La expresión «Capitalismo de Estado» ya saben ustedes que no
es ninguna novedad y que ha sido tratada desde antaño por numerosos
autores y pensadores. El término sintetiza y define, con gran acierto,
el régimen económico y político que impera en la inmensa mayoría de las
economías occidentales. Y a pesar de que abundantes académicos,
«expertos» y opinadores varios, sugieran o insistan en modelos
diferentes, su vigencia y actualidad está fuera de toda duda. Téngase en
cuenta, además, que la mayoría de las tesis económicas que pretenden
poner en entredicho esa formulación, casi siempre se hacen sobre la base
de teorías de marcado sesgo ideológico de escasa consistencia o bajo la
influencia de aquel principio universal de Honoré de Balzac: «Lo que otro tiene en su bolsillo estaría mucho mejor en el mío».
Un principio que, recordemos, tiene una dimensión individual, pero
también colectiva o asociativa, de ámbito público o privado.
En los últimos años, como consecuencia del desastre económico que
afrontamos, resulta igualmente frecuente oír hablar de la «muerte del
capitalismo» o la aparición de un nuevo sistema económico, pero el
planteamiento de corte sarkoziano era y es igualmente
equivocado. La realidad histórica, como ya debería resultar evidente a
estas alturas, nos demuestra que el Estado y los operadores
económico-financieros han existido siempre en una relación simbiótica
bajo un singular marco de convivencia. Y si bien no podemos detenernos a
analizar aquí este hábitat con la extensión y profundidad que nos
gustaría - porque nos llevaría a exceder los límites normales y
razonables para un artículo de estas características -, hoy nos
proponemos una breve referencia explicativa sobre la tesis, a cuenta de
uno de mis chiringuitos financieros favoritos: Banco Mare Nostrum, en adelante BMN.
El grupo BMN, por si alguien no lo sabe, es el
resultado de la unión de otros chiringuitos que han sido administrados y
sobreexplotados durante décadas por políticos o pseudo-políticos de
todo signo y color hasta que un día, sin que nadie supiera exactamente
la razón, se enteraron que estaban en quiebra. Los protagonistas de este
particular Frankenstein son Caja Murcia, Caixa Penedés, Sa Nostra y Caja Granada.
Todos ellos dieron lugar en 2010 al nacimiento BMN, con el patrocinio
del Gobierno, de BdE y también ese nuevo brazo financiero-administrativo
que es el FROB. Esta última entidad le inyectó una primera ayuda de más
de 900 millones de euros a cuenta de todos nosotros, para darle la
bienvenida e intentar así apuntalar su supervivencia.
Desde entonces, las noticias que hemos tenido del engendro han sido
más bien escasas. Algo que se explica, en parte porque otros engendros
por ahí esparcidos han llamado y siguen llamando más la atención de la
opinión pública e informadores; y en parte también, porque desde BMN
parece haberse desarrollado una hábil estrategia de comunicación y bajo perfil
que les permite pasar un tanto inadvertidos. En el desarrollo de esa
estrategia, en el nacimiento mismo de BMN, llegaron a recabar incluso la
ayuda propagandística de un popular gurú,
economista observador de otro chiringuito financiero-ideológico. Un
gurú de esos que nunca nos dicen en qué invierte sus ahorros para que el
resto de los mortales sepamos de su verdadero conocimiento y fiabilidad
económica.
Una larga secuencia de episodios tenebrosos
En los prolegómenos de la integración, entre otras cosas, supimos de la situación de quiebra sin paliativos de Caja Murcia,
pero quienes habían llevado a la quiebra a esta entidad eran del
partido que eran, y sabían de las perspectivas electorales. Por su
parte, Caixa Penedés, a su quiebra total y absoluta, le
sumaba varios directivos imputados por saquear la entidad vía planes de
pensiones; mientras que en Sa Nostra se intentaba
ocultar con urgencia el entramado societario que algunos directivos
habían desarrollado paralelamente a la entidad para realizar sus
negocios por medio mundo. De Caja Granada se podrían
contar muchas cosas también, pero lo más importante tal vez sería
destacar a ese magnífico oftalmólogo de carnet que estuvo al mando de la
entidad durante una década y que dilapidó, literalmente, centenares de
millones con sus decisiones. Basta recordar la aventura de la entidad en
SOS Cuétara o la toma de participación en Vueling a precios que ya nunca volverán. Esa gran figura financiera que fue Antonio María Claret García, estaba
convencido de su «buena vista» en estos movimientos, pero lo realmente
seductor, como en muchos otros casos, eran los suntuosos consejos de
administración en varias ciudades españolas y europeas. Como premio a su
magnífica gestión en la dirección de Caja Granada, en Moncloa le
nombraron Delegado del Gobierno en Melilla.
En el entreacto que nos lleva desde los precedentes y prolegómenos de
la irrupción de BMN en nuestras vidas, hasta las últimas novedades que
seguidamente comentaremos, en esta entidad han sucedido otras cosas que
ameritarían de un especial tratamiento y cuyos detalles apenas se
conocen. Desde el cabreo del actual Presidente de Caja Granada ante el
BdE, amenazando la integración, porque Caja Murcia les había engañado en las cuentas, hasta las infructíferas negociaciones con ciertos «fondos buitre»
que salieron disparados, o la interlocución de los gerentes de BMN con
los funcionarios del BdE antes de su intervención. Por no mencionar,
claro está, los entresijos con Deloitte, empresa
auditora del grupo. Los pasajes en esta cloaca financiera son
innumerables, pero si tenemos que destacar un episodio de mayor
relevancia explicativa respecto de nuestro «Capitalismo de Estado»,
seguramente debamos quedarnos con la filtración, hace más de un año, de
un informe de los inspectores del BdE sobre la entidad al diario El Economista.
En aquel informe se ponía en duda la viabilidad de BMN y se reconocía
abiertamente que era imposible que pudiera devolver las ayudas que iba a
recibir del Estado. En el documento, que curiosamente se escapó a los
mecanismos de control del «aparato» - y que hemos de agradecerlo -, se
indicaba que, efectivamente, no era factible el cumplimiento del plan de
integración y la devolución del apoyo financiero ofrecido por parte de
FROB, por lo que la decisión de seguir adelante con el experimento ya se
pueden ustedes imaginar de qué naturaleza era. Sobre todo a la luz de
los precedentes previa y muy someramente descritos más arriba.
Los meses han pasado desde el «incidente informativo» y nada ha
cambiado sustancialmente. Hasta que esta semana hemos conocido que BMN
ha realizado una ampliación de capital por importe de unos 730 millones de euros.
Una ampliación que, como no podía ser de otro modo, ha sido suscrita
íntegramente por el FROB y que se ha visto acompañada de algunos cambios
en el Consejo de Administración. Habría resultado escandaloso que no se
realizara un solo cambio en el órgano de administración, claro. En
concreto, se ha procedido a colocar a dos miembros designados por el
FROB en el órgano colegiado de administración de la entidad, previa
aceptación de la renuncia de otros dos consejeros que pasan al olvido o
vaya usted a saber dónde le recolocan. Eso sí, paralelamente a este
movimiento, BMN ha endosado la friolera de 5.817 millones de euros de activos tóxicos al SAREB, según un reciente comunicado de la CNMV. Pero no queda aquí todo.
Toda conmoción financiera debe producir víctimas
Desde que comencé a escribir en VOZPOPULI hace ya tiempo, no he parado de insistir en esta idea. Porque como bien apunta N. Ferguson
en sus trabajos, un desastre económico-financiero como el que estamos
viviendo, produce inevitablemente nuevas normas y regulaciones, la
creación también de nuevos organismos, pero esas disposiciones y
entidades de nueva creación deben estar encaminadas a proteger a los
ciudadanos y también a dar ejemplo.
En el caso de referencia, como en otros muchos, era de esperar que la
totalidad de los miembros del Consejo de Administración de BMN y las
entidades que la conforman terminara, como mínimo, en la calle; pero
como estamos viendo, el BdE, el FROB, el Ministerio de Economía y los
partidos políticos que subyacen al chiringuito, por las razones que
ellos considerarán oportunas, han optado por mantener una estructura
básicamente igual. De hecho, a pesar de todo lo que ha sucedido y sigue
sucediendo, el Presidente del Consejo de Administración parece que se
queda al mando, mientras que el Vicepresidente y Presidente de Caja
Granada, en un acto de generosidad sin precedentes que seguramente
debemos agradecer todos, ha renunciado a su cargo de Vicepresidente del
Consejo de BMN, pero se queda como Consejero. Ni que decir tiene que
permanece ostentando la Presidencia de Caja Granada.
Pero no queda ahí la cosa, el comité de dirección de BMN, integrado
por personas que han demostrado sobrada competencia para llevar
entidades a la ruina, seguirá gestionando ahora el dinero que le
transfiere el Estado por medio del FROB. Sin olvidar, claro está, que Deloitte,
la empresa que les audita las cuentas, es la misma que les gestiona los
comités de dirección y la que contratan para otros servicios varios a
cambio de millones de euros al año. Nada ha cambiado, es decir, ni BdE,
ni FROB, ni CNMV, ni Ministerio ni SAREB, van a exigir ningún tipo de
medida al respecto. Lo que evidencia, como muy pocas otras cosas, el triunfo de los sicarios económicos que han venido parasitando y saqueando durante décadas nuestra sociedad. En nuestras mismas narices y con la complicidad de los organismos reguladores y los legisladores mismos.
En lo sucesivo, me imagino que los acontecimientos y movimientos en
el seno de BMN se seguirán produciendo con el mismo sigilo y escasa
resonancia que hasta ahora. Según hemos podido saber, los directivos de
BMN, aliviados ya por la transferencia al SAREB de toda su basura tóxica
que ellos mismos han contribuido activamente a generar, parece que el
próximo mes informarán a los trabajadores y sus representantes el inicio
de las negociaciones a los efectos que todos ustedes se pueden
imaginar. Tal vez entonces los agentes sindicales realicen algún tipo de
movimiento significativo. O tal vez no. Todo sea para que el señor Carlos Egea
y sus muchachos, esos genios financieros, sigan cobrando sueldos
millonarios, paseando tranquilamente por Recoletos, frecuentando los
restaurantes más caros de la capital y riéndose en la cara de los
contribuyentes.
(*) Nací en Salobreña y estudié Derecho en Granada. Antes de terminar la
carrera pude hacer un internship en el Chase Manhattan de Luxemburgo. Al
año siguiente cursé un MBA y empecé a trabajar como abogado en
Garrigues&Andersen. Luego decidí regresar a la Universidad de
Granada para hacer un Doctorado que terminaría en el Real Colegio de
España de Bolonia, uno de los lugares que considero más interesantes del
mundo. En 2006 trabajé en la Embajada de España-AECID en Bolivia. Volví
a la Universidad y desde 2009 hasta 2011 fui asesor en la Secretaría de
Estado de Asuntos Constitucionales y Parlamentarios. Ahora intento que
mis estudiantes encuentren alguna lógica y entusiasmo en las categorías
jurídicas, aunque últimamente la hallamos más en Groucho Marx o Charles
Chaplin que en el BOE.