Aquello era una fiesta. Una fiesta casi en el sentido literal del
término. Una fiesta del activo y del pasivo, de cuotas participativas,
de toque de campanas en el parqué de la Bolsa de Madrid y en las páginas
salmón del Financial Times. La fiesta subprime. La fiesta tóxica. Un
after hour de preferentes y créditos basura. Roberto López Abad (Alcoy,
1955), el ex director general de la CAM, ahora caído en desgracia y
citado como imputado por la presunta comisión de delitos societarios,
estafa y manipulación del precio de las cosas junto a otros cuatro
compañeros de correrías financieras en la principal enseña económica que
jamás tuvo Alicante, acabó por convencernos a todos de que la "rave"
crediticia podía continuar. Quizá no con tanto champán. Probablemente
con algo menos de caviar, pero proseguir al fin y al cabo, sin temor a
que de repente llegaran los padres en mitad del guateque (el Banco de
España, el BCE, el Ministerio de Economía o el sursuncorda) y se
encontraran la casa hecha unos zorros y arrasada por los efectos de la
orgía inmobiliaria.
Aquello podía seguir con menos alharacas. Con
riesgos, sí, aunque, quizá anticipándose a la popular sátira del
alcoyano, Roberto López debió de pensar: "aixó ho pague jo". Y aquella
fiesta acabó convirtiendo a la caja, entonces la cuarta de España en
activos, en una "cosa". Manipulación del precio de las cosas, según
sostiene el juez de la Audiencia Nacional Javier Gómez Bermúdez. La CAM
como cosa. Sólo hay que imaginar el calibre de lo que se estaba
fraguando entonces si tenemos en cuenta que por delante de la CAM, en el
segundo y tercer puestos del ránking orgiástico, se hallaban los padres
de Bankia, es decir Cajamadrid y Bancaja.
Acabada la fiesta,
arrasada y subastada la casa y reprendidos por sus progenitores (falta
por determinar el castigo, si lo hubiera, que de eso se encargará la
Audiencia Nacional a partir del 10 de julio), el ex primer directivo de
Caja Mediterráneo y otros cuatro anfitriones deberán explicar ante la
Justicia qué diablos se cocía en la entidad mientras a toda la sociedad
alicantina, en particular, y al sector financiero, en general, se le
hacía llegar un mensaje bien distinto al que ahora conocemos y cuyo
último balance ha arrojado unas pérdidas de 1.136 millones de euros.
Junto a él deberán hacerlo el ex director general de recursos de la CAM,
Vicente Soriano Terol; el ex director de planificación y control de la
caja alicantina, Teófilo Sogorb; el ex presidente del consejo de
administración, Modesto Crespo; y la última directora general de la caja
y sucesora de Roberto López, María Dolores Amorós.
En esta dolce
vita de las finanzas, los ahora imputados hicieron creer al
establishment económico que aquello era lo correcto. Lo correcto y lo
único posible. Corrían los años en que un ladrillo se enseñoreaba
orgulloso sobre la cresta de una ola inventada años antes tras la
modificación de la Ley del Suelo por el Gobierno de Aznar y que el
Ejecutivo de Rodríguez Zapatero no se molestó en corregir. Una ola de
mentirijillas, de parque temático, donde una manifestación pública de
los ahora imputados adquiría rango de ley por arriesgada que fuese.
"¿Financiaron demasiado alegremente en los años buenos?", preguntaba el
firmante de este artículo en una de las contadísimas entrevistas
(Información, 20 de abril de 2008) que Roberto López concedía a un medio
de comunicación. La respuesta, leída hoy, es de las que eriza el vello:
"Financiamos todos los proyectos que entendimos que eran viables y por
tanto tenía sentido apoyarlos. Es verdad que la rotundidad de la
aparición de la crisis nos ha causado sorpresa, pero hay que aprender de
esas cosas. Posiblemente, hasta agosto de 2007 nadie había oído hablar
de las "subprime". Y hay que decir más cosas. No está mal el nivel de
sofisticación al que se llega en un mercado cuando tú puedes ir a un
tenderete a comprar una hipoteca sin tener trabajo y sin tener ingresos.
No está mal siempre que haya información profunda y transparente para
todos los intervinientes, o se refleje en un precio adecuado". Hipotecas
de por vida sin trabajo ni ingresos. La fiesta podía continuar. La CAM
como tenderete.
Y en ese contexto se movían todos aquellos a quienes el juez de la Audiencia ha citado como imputados a partir del 10 de julio.
La terreta feliz
Reflejo
de este espejismo y en el mayor momento de gloria de los presuntos
responsables de este expolio, Alicante no era la excepción del universo
económico que se movía entre bambalinas. Los libros de visitas de
algunos restaurantes de la capital constituyen testigos mudos de aquel
"swinging Lucentum". En una mesa, Roberto López Abad, Maira Amorós y
Modesto Crespo preparando el camino de éste último a la presidencia de
la caja de ahorros; en la mesa contigua, el dueño de Hansa Urbana
diseñando su estrategia para acometer inversiones en México y el Caribe
con apoyo de la entidad de ahorros; en el restaurante de al lado, el ex
presidente provincial del PP, José Joaquín Ripoll, y sus acólitos de
partido viendo el modo de controlar la caja y, de paso, aguarle el
mandato a Camps; la gente de Camps, en otra punta de Alicante, haciendo
lo propio para colocar a un presidente afín al frente de la entidad, un
tal Crespo, bien conocido en Elche y Alicante, pero con apenas
referencias en el cap i casal y, por supuesto, ajeno al exclusivo club
de las grandes fortunas de Valencia; un poco más allá, Enrique Ortiz
mostrándose a los periodistas como Marlon Brando en su famoso discurso
de Julio César. Pero Bruto, es un hombre honrado. Todos felices.
Tiempos honorables.
España crecía, el empleo se desbordaba en
mitad de un cielo poblado de grúas y las fábricas de Agost no daban
abasto con la comanda. Los mercados acababan de dar un aviso gravísimo y
revelador, cual era la quiebra de Lehman Brothers, pero desde la cúpula
de la caja, erigido ya en pope de la economía bancaria y
prestigiosísimo gestor, el ex director general se convertía en su propio
y eficaz "dircom" cuando aseveraba en la misma entrevista:
Pregunta.- Estados Unidos ya ha entrado en recesión. ¿Cree que a Europa le ocurrirá lo mismo?
Respuesta.-
En la UE yo creo que no, y en España desde luego tampoco. Estamos
leyendo previsiones de crecimiento para 2008 y para 2009 muy
importantes. Discutiremos si es el 2,4% o el 3,1% que dice el Gobierno, o
el 1,8% que ha dado el FMI, pero estamos hablando de crecimientos
positivos razonables y ajustados a lo que es el nuevo contexto de un
país desarrollado y en un entorno euro. Para 2009 se presupuesta algo
menos de crecimiento, pero todo el mundo habla también de que se
vislumbra una salida a partir de 2010, si no en la segunda mitad de
2009.
Malditas hemerotecas. Era precisamente esa rotundidad y ese
afianzamiento en los argumentos (fallidos, como el tiempo se ha
encargado de poner en su sitio) con que los ahora imputados razonaban el
descalabro que se estaba gestando, y que prácticamente nadie, salvo los
técnicos del Banco de España (los mismos a quienes Teófilo Sogorb
remitía los informes sobre los estados de cuentas de la CAM), que ya por
entonces ponían sobre aviso (con escaso éxito) a Pedro Solbes, se hacía
a la idea de la verdadera dimensión que estaba adquiriendo uno de los
mayores fiascos financieros desde la caída del Banesto de Mario Conde.
En conversaciones privadas, no obstante, Roberto López reconocía estar
"bajando el Tourmalet" con el convencimiento de que si apretaba el
freno, las consecuencias podrían ser mucho peores.
A espaldas de
todo el sistema bancario y mientras la caja publicaba imponentes
balances presentándose no sólo como una entidad sólida, sino con
aspiraciones de superar a su vecina Bancaja, los gestores de la CAM
apuntalaban su prestigio a base de golpes de imagen, discursos muy bien
hilados y la enorme ventaja de que ni la capital ni la provincia se
habían medido nunca en la Champions League de las finanzas. López Abad,
Vicente Soriano o Maira Amorós salían en las páginas salmón de la prensa
económica, hablaban de inversiones en la Riviera Maya, de abrir
oficinas en cada ciudad de España y de comprar bancos nacionales y de
más allá del Atlántico. Apuntaban muy alto y eran lo que había, luego
eran lo mejor, sin Botines ni Goirigolzarris que les hicieran sombra en
una provincia que acostumbra a mirarse el ombligo y llega a creerse lo
de la millor terreta del món.
La caja celebraba consejos de
administración fuera de España y Vicente Soriano estudiaba antes del
viaje el mapa de la ciudad para conocer qué zonas eran las idóneas para
practicar su actividad favorita, el footing. A menudo, el orden del día
era lo de menos. La rumorología sobre el futuro de Roberto López, lejos
de ponerle ante un juez de la Audiencia Nacional, le colocaba fuera de
la CAM, sí, pero en alguno de los grandes bancos de España o fuera de
ella, incluso en Londres, donde se había codeado con los verdaderos
gurús de la city y de Canary Wharf cuando la caja quiso jugar a ser
grande e intentó comprar Banco Atlántico. Despuntaba Maira Amorós como
directiva de caja de ahorros con más futuro de España porque López Abad,
eficiente director de comunicación en funciones una vez más, se había
preocupado de gualdrapear su nombre en todos los foros económicos y
periodísticos como la bandera que debía ondear en el tejado de la sede
principal de la avenida de Oscar Esplá.
Posiblemente, ninguno de los
cinco imputados, salvo Modesto Crespo, pretendía deslumbrar -con todo
aquel oropel de prestigio cimentado a base de selección natural- a
cualquiera de los trabajadores y trabajadoras que no veían la CAM más
allá del banco que les custodiaba sus nóminas o les concedía el crédito
para la casa o el coche. Pero el espectacular crecimiento de la caja y
la espuma generada en lo alto de la ola les llevó a la cúspide del
establishment y a pisar moquetas del Paseo de la Castellana
inimaginables a finales de la década de 1980, cuando la fusión con la
CAPA situó a la institución en el mapa bancario español. Posiblemente,
su enorme influencia (las contadas manifestaciones públicas de Roberto
López para analizar la situación económica multiplicaban aún más su
credibilidad hasta convertirlo en un Krugman a escala alicantina) se
convirtiera al final en aldabonazo para afianzar su derecho a blindarse
tras indemnizaciones millonarias.
Su gestión bien lo valía, y sus
opiniones también. "En este escenario -se preguntaba en aquella
entrevista-, ¿Caja Mediterráneo tiene fortaleza suficiente para aguantar
el tipo? Totalmente. La fortaleza de una entidad financiera viene dada
por varias cosas. Somos capaces de generar recursos", respondía el ex
director general. Y añadía: "La caja creció el año pasado [2007, hace
sólo cinco años] en margen de explotación en una tasa del 36%. Es decir,
somos capaces de generar un flujo de recursos importante, y esa es la
mejor garantía de supervivencia. La caja tiene recursos propios por
importe de 5.800 millones de euros. Sobre lo que la legislación que
marca el Banco de España, supone un exceso de más del 45%; hay más de
1.800 millones de exceso sobre lo que son los recursos propios que
nuestro balance necesita. Tenemos fondos de insolvencia muy importantes
para cubrir situaciones de morosidad que con toda seguridad se van a
producir en este proceso". Recordemos: pérdidas por 1.136 millones de
euros cuatro años después de aquellas palabras.
Aquel poderío, esa
aura de infalibilidad casi papal, dejaba a todo el mundo tranquilo,
hasta que dos acontecimientos, uno impredecible y menos el segundo,
comenzaron a resquebrajar la potente imagen labrada en la caja desde que
López Abad sustituyera en 2001 a Juan Antonio Gisbert como primer
directivo: la salida a Bolsa y la elección de Modesto Crespo.
Había
que autofinanciarse. La Bolsa comenzaba a dar síntomas de cansancio,
pero salir a los parqués como primera caja de España representó el mayor
golpe de efecto de la historia reciente de CAM. Cuotas participativas
sin poder político para sus titulares, la economía pura y dura al frente
de la caja y el político de turno, por fin, lejos del mangoneo que, ya
en tiempos de Zaplana, habían obligado a las cajas de ahorros
valencianas a financiar imposibles (esta misma semana se ha vendido
Terra Mítica, donde CAM, Bancaja y la Generalitat eran socios de
referencia, a precio de saldo. El tenderete, que decía López Abad).
Los dos arquitectos
Parte
de los activos de la caja salieron al mercado en julio de 2008 por un
valor de 4.800 millones de euros. Todo aquello hoy no vale nada, y hay
que recordar que además del equipo gestor de la caja, López Abad
contrató a dos "arquitectos" de prestigio para diseñar la salida a bolsa
de la entidad. Uno les sonará menos a lectores poco habituados a la
información económica. Se trata de Emilio Ontiveros, presidente de
Analistas Financieros Internacionales, buen amigo del ex director
general y uno de sus principales cicerones a la hora de introducir a
López Abad en los círculos económicos de Madrid. Ontiveros y su equipo
se encargaron de dibujar el plano sobre el que la CAM debía guiarse en
los parqués. Dónde, cómo y cuándo. Ontiveros fue el invitado estrella de
un acto convocado por la caja, la Cámara de Comercio y Coepa para
hablar de la situación económica. Fue en octubre de 2008, y la enorme
preocupación por la crisis reunió en el Teatro Principal de Alicante a
más de 1.400 personas de todos los sectores empresariales de la
provincia. En aquel acto ya se habló de la urgencia de que el Estado
inyectara dinero a la banca y se propuso sin tapujos, amnistías para
aflorar el dinero negro. López Abad: "No seré yo quien lo pida, pero
tampoco seré yo quien lo cuestione desde un punto de vista moral. Los
casi 60.000 millones de euros en dinero negro que se calcula existen en
España, dan para dos años de [funcionamiento de] la economía".
El
argumento, calcado al que acaba de llevar a la práctica el Gobierno de
Mariano Rajoy, tiene dos ejecutores: el ministro de Hacienda, Cristóbal
Montoro, y el otro arquitecto de la emisión de acciones de la CAM, Luis
de Guindos, ex responsable de Lehman Brothers en España (sí, Lehman
Brothers) y hoy ministro de Economía, recibió de la caja el encargo de
colocar las cuotas participativas en los mercados. Luis de Guindos, el
mismo que, lejos aún de intentar salvar Grecia, el euro y Europa entera,
se refirió en público a la iniciativa como uno de los productos
financieros más atractivos del parqué. Cuatro años más tarde, quienes
confiaron en la inversión se resisten a que sus ahorros se pierdan en el
sueño de lo que pudo ser y no fue.
La apuesta de Modesto Crespo
como presidente no ayudó a mantener la imagen cada vez más cuestionada
de la institución y de sus directivos. Crespo, empresario ilicitano del
sector de la automoción, encontró en la entidad el refugio que no
consiguió hallar en la patronal de Alicante, algunas de cuyas
federaciones venían contestando desde hace años su gestión al frente del
metal, sector que acabó fraccionando. Acostumbrados a presidentes de
escaso fuste ejecutivo y permeables al poder político, Crespo era el
nombre que le dieron a Camps para presidir la caja y que éste aceptó de
buen grado con tal de minimizar el poder de los zaplanistas en Alicante.
Precisamente, Modesto Crespo procedía del ala más zaplanista de la
patronal (como casi todos los dirigentes empresariales, por otra parte),
y cuanto mayor era la oposición a su nombramiento, más crecía el apoyo
del molt honorable con tal de arrinconar a sus oponentes dentro del
partido. Que fuera la cuarta caja de España era lo de menos. A su
predecesor, Vicente Sala, al que lo mismo utilizó Zaplana que Camps para
que la CAM invirtiera allí donde no llegaban las arcas vacías de la
Generalitat, se le atribuía desde las filas enemigas utilizar la
presidencia para promocionar sus negocios entre los grandes clientes de
la institución. Crespo no llegó a eso: directamente le pusieron un
sueldo de 300.000 euros al año con carácter retroactivo en una de las
empresas participadas de la entidad. Cuando todo aquello se supo, hacía
meses que López Abad había desaparecido de la dirección general con una
prejubilación millonaria, nombrado a María Dolores Amorós y convertido a
la CAM en escándalo nacional. Los nuevos propietarios, el Banco
Sabadell, aún deben de estar preguntándose qué hizo que aquellos
directivos, hoy imputados, pasaran por ser lo más granado del sistema
bancario español.
En los últimos días, los clientes de Caja
Mediterráneo / Banco Sabadell habrán recibido una carta de presentación
del nuevo director general, Miguel Montes. "En esta carta quiero
dirigirme antes que a nadie, a usted, que ha sido nuestro cliente y ha
confiado en nosotros durante mucho tiempo". Quizá demasiado.
(*) Periodista