No pongo en duda la profesionalidad de
Metroscopia ni el crédito de sus sondeos. Si la empresa dice que al PP
lo votará el 28,5% de la ciudadanía, a Podemos el 25,6%, al PSOE el
20,2% y a C's el 16,6% no desconfío en absoluto de que eso es lo que los
ciudadanos han contestado a las preguntas del sondeo. Lo que no creo es
que el 26 d junio voten de acuerdo con lo que dicen ahora. En absoluto.
Lo que sucede, probablemente, es que la ciudadanía está harta de que la
mareen unos políticos que no sirven ni para atarse el cordón de los
zapatos y son incapaces de hablar entre ellos y llegar a un acuerdo
factible; y, para no colaborar al desbarajuste general, ha decidido
decir a los encuestadores lo primero que se le pasa por la cabeza.
Es
verdad que el electorado de la derecha es fiel, bovinamente fiel. Pero
no tanto que la banda de ladrones bajo fianza judicial vaya a mantener
sus siete millones de votantes, después de lo que ha sucedido desde el
20 de diciembre en que prácticamente no quedan cargos del PP que no
estén en prisión. El propio Sobresueldos sabe que su presencia en los
mítines del PP, más que incorporar voluntades o lealtades, las espanta.
Si todavía no tiene un sustituto en el PP se debe a que los demás son
peores que él, lo cual es maravilloso pues no parece posible.
El hombre
nunca defrauda. Ha vuelto a recurrir a su único recurso metafórico,
acusando a los demás de sacarse conejos de la chistera. Con esa misma
necedad trató de parar hace años el pacto antiterrorista que proponía
Rodríguez Zapatero y del que, como siempre, se ha adueñado ahora. La
derecha lo hace sistemáticamente: boicotea la ley de divorcio y luego es
la gente que más se divorcia; vota contra el aborto y lo práctica
después; contra el matrimonio gay y son los primeros en beneficiarse de
él.
A
su vez, el llamado emergente, ahora asociado con el pecio de IU,
disfruta de la popularidad que le da el hecho de que dirigentes estén
perpetuamente en la TV y nos los encontremos ya en todas partes, como al
gran hermano orwelliano. Tienen un estilo gótico-flamígero de celebrar
sus aparentes triunfos y encargan a sus legiones de trolls en los medios
que repitan incansablemente sus consignas que, habitualmente, están
plagiadas. Así como el "Podemos" está plagiado de una consigna yanqui en
las elecciones de Obama de 2008, lo de las "sonrisas" está plagiado de
la campaña independentista catalana de la revolución de los somriures.
Echan
las campanas al vuelo en elecciones que, como las europeas de mayo de
2014, no significaban gran cosa o lanzan trinos de satisfacción ante los
buenos vaticinios de las sondeos. Esa cifra de 25,6% del voto que le
augura Metroscopia todavía es menos de lo que se anunciaba en enero de
2016. Por fastidiar, la gente dice cualquier cosa, sobre todo la que
está harta. Pero luego hará algo distinto. Porque una cosa es escuchar a
estos zangolotinos largando todo el día por la televisión y otra muy
distinta, votar para administrar un país a quien no está preparado para
gobernar, ni siquiera para gobernarse a sí mismo.
Por
último, ese 20,2% del voto al PSOE tampoco es correcto. En el PSOE se
concentra siempre el voto del miedo, el que se explica por la espiral
del silencio. Ha sido así siempre y seguirá siéndolo. El PSOE tiene un
voto oculto muy numeroso y, al final, comparecerá para evitar el
sorpasso. Tiene una clientela muy fiel, histórica, que acaba siempre
votándolo, aunque diga que no va a hacerlo. Y es así porque este partido
se configura como la única opción de centro izquierda válida, entre
los dos extremos de los insoportables de la derecha y los advenedizos de
la izquierda.
Si el PSOE no tiene un porcentaje mucho más alto de votos
se debe a la fabulosa incompetencia de sus dirigentes actuales, a su
ineptitud para generar relatos que interesen, a su incapacidad para
entender sus propias miserias y hacer crítica realista. Se debe
igualmente a la corrupción que ha prendido en su baluarte andaluz y a la
presencia asfixiante de los llamados barones territoriales. Al PSOE lo
salvan sus afiliados y votantes y lo condenan sus dirigentes. Sin
embargo, está claro que, después del 26 de junio, le tocará reinventarse
o incluso, refundarse si quiere sobrevivir.
No
es frecuente que en unas elecciones haya tanto indeciso, tanto voto
oculto, tanta espiral del silencio, tanto ruido mediático irrelevante.
Estos vaticinios no sirven para nada.
El Comunismo vestido de seda
Resumen de la entrevista que publicará ABC completa. Aquí se han concentrado en el aspecto que más les
interesa y que es la cuestión del comunismo de Podemos.
A mí también. No me gusta un pelo la gente que da gato por liebre.
Desde que los líderes de Podemos decidieron poner las cartas boca
arriba, esto es, sacar a Anguita de la trastienda (o quizá sin poder
impedirlo, pues menudo es el hombre para privarse de las luces del
proscenio) se ha avivado mucho este debate sobre si se trata de un
retorno de los viejos comunistas o están aggiornati. El
comunismo, como el dogma católico, al que tanto se parece, no puede
actualizarse, está fijado de una vez por todas en el llamado "temple
bolchevique", que es como el Credo de Nicea del llamado
marxismo-leninismo.
Por
qué se ha producido este "desvelamiento", que diría Heidegger, esa
revelación del alma comunista, hasta hace poco celada, es cosa opinable.
Hay quien lo achaca a los mediocres resultados electorales en las
pasadas elecciones y los peores vaticinados por los sondeos; quién a la
estrategia humilde y fabiana de Alberto Garzón de ir conquistando
posiciones en Podemos haciéndose el simpático y sin despertar las iras
del liderazgo supremo; quién a la incapacidad de este de resistirse a
los halagos de Anguita; quién a la pura querencia de la militancia
sectaria.
Sea
como sea, el hecho es que el intento de constituirse en tercera fuerza
de la izquierda, entre los foscos comunistas y los descoloridos
socialdemócratas se ha agotado en sí mismo. Podemos se ha identificado
con sus orígenes y su esencia y, con ello, prueba más aun su naturaleza
comunista: el enemigo por batir es el PSOE (cuando se acuerdan y tienen
cerca una cámara de TV dicen que no, que es el PP; pero esto es falso y
está a la vista todos los días), la socialdemocracia. Es su pretensión
desde el giro eurocomunista de Carrillo en los años 70 del siglo pasado.
Hacía falta desplazar a los socialdemócratas para ponerse en su lugar
porque hasta a los comunistas se les alcanzaba entonces que en las
sociedades industriales y más o menos democráticas no hay sitio para dos
partidos de izquierda, el radical y el moderado. Por eso, se trataba de
empujar a los socialistas democráticos a la derecha (acusándolos, de
paso, de todo lo imaginable, modelo cal viva) para ponerse en sus zapatos.
A
eso aspiran ahora con la fusión a bombo y platillo de IU y Podemos. Lo
llaman "sorpasso" y quieren decir lo anterior: derrotar al PSOE,
reducirlo a las dimensiones del PASOK aprovechando todos los
intersticios, desde el uso masivo de medios de comunicación
incondicionales a las martingalas teóricas de cualquier calaña. Podemos
es la catedral de la más confusa ambigüedad conceptual y política. Su
capacidad para entintar las aguas del debate público es la estrategia
del calamar. Traten de sacar a uno de Podemos un pronunciamiento claro
sobre la República/Monarquía, la Memoria histórica, el aborto, la
Iglesia y la religión, las corridas de toros o la República Catalana...,
cualquier cosa que encierre el más lejano peligro de mermar votos.
Por
descontado, esta táctica es legítima porque en política, como en la
guerra, vale todo. Y, de acuerdo con el pragmatismo que anida en el
corazón de los dirigentes de Podemos si, al final, ganan las elecciones,
además de legítima, será verdad, autenticidad, ciencia pura. Si los
socialistas son "sorpassados" solo podrán culparse a ellos mismos, por
inútiles, incapaces de elaborar un discurso triunfador frente al de
Podemos y por arrastrar un pasado (sobre todo reciente) hecho de
corrupción, burocratización y caciquismo. Si el PSOE pierde la culpa
será suya y solo suya. Los de Podemos hacen muy bien arrebatándole el
sitio. Es competencia en el libre mercado de la política en el que los
clientes son los electores que unas empresas ganan y otras pierden
Como
era de esperar, tratándose del comunismo, el aparato de propaganda se
ha puesto en marcha a todo rendimiento. Docenas de artículos de
"intelectuales orgánicos" (lo entrecomillo porque un intelectual
orgánico no es un intelectual) avisando del feroz y "visceral"
anticomunismo que nos invade, como si el anticomunismo fuera una plaga
cual la de la langosta y no una opción política perfectamente legítima;
como si los anticomunistas fueran todos agentes de la CIA (el
equivalente comunista de la conspiración judeomasónica de los
franquistas); como si el anticomunismo fuera una especie de desvarío.
Y
no. Mientras los comunistas sigan ocultos, sin presentarse claramente a
las elecciones con su nombre y siglas (y sin renunciar a ellas en
secreto) pero creyéndose mejores que los demás, los "puros", electos y
selectos, cual cree al pie de la letra Anguita, es obligado que los
analistas y observadores ejerzan su oficio. Que revelen lo que se oculta
tras los colorines de las presentaciones y la hojarasca de unas
doctrinas apelmazadas que quieren vestirse de seda.
Mucha
gente da crédito a ese argumento de que los comunistas de hoy no son
como los de ayer, que están adaptados a la democracia que, como decíamos
más arriba, se han actualizado. Bueno, quien quiera creer, que crea; la
fe es libre. Pero pruebas de ello no hay ninguna: los comunistas no han
gobernado jamás en ningún país democrático del mundo porque nunca han
ganado unas elecciones libres, salvo lo que les tocara en algún
escuálido lapso de frente popular. Sí han gobernado durante decenios en
la Unión Soviética, en las democracias populares, en la China hoy
todavía y en algunos otros lugares. Y siempre, siempre, han establecido
dictaduras totalitarias y violado todos los derechos humanos. Siempre.
Podemos
se ha convertido en la nueva vestimenta de la fracasada IU que, a su
vez, era el disfraz del fracasado Partido Comunista de España. Que ahí
sigue. Al fondo de la matrioska.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED