En estos momentos, tras 40 años de democracia, este país tiene muchos
problemas, más que ningún otro de nuestro entorno; el origen hay que
buscarlo, y encontrarlo, en la corrupción, una lacra de nuestra sociedad
que está haciendo, entre otros daños, que la Justicia, como garante de la igualdad de todos los españoles frente a la Ley, tenga dos varas de medir.
Los últimos acontecimientos: sentencias de Urdangarín y Cristina; Blesa y Rato; y la situación que se está viviendo en Murcia, en la que hay que destacar la actuación del Fiscal General del Estado para impedir que sea juzgado el presidente autonómico, Pedro Antonio Sánchez,
está siendo la gota que colma en vaso –han habido casos anteriores
también escandalosos-, que desmoraliza a la gente honrada y
bienintencionada, hasta conducirla a la disyuntiva de que: o acabamos de
una vez con la corrupción, o ésta acabará con la Democracia. Así de claro.
Es cierto que el PSOE ha tenido y tiene algunos
casos de corrupción, pero están perfectamente acotados; las
responsabilidades políticas han sido asumidas; y sólo falta las
sentencias. Hay otra corrupción, histórica y endémica, que lleva más
retraso pero que se zanjará más antes que después, que es la ligada a CDC, actualmente PDEcat, que lleva consigo los casos “tres per cent” y “Pujol y familia”.
Pero la que hace daño, mucho daño, es la del PP,
porque son ya demasiados los “casos aislados” y, lo que es peor, que no
tiene el mínimo interés en ponerle fin a la corrupción. La actitud del
Presidente de la Comunidad Autónoma de la Región de Murcia,
recibiendo todas las ayudas posibles de la Justicia, pasándose por el
arco los pactos suscritos y las leyes aprobadas, e incluso yendo contra
su propia palabra recogida en las hemerotecas, ha dado lugar a la
construcción de un relato que el PP defiende a capa y espada, y que es
un atentado a la inteligencia humana, porque supone unos niveles de
demagogia y desvergüenza difícilmente alcanzables.
Todo esto está ocurriendo porque en los gobiernos central, Región de Murcia, y otros lugares, está instalado el Partido Popular que, incluso en minoría, es capaz de utilizar los instrumentos del poder para hacer añicos nuestra Democracia. Mientras tanto, la oposición transige, siendo especialmente Ciudadanos,
preocupado por su futuro electoral, el que sale peor parado al moverse
en una contradicción que le lleva a que, en el caso de Murcia, casi le
esté rogando al PP que sustituya a su presidente por otro candidato para
votarlo sin reservas; mientras tanto, el PP le toma el pelo de manera
insultante, al ningunearlo sin hacerle puñetero caso.
En esta coyuntura, no queda otra solución que impedir que el PP, con
Rajoy al frente, se salga con la suya con su táctica “dontancrediana” de
dejar pasar el tiempo hasta que las cosas se arreglen a su gusto,
contando para ello con una oposición desorientada, confusa y mirándose
el ombligo.
¿Cómo se conseguiría esto? Mediante mociones de censura en Madrid y en Murcia, que sean el origen de los correspondientes gobiernos de Regeneración Democrática: PSOE, Unidos Podemos en Madrid y Podemos en Murcia, con Ciudadanos
que, después de expulsar al PP de los gobiernos nacional y autonómico
murciano, sean capaces de conformar pactos generosos; que sean capaces
de resolver los problemas del día a día; que le planten cara a la
corrupción; que eliminen las leyes más dañinas de los populares; que
tomen medidas ejemplarizantes; para que el PP fuera de la acción de
gobierno se regenere y sea un partido constitucionalmente democrático,
porque ahora no lo es.
Creo que merece la pena intentarlo porque, o hacemos esto o algo
parecido, o nuestra Democracia seguirá pereciendo, con las mafias
campando a sus anchas fomentando las desigualdades, mientras que el
pueblo llano será cada día más pobre. Es adónde nos está llevando el
liberalismo a ultranza, y encima corrupto. No nos lo merecemos.
(*) Periodista