Después del espectáculo de los
socialistas el domingo era de esperar alguna reacción de la derecha.
Rajoy, en la presentación del señor Albiol en unos desayunos (en España,
la política es muy culinaria) ha hecho unas declaraciones insólitamente
largas y hasta inteligibles. Otra cosa es, como siempre, que sean
creíbles. Pero, en todo caso, han sido manifestaciones de moderación,
reconocimiento y respeto por "el otro". Nada de cantar victoria, como
una tribu de indios. Eso se lo dejan a los de Podemos porque ellos se
tienen por gente comedida.
Rajoy
a lo suyo: la sapientísima abstención del PSOE abre la vía a un
gobierno presidido por él, que tendrá muy en cuenta a Cataluña y se
caracterizará por su actitud dialogante y negociadora. De este modo, de
embuste en embuste, llega a la mitomanía habitual: así España, tendrá un gran gobierno. ¿Qué menos para una gran nación? Y
todos en pie, aplaudiendo, el primero el ministro Fernández Díaz,
especie de Beria en torpe, que ya se ve cesado por su majestuosa, aunque
devota, incompetencia.
Lo más llamativo de Rajoy ha sido ese "ponerse en el lugar del otro". Es el abc
de toda interpretación hermenéutica: para entender algo del otro, hay
que ponerse en su lugar. Aunque él parezca darle un tono conmiserativo
hacia los socialistas, quizá alguno de sus innumerables asesores, dado
al cultivo de la ética, le haya informado de la importancia y
trascendencia de reconocer y reconocerse en el otro, según enseña
Lévinas. A lo mejor así comparten entre los dos el pesado fardo de la
corrupción. Porque no creo que las tribulaciones del momento, con tanto
fútbol que ver, lleve al presidente de los sobresueldos a incurrir en la
divina locura de Rimbaud, cuando escribía a un su amigo aquello tan
célebre de car je est un autre.
El PSOE tiene un otro
dentro de sí mismo y anda autoflagelándose para sacarse ese demonio del
cuerpo. Estudia todas las fórmulas posibles para aplicar su decisión
sin quedar francamente mal y, encima, ridículo: abstención técnica,
de once o de alguno más, para disimular; elegidos a dedo, o por sorteo;
en bloque y punto en boca; que cada cual haga lo que quiera y salga el
sol por Antequera. En los límites, los guardianes del templo de los
horiacios, Javier Fernández y Susana Díaz, no dan cuartel. El primero
dice que los diputados deben votar por mandato imperativo. La segunda
que, quienes voten otra cosa, deben entregar el carné del partido. Lo
del mandato imperativo es anticonstitucional; lo del carné no es cosa
que competa a la señora Díaz. Y ahí están los dos PSOEs con sus dos
almas de siempre, mirándose sañudamente. El congreso extraordinario
promete ser una fiesta.
Además del otro interno, el PSOE cuenta con un otro externo, un verdadero doble en Podemos. Un doble que se ve a sí mismo como la recta conciencia que muestra su depravación al sujeto, como en el William Wilson de
Edgard A. Poe. Podría decirse que entona un peán de la victoria:
Podemos es la verdadera izquierda frente a un PSOE rendido a la derecha
por voluntad propia. La oposición es nuestra y la haremos en las
instituciones y en la calle, como ha comunicado Garzón al Rey.
Es tanto el alborozo en las filas moradas que su figura se acerca más a la del doble de la leyenda del Doppelgänger,
ese sosias siniestro que busca la destrucción del sujeto. O así lo
experimenta el PSOE que lucha por su supervivencia contra un adversario
salido hace nada de la nada pero dotado de armas poderosas: mucho mejor
manejo de los medios, incluidos los digitales, un adanismo simpático, un
atractivo entre los sectores más juveniles del electorado y un discurso
regenerador, omnicomprensivo que nunca se ha puesto a prueba.
En
opinión de Palinuro, en la medida en que Podemos siga siendo un
trasunto de IU, retornará a los porcentajes de voto de aquella, pase lo
que pase con el PSOE. Mantener movilizada durante tres o cuatro años una
sociedad como la española es una quimera. Sobre todo porque la
movilización no tiene un objetivo definido, salvo que gobierne la gente.
Al propio tiempo, como es de esperar, el PSOE intentará su
recomposición. Si lo consigue -cosa nada fácil- asistiremos a la batalla
final en la lucha por la hegemonía de la izquierda. Si no lo consigue,
no es descartable la aparición de un tercer partido socialista de izquierdas
en este sistema político español que ahora queda desbloqueado. Y
gracias a esa decisión del CF con la que, en el fondo, nadie está
enteramente de acuerdo pues, se recordará, sus partidarios la defendían
como el mal menor.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED