo con el PSOE en el que ambas
partes se verán obligadas a hacer concesiones. Pero ahí no acaba la
historia. Es imposible creer que Iglesias actúe de buena fe. Todo cuanto
ha hecho ha sido torpedear cualquier acuerdo con el PSOE sin que lo
parezca, a los efectos de frustar cualquier alianza echando la culpa a
los socialistas. Él rompe las negociaciones pero pretende descargar la
responsabilidad sobre el PSOE. Lamenta amargamente que Sánchez este
preso en la jaula de C's, con lo que justifica que no haya acuerdos y lo
insulta otra vez haciéndolo pasar por un chisgarabís o un pusilánime
que se deja engañar por el petimetre Rivera cuando es al contrario.
Conviene
tener claros los factores psicológicos individuales que intervienen en
toda decisión colectiva. Errejón, más leído que se jefe, seguramente
quiere el pacto porque sabe o barrunta que si lo hace imposible el
electorado no se lo perdonará. Iglesias, más falso y oportunista, dice
querer la coalición con el PSOE, pero, en el fondo, a lo que aspira es
al muy hispánico "quítate tú para que me ponga yo". Está poseído por el
viejo espíritu vindicativo de su "referente intelectual", Anguita,
consistente en destruir a la fementida socialdemocracia traidora, aunque
haya que pagarlo al precio de repetir las elecciones. En el fondo, el
viejo espejismo comunista con aires no tan nuevos. No se trata de
sacrificar planes personales al bien común, sino al revés, el bien común
a la satisfacción de un ego ilimitado.
Y cuando alguien está
tan ciego que no ve sino lo que le interesa ver es inútil advertirle de
que, si hay elecciones nuevas, Podemos podrá, sí, ser barrido del mapa.
El vacío del vacío.
El
vacío de poder es condición endémica española porque, cuando no hay
vacío, tampoco hay poder. En España no hay nada ni funciona nada, como
no sean las organizaciones de delincuentes, desde las redes de trata de
mujeres hasta los partidos políticos formados por presuntos malhechores y
las burocracias corruptas. La única diferencia entre el gobierno en
plenas facultades, que no hacía nada, y el gobierno en funciones, que
aun hace menos, es que este último, además, se ha declarado en rebeldía y
se niega a rendir cuentas al Parlamento. Ya puede la Cámara pedir la
comparecencia del ministro Soria por los papeles de Panamá. Antes
comparecerá en el Parlamento de Panamá. O en el de Marte.
Según
todos los pareceres, es posible que este gobierno de la derecha
ultramontana gane las próximas elecciones con una mayoría holgada en lo
que resultará ser un caso único en la historia de masoquismo colectivo.
Gente que vota a quien la desprecia, la explota y la esquilma.
Incomprensible, pero cierto. Es muy posible que haya cuatro años más de
corrupción, de saqueo, de sobresueldos, de chulería españolista, de ley
mordaza y franquismo por doquier. Muy posible que el país siga
paralizado a merced de la absoluta incompetencia de estos gobernantes.
Muy posible que la “gran nación” de Rajoy siga sin pintar nada en los
escenarios internacionales.
Frente
a este gobierno no hay oposición; no existe un terreno común entre los
otros tres partidos institucionales desde el que oponerse. Los tres
mosqueteros con un mandato clarísimo de constituir un gobierno como
fuera han fracasado en su empeño. Los mismos que se reían de los
catalanes porque no componían gobierno a raíz de las elecciones de 27 de
septiembre se encuentran ahora en la misma situación, pero con peores
perspectivas y una evidente falta de capacidad para resolverla. Se
intercambian acusaciones, no proposiciones. Como el gobierno al que se
oponen, tampoco sirven para nada.
En
este momento, la única oposición real que hay al gobierno en funciones
es Cataluña. El único territorio que marca distancias y tiene a raya al
nacionalismo español es Cataluña. Las relaciones entre el gobierno del
Estado y la Generalitat no solo son inexistentes sino de abierta
confrontación… por parte del gobierno central. Rajoy llega a Cataluña y
no se entrevista con el presidente de la Generalitat que es tan Estado
como él, sino que se limita a proferir amenazas en tono apocalíptico y
tonterías en clave castiza. Como si esto fuera el backyard del decrépito
imperio español.
Por
lo demás, a Cataluña, como única oposición del régimen de la derecha
neofranquista, le da igual que el gobierno del Estado esté en manos de
la derecha o de la izquierda en la medida en que las dos son
nacionalistas españolas y contrarias no solo a la secesión de Cataluña
sino a la mera idea de un referéndum consultivo, no vinculante, con el
fin de aplicar el principio democrático. Solo Podemos parece aceptar la
idea de un referéndum catalán y no está muy claro en qué términos.
Siendo
el único contrapoder real al gobierno del Estado, la Generalitat no
puede esperar ayuda de ninguna otra parte, sino, al contrario,
reproches, críticas y amenazas. Cuando no meras provocaciones, como
suele suceder en las redes en donde se vierte el mayor porcentaje de
catalanofobia imaginable. Solo puede contar con sus propias fuerzas, sus
instituciones, su sociedad civil y su gente. Y con la simpatía que
pueda despertar en la comunidad internacional por su carácter abierto,
democrático y pacífico.
La
minoría nacional catalana en España tiene derecho de autodeterminación
diga lo que diga el Tribunal Constitucional español y todas las
autoridades del Estado, pero ningún gobierno español permitirá su
ejercicio. Siendo como es una minoría nacional estructural en el
conjunto del Estado, no puede esperar que funcione en su caso el
principio democrático porque los catalanes nunca serán una mayoría
dentro de España y no les llegará solidaridad de ninguna de las partes
que extraen beneficios del sojuzgamiento catalán.
Por
eso, lo mejor que puede hacer es aprovechar ese vacío de poder que hay
en España para llevar adelante su hoja de ruta y proceder a la
desconexión cuanto antes.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED