En la tradición hindú se considera
que el Universo funciona en ciclos, y
que antes de un ciclo de sabiduría
e inteligencia, sobreviene uno de oscuridad y soberana estupidez. Ahora
mismo nos hallamos en el preludio de una etapa de inteligencia, pero,
para llegar ahí, debemos mantenernos firmes y luchar contra estos
demonios que han invadido y estupidizado a la especie humana, demonios
que tienen nombre: ideología de género, feminismo de la tercera ola,
marxismo, ideología LGTB —que nada tiene que ver con los derechos de las
personas homosexuales— y la cultura de la cancelación que engloba a
todos estos.
Resulta desconcertante que nos
hallemos torpedeados y acribillados constantemente, desde el Sistema
Educativo —en la Educación Obligatoria y Universitaria es asfixiante el
continuo martilleo a los alumnos con esta siniestra ingeniería social—
hasta la Administración y los satánicos grandes medios de comunicación,
siendo el sentir del ciudadano promedio muy distinto, el cual cada día
está más harto de que en los colegios se vista a los niños de princesa,
se les obligue a dibujar banderas LGTB, se les pinten las uñas o se les
convenza de que no son niños ni niñas.
Pero todo esto no es casual; está
dirigido desde las grandes élites mundiales, quienes manejan el dinero
y, como vemos, también las mentes —pero no todas, pues no se puede
derrotar a la naturaleza humana— para crear el caldo de cultivo con el
fin de constituir una sociedad sin alma.
Muchos regímenes totalitarios
pretendieron resetear la naturaleza humana para adaptar al hombre y
convertirlo en un siervo autómata: lo hicieron los nazis, los comunistas
—grandes especialistas en ello—, el régimen del dictador Franco y todo
tipo de sistema dictatorial; no obstante, aunque lograron doblegar a las
mentes más débiles y cobardes, no lo consiguieron del todo.
No hay
adoctrinamiento ni «vacuna COVID» que pueda destruir completamente el
sentido común, y digo «vacuna COVID» porque, como ya advirtió Rudolf
Steiner en 1917, en el futuro se pretendería controlar y despojar al ser
humano de su naturaleza espiritual a través de, entre otros
medicamentos, las vacunas. Un activista antimasónico advirtió en 1995 de
que: «En el futuro se crearán leyes para obligar a la población a
vacunarse y, de ese modo, inyectar veneno en las venas de la Humanidad».
Así como las humillantes mascarillas, que no son sino otro símbolo
comunista de sometimiento, deshumanización y borrado total de la
identidad e individualidad.
Quieren una sociedad materialista,
marxista, porque esta ideología, ideada y propulsada por los grandes
poderes mundiales —Bakunin acusó a Marx de ser un mero títere de los
poderosos— propugna que no existe el alma; y les sirve deliciosamente en
sus propósitos, siendo el marxismo un arma brutal y salvaje para
manipular y encauzar el descontento obrero y que así no pretenda
conseguir un trato más justo sin aniquilar el impulso humano que le
lleva a buscar lo divino. Crearon el marxismo para alejar a los obreros
del Dios espiritual para llevarlos hacia otro material.
Esta ideología decimonónica —mi
alegato es contra la ideología, no contra el marxista de a pie, pues
muchos de ellos son personas bienintencionadas—, que hoy en día va en el
mismo lote que el resto de perversa ingeniería social anteriormente
mencionada, es un culto al dolor, a la esclavitud, al ateísmo
intolerante con el resto de creencias y una punta de lanza del
totalitarismo que tanto caracteriza a la izquierda moderna y la farsante
derecha al servicio de la Agenda 2030, como es, por ejemplo, el Partido
Popular.
Todavía hoy, pese a haber fracasado y generado los regímenes
más sanguinarios de la Historia, el marxismo se continúa inculcando a
los chavales en las aulas, cosa que, en cualquier mente sensata, debería
producir náuseas y cosas mucho peores.
Pero no todo está perdido, compañeros.
Thomas Paine, en 1774, durante los
prolegómenos de la guerra por la Independencia de Estados Unidos,
escribió: «La causa de Norteamérica es la causa de toda la Humanidad».
Creo que esa frase podría trasladarse al presente, pues es en Estados
Unidos donde se está librando la guerra más feroz contra este nuevo
veneno espiritual y moral que representa la cultura «woke» y estas
aberrantes ideologías; una guerra acaparada por la lucha contra el
globalismo que últimamente simboliza Donald Trump, el cual, no lo
olvidemos, forma parte del Club, como todo presidente; pero que gracias a
su astucia, carisma y gran inteligencia, sabe maniobrar de manera
brillante el hartazgo en aumento contra esta nueva tiranía de lo
políticamente correcto que se está imponiendo sin ningún rebozo, con
apoyo de los hediondos grandes medios de comunicación.
Donald Trump
disfruta de tanto apoyo —y cuanto más lo persiguen, más apoyo se
granjea— porque la ola de hastío hacia este nuevo totalitarismo rosa no
cesa de aumentar. Llegará el momento en que esa ola sea un tsunami.
El día que Estados Unidos sucumba
ante esta tiranía de color rosa, el mundo entero estará perdido; Estados
Unidos —me refiero al pueblo, no al Gobierno; ya el propio Ronald
Reagan dijo que el Gobierno de EEUU era comunista— representa el bastión
contra la libertad de conciencia.
Es en EEUU donde aún pervive el
espíritu de libertad que inspiró la II Enmienda, que confiere al
ciudadano el derecho a portar armas para garantizar la existencia de un
Estado libre, pues todo Estado que niegue las armas a sus ciudadanos es
un Estado que lo tiene sumamente fácil para instaurar el totalitarismo,
como ya vimos con el COVID, un virus similar a la gripe que fue
utilizado para implementar un Estado policial con el fin de destruir la
libertad y convertir el planeta en un miserable gulag comunista, como ya
advirtió el otrora canciller de Brasil.
La conspiración internacional
comunista es muy real; los grandes bancos, las grandes empresas y los
gobiernos están dirigidos por demonios comunistas. Recurren al comunismo
porque es el sistema que más control les ofrece contra la población:
poseerán tu alma y tus bienes.
Aunque veamos que estos demonios de
color rosa hayan triunfado en las aulas, en los gobiernos, en las
grandes empresas y medios de comunicación, no hay que desfallecer, pues,
como se dice en el libro del Eclesiastés: «Muchos que fueron príncipes
hoy se sientan en el barro; y el que nadie se esperaba se ciñó la
corona».
Vendrán tiempos aún más oscuros; este
Leviatán vestido de rosa que trata de arrasar nuestras almas adquirirá
más poder todavía, pero será su canto de cisne. Su final está decretado
en el Plan Divino, y, como todo tirano, como todo lo soez que atenta
contra la propia naturaleza, verá su estrepitosa caída; y entonces,
aquellos que permanecieron fieles al bando que ahora parece el perdedor,
serán premiados; y los cobardes que, para mantenerse en sus puestos,
traicionaron a la Humanidad, serán ajusticiados y sus nombres pasarán
directamente el basurero de la Historia.
Cuando Aníbal asedió Sagunto, muchos
saguntinos lucharon hasta su última gota de sangre, prefiriendo darse
muerte antes que caer en manos del enemigo y verse reducidos a esclavos;
lo mismo aconteció en Numancia, al ser esta, tras un largo y penoso
asedio, tomada por las tropas romanas.
Es esta una batalla del Bien
contra el Mal, y, aunque hay esperanza, mejor sería morir a vernos
esclavizados por esta élite comunista. Espero que no tengamos que
arrojarnos sobre nuestra espada, pero, si así ocurre, será un fin digno.
A fin de cuentas, la vida sin libertad no es nada; una sombra vacía y
un soplo de aire helado.
La guerra todavía no ha terminado;
acaba de empezar y podemos vencer pese a las apariencias contrarias.
Julio César se dio por muerto en varias ocasiones durante las guerras
pompeyanas, pero al final su tenacidad y buena estrella le hicieron
triunfar cuando todo parecía perdido.
No nos mantengamos neutrales por
miedo; muchos son los que están hasta los mismísimos de esta dictadura
«woke» que pretende destruirnos, pero se callan por miedo a sufrir las
consecuencias; mas ellos, los que tienen miedo a las consecuencias de
luchar por lo que realmente consideran lo correcto, deberían grabar en
sus mentes las palabras de Maquiavelo sobre la neutralidad:
«Nota
bien que el que te pide la neutralidad no es jamás amigo tuyo, y que,
por el contrario, lo es el que solicita que te declares en favor suyo y
tomes las armas en defensa de su causa. Los príncipes irresolutos que
quieren evitar los peligros del momento, atrasan con la mayor frecuencia
la vía de la neutralidad; pero también con la mayor frecuencia caminan
hacia su ruina. Cuando se declara el príncipe generosamente en favor de
una de las potencias contendientes, si aquella a la que se une triunfa, y
aun cuando él quedara a su discreción, y que ella tuviera una gran
fuerza, no tendrá que temerla, porque le es deudora de algunos favores y
le habrá cogido amor. Los hombres no son nunca bastante desvergonzados
para dar ejemplo de la enorme ingratitud que habría en oprimirte en
semejante caso. Por otra parte, las victorias no son jamás tan prósperas
que dispensen al vencedor de tener algún miramiento contigo, y
particularmente algún respeto a la justicia. Si, por el contrario, aquel
con quien te unes es vencido, serás bien visto de él. Siempre que tenga
la posibilidad de ello irá a tu socorro, y será el compañero de tu
fortuna que puede mejorarse en algún día».
(*) Historiador. Licenciado por la Universidad de Córdoba