CARTAGENA.- El Mar Menor tiene un problema asociado, "y es que es el fondo de la
cuenca del campo de Cartagena", que pasó de ser un territorio de secano a
ser una zona donde se producen muchas cosechas al año, y esos abonos y
tratamientos fitosanitarios acaban en el mar, además de otros muchos
productos generados por la actividad de la propia sociedad.
Por ello, según asegura el investigador del Instituto Español de
Oceanografía, Julio Mas Hernández, "la agricultura influye en la calidad
del agua, en el equilibrio y en el ecosistema marino del Mar Menor".
Aunque, "es un proceso que lleva muchos años produciéndose y
consolidándose", de hecho éstas son cuestiones que ya se ponían de
manifiesto en la década de los 80.
Además del problema de los vertidos a gran escala de los nutrientes
(básicamente los abonos que proceden de sales de nitrógeno y fósforo) y
pesticidas, aparecen otros contaminantes nuevos, considerados como
emergentes como los fármacos y las hormonas.
Este tipo de sustancias que no pueden ser eliminadas o lo son
difícilmente, por los sistemas de tratamientos habituales, tanto en los
sistemas de depuración, como en el metabolismo de muchos de los
organismos del ecosistema.
A ello se une el que hay una reducción de los sistemas de contención
del terreno en su cuenca, ya que se han eliminado esos muros de
contención que frenaban el paso de los sedimentos sólidos al Mar Menor
para facilitar la automatización de la agricultura en sus márgenes.
Por lo que cada vez que llueve, entra una gran cantidad de sedimentos
sólidos a la laguna, "que, aparte de provocar esa turbidez, ocasionan
que cada vez el Mar Menor sea menos profundo y tenga una menor capacidad
de embalse", recordando, al respecto, que es un mar cerrado y por lo
tanto con menor capacidad de renovación de sus aguas. Y que los otros
grandes responsables de la falta de transparencia del agua, sean la
proliferación de fitoplancton y la resuspensión del sedimento por el
viento.
Los efectos conjuntos de la introducción de sedimentos, la
resuspensión de los mismos y la eutrofización de la columna de agua, por
el exceso de nutrientes, alteran el equilibrio natural del ecosistema.
Por una parte esta alta concentración de nutrientes favorece la
producción primaria del fitoplancton.
Se trata de algas unicelulares, que en función de las condiciones
ambientales se sucede la dominancia de unas especies o de otras, como
las diatomeas, que pueden ser sustituidas por dinoflagelados. Estos
últimos, en determinadas condiciones, pueden generar toxinas, que a su
vez son susceptibles de ser incorporados a otros elementos de la cadena
trófica, como los organismos filtradores.
También hay que resaltar que este proceso de tantos años, ha
acumulado enormes cantidades de nutrientes en el fondo del Mar Menor, en
parte retenidos por diferentes compartimentos, como por ejemplo la
pradera de Caulerpa prolifera (también conocida como "oreja de liebre"),
que si en algún momento estuviesen disponibles en la columna de agua
por el viento u otros agentes, aumentarían de una forma muy notable la
producción primaria y la turbidez de sus aguas.
Otro problema añadido con el que se encuentra el Mar Menor, según el
investigador del IEO, es la contaminación atmosférica procedente de
Cartagena y del Valle de Escombreras o los antiguos vertidos mineros.
Sobre todo de la rambla del Miedo, la del El Beal y las que se
encuentran próximas a Los Nietos, Ponce y la Carrasquilla, y que
proceden directamente de la sierra minera de Cartagena-La Unión.
El Mar Menor es un ecosistema complejo, "es el fondo de una cubeta
geológica, el Campo de Cartagena, al que le están entrando gran cantidad
de elementos de distintos frentes a través de las ramblas o de la
contaminación de los acuíferos", enfatiza Julio Mas.
Un proceso "al que no se le han puesto limitaciones ni soluciones",
ha lamentado, "de hecho la agricultura ha ido incrementando, por
ejemplo, su actividad", por lo que, en su opinión, "y teniendo en cuenta
su estado actual y los problemas ambientales que tiene", es el momento
de "reflexionar, de proteger el Mar Menor bajo una serie de figuras
reales y de revisar la Ordenación del Territorio y de sus sistemas
productivos, de manera que unos sean compatibles con los otros".
Pues, sostiene, "de seguir así, el estado de la laguna puede afectar
seriamente al turismo, al ocio, a la gastronomía, a la pesca y por
supuesto al propio ecosistema", con lo que las condiciones del Mar Menor
pueden pasar a ser "mucho menos apetecibles para actividades como el
baño o el turismo en general, descendiendo en un porcentaje muy alto",
como se observa especialmente en esta temporada.
Así propone intentar recuperar su equilibrio, "pues estamos llegando
prácticamente al límite, ya que va a ser un problema de tiempo", a pesar
de ello, el experto confía en la recuperación del Mar Menor, que
siempre ha sido capaz de regenerarse después de estados de estrés
ambiental.
Entre las medidas a tomar, subraya, el vertido cero, ni ramblas,
acequias ni pluviales, "no debería llegar ningún aporte externo al Mar
Menor", canalizar los residuos de las desalinizadoras a través de
conducciones para que sean derivados "nunca en el Mar Menor", y que
pudiesen ser eliminados mediante los tratamientos adecuados, que
ciertamente ya existen.
También se deben poner en marcha los filtros verdes, "pero un
tratamiento integral, en las fuentes de contaminación de origen, que
serían las fincas de cultivo, absorbiendo los excesos de nutrientes
donde se están produciendo". Otras posibilidades de depuración a través
de otras especies vegetales que son capaces de absorber los metales
pesados del sedimento (ya usados en el caso de los lodos de Doñana), así
como otras alternativas que nos ofrece la actual tecnología.
Una serie de medidas "que se deben hacer de forma conjunta, tratando
al Mar Menor como un ecosistema integral y lo antes posible", de tal
forma que "el propio Mar Menor absorbiese el exceso de nutrientes que
tiene, recuperara la transparencia y comenzase un proceso de
regeneración, como el que en otras ocasiones ha sido capaz de efectuar",
puntualiza.
Pero el Mar Menor se enfrenta a otro problema futuro, ha subrayado,
que es el calentamiento del planeta y la elevación del nivel medio del
mar, que afectaría, especialmente, a la laguna al ser una costa muy baja
y arenosa, "con lo que en los últimos 50 años de este siglo podría
estar en verdadero peligro".
Son diferentes los horizontes temporales contemplados, en función de
la eficacia y de las medidas que se tomen sobre el calentamiento global
(como ejemplo se calcula que una elevación de 1mm, anegaría más de 1
metro lineal de costa, con las incertidumbres anteriormente comentadas).
Un informe sobre estas cuestiones de la propia Comunidad una
elevación de 12 cm del nivel medio del mar por expansión térmica en las
costas de la Región entre 1944 y 2010.
Algunas previsiones dan aproximadamente 50 cm. de elevación de este
ciclo para los últimos 50 años del siglo, lo que conllevaría una
regresión previsible del litoral en ambos sentidos de La Manga de más de
20 metros.
Con los efectos del cambio climático, el mar Mediterráneo "podría
romper la barrera que separa a ambos mares y el Mar Menor pasaría a ser
una bahía, dejando de ser la laguna salada que conocemos con sus
peculiares características y su relativo aislamiento, para intercambiar
aguas, igualándose sus condiciones físico-químicas como temperatura y
salinidad, y sus especies asociadas a las del Mediterráneo".