Churchill decía que la Unión Soviética era “una adivinanza envuelta en un misterio dentro de un enigma”. Algo parecido es el dictamen que ha
entregado la ciudadanía, esa que nunca se equivoca con su voto, este
domingo. Ahora hay que resolver este embrollo.
Inestabilidad e incertidumbre. Esos han sido los conceptos más
repetidos por los medios de comunicación tanto dentro como fuera. Los
mercados, esos famosos mercados que tan importantes son, lo reflejaron
en una caída de 3.6 por ciento en la Bolsa de Madrid (aproximadamente un
cuarenta por ciento de la renta variable está en manos de foráneos) y
un alza de la prima de riesgo. Parece claro que la primera reacción del
capital es de no gustarle el resultado, algo lógico desde su punto de
vista. Habrá que esperar a lo que pase a continuación.
Entramos en terreno desconocido.
Toda la famosa Transición (con
mayúscula) se montó tratando de evitar la incertidumbre mediante la
estabilidad, a través de un esquema bipartidista con todo el poder para
sus cúpulas y con un añadido de nacionalistas (hoy uno de los
principales quebraderos de cabeza, pero ese es tema de otro día.)
Herramienta clave, una ley de partidos todavía vigente basada en
asegurar el triunfo del “reformismo desde dentro” con UCD y un segundo
partido, en este caso el PSOE. Esquema con el beneplácito de las élites
locales y de los poderes externos.
Ese esquema es el que ha saltado por los aires arrastrando consigo la
certidumbre y la estabilidad. Entramos, de eso no hay duda, en una
etapa diferente y las respuestas de antes ya no valen. Esto no es
casual. Es una manifestación más, seguramente la más gráfica, de una
crisis integral de nuestro país desde hace varios años. Una crisis (por
razones externas a partir de 2008 pero sobre todo internas) que no es
sólo económica sino también política, institucional, social y ética. El
derrumbe económico que pone fin a una falsa prosperidad saca a la luz
las otras miserias.
En esas estamos. La ciudadanía ha dicho claramente “Basta” a una
serie de lacras que van desde la corrupción y las prácticas partidistas
hasta la desigualdad socioeconómica, el paro estructural creciente, por
nombrar algunas. No se trata solo de hacer un revoque de fachada, hay
que derribar una parte importante del edificio y reformarlo. Empezando
por la Constitución, siguiendo por una auténtica separación de poderes y
situando la educación, los derechos sociales y la administración de
justicia en lugares preeminentes. Además de afrontar seriamente el tema
autonómico.
Enorme tarea que exige de los dirigentes políticos inteligencia,
decisión, visión, generosidad y sentido del bien común, sobre todo
mirando a los más débiles que han crecido durante estos años. La
cohesión social ha sufrido grandes destrozos y repararlos supone
decisión política, dinero y tiempo.
Pero los dirigentes políticos no son eso que se llama “el poder”. Ese
reside en otras partes. Por eso, esa enorme tarea patriótica debe ser
realizada con el visto bueno de ese poder, sobre todo del económico que
hoy es también el que crea opinión, el mediático. El poder interno y el
externo. Este último es clave sobre todo en lo económico y financiero.
Hemos asistido a una curiosa campaña electoral en la que las referencias
al marco económico que define Bruselas han sido mínimas. Ofertas y
ofertas olvidando o, al menos, minusvalorando esos condicionantes. Hoy
decisiones pretendidamente autónomas en estas materias están fuera de
lugar. No se trata sólo de lo que digan o piensen “los mercados” (en la
realidad, las personas que deciden en los mismos), no se trata sólo de
los límites que impone la globalización. Hay además esos condicionante
que impone la unión monetaria y, cada vez más, la económica, de la UE.
(Los de Podemos ya se dieron cuenta de esto y de un segundo Syriza
giraron rápidamente a la antes denostada socialdemocracia. Vieron que
sin eso no tenían nada que hacer).
Una etapa termina, otra empieza. Aún es muy pronto para profetizar.
Pero no cabe descartar un acuerdo (no necesariamente de gobierno)
PP-PSOE que tiene padrinos destacados o una nueva convocatoria
electoral. En cualquier caso, abrochémonos los cinturones.
(*) Técnico comercial del Estado