MADRID.- Es innegable que todas las operaciones militares cuentan con su importancia histórica. Sin embargo, la liberación del fuerte de Tiliuin –ubicado en Ifni– allá por noviembre de 1957 siempre atesorará cierto halo de emotividad para los legionarios de la Brigada Paracaidista. Y no ya porque sus combatientes lograran acabar con los rebeldes que sitiaban el enclave y salvaran la vida de los supervivientes que había en su interior, que también, sino porque este fue el primer salto de guerra de nuestras tropas aerotransportadas. De hecho, supuso un éxito tal para el Ejército y para el devenir de nuestras Fuerzas Armadas que el ‘ABC’ se llenó de titulares que festejaban el éxito: «Fuerzas paracaidistas ahuyentaron a los rebeldes en
Tiliuin».
El germen de la batalla hunde sus raíces en la independencia de Marruecos y en la formación, allá por 1956, del llamado Ejército de Liberación; un contingente ideado con el objetivo de presionar las posesiones francesas y españolas en Ifni y el Sáhara Occidental. El nutrido número de combatientes que reunió el rey Mohamed V pronto se convirtió en un temible enemigo a batir y obligó a nuestros soldados a abandonar algunas de las posiciones ubicadas en la extrema vanguardia.
La alternativa era ser pasado a cuchillo. Pero si hubo un ataque que nos estremeció, ese fue el orquestado el 23 de noviembre de 1957. Aquel día, el enemigo avanzó a toda velocidad con el objetivo puesto en la ciudad de Sidi Ifni.
Narra el doctor en Historia Juan Pastrana Piñero en su obra ‘Arde el desierto. La guerra de Ifni-Sahara’ que una de las posiciones cercada durante aquel avance masivo fue la de Tiliuin. Pero la sesentena de soldados y civiles de este fuerte, ubicado en la frontera sur de Marruecos y a menos de setenta kilómetros de Sidi Ifni, se decidió a resistir los envites del Ejército de Liberación en espera de refuerzos.
El episodio recuerda a los sucesos acaecidos en Monte Arruit durante el Desastre de Annual: les faltaban municiones, eran pocos y resultaba imposible socorrerles por tierra en un breve periodo de tiempo. «La actuación en el puesto es verdaderamente heroica», afirmó el entonces gobernador general del África Occidental Española, Mariano Gómez-Zamalloa.
Al rescate
A cambio, los defensores de Tiliuin estaban seguros de que el mando español no les abandonaría. Y vaya si llevaban razón. En pocas horas, Gómez-Zamalloa ideó un plan para reforzar la posición: un asalto aéreo que desplazaría a dos secciones de paracaidistas de la 7ª Compañía, II Bandera de la Legión, hasta el lugar.
El resultado fue llamado Operación Pañuelo por el escaso espacio que los soldados tendrían para descender en las cercanías del fuerte. Al mando del grupo quedó el capitán Sánchez Duque y, como sus segundos oficiales, los tenientes García Andrés y Calvo Goñi. Huelga decir que en 1957 el paracaidismo de nuestro país acababa de echar a volar, pero no quedaba sino intentarlo.
El 29 de noviembre comenzó la Operación Pañuelo. Y lo hizo con una arenga tan sentida como realista por parte del comandante Tomás Pallás Sierra:
«Desde el puesto de Tiliuin han pedido ayuda y esa ayuda solo puede llegarles desde el aire. Ustedes van a llevar a cabo el primer salto paracaidista de guerra en la historia militar de España. No sabemos con seguridad cuál es la situación actual del fuerte, puede haber caído ya en manos de los moros. Lo que es seguro es que a ustedes les están esperando abajo y que su destino será incierto. Su deber es ir allí y es un honor, no solo para la 7ª compañía sino para toda la Agrupación, haber sido elegidos para esta misión. Quizás no os vuelva a ver, pero sabed que os llevaré para siempre en mi pensamiento».
La misión planteaba varias dificultades. La más destacada, como explicó el periodista de ‘ABC’ Enrique Ribas en un reportaje publicado poco después de la operación, la baja altura a la que debían arrojarse los paracaidistas: «Los saltos los realizaron desde doscientos metros –lo reglamentario son cuatrocientos– para precisar el objetivo. Prescindieron del paracaídas de socorro para aligerar el peso del equipo y porque a esa altura de lanzamiento no cumplía su misión específica».
Con todo, disponían también del apoyo de la aviación. «Se cuenta en los bombarderos con un sistema original de bombas a las que los aviadores han bautizado con el religioso nombre de ‘rosario’ y con el fuego de los ametrallamientos al ras del suelo», añadía.
Paracaidistas en acción
‘ABC’ dedicó varios artículos a explicar la Operación Pañuelo. Según quedó recogido en el diario, los soldados aerotransportados subieron a los aviones a eso de las nueve de la mañana y llegaron al objetivo dos horas y media después. Los primeros en arribar fueron unos aeroplanos apodados cariñosamente como los ‘Pedros’; Heinkel 111 cuya tarea fue ametrallar al enemigo desde las nubes.
Así lo recordaba este periódico: «Los ‘Pedros’ han paseado de forma triunfal por los cielos de Ifni los colores gloriosos de nuestra bandera. Y, desde el alba hasta las primeras horas de la noche, nos ha sido familiar el ronroneo constante de sus motores». El capitán fue el primero en saltar con su sección. Tuvo mala suerte y cayó lejos del objetivo, aunque, como sucedió en el Desembarco de Normandía, eso provocó el desconcierto entre los rebeldes.
Luego le tocó el turno al grueso de la fuerza, la cual tuvo más fortuna. El ‘ABC’ recogió las declaraciones de un civil que les había visto arrojarse desde los aviones: «La aviación había bombardeado los alrededores del fortín. El patio tiene aproximadamente treinta metros de diámetro y, sin embargo, todos los paracaidistas sin excepción cayeron en su interior». El salto salió a la perfección.
Ya en el suelo, los paracaidistas cubrieron el avance de su capitán y, una vez que todos estuvieron reunidos, accedieron al fuerte de Tiliuin. Allí fueron recibidos entre vítores por los agotados defensores. Acababan de reforzar la posición y lo habían hecho sin baja alguna. El mando español corroboró poco después que aquella era la «primera operación con lanzamiento de paracaidistas ante un enemigo». Un hecho histórico.
Ya en el interior del fuerte, los soldados españoles relevaron a sus compañeros y se dispusieron a ahuyentar, a base de plomo, a los marroquíes. De esta forma lo explicó ‘ABC’ durante aquellos días: «La situación en el territorio de Ifni continúa desarrollándose de forma francamente favorable para nuestras tropas. En la mañana de hoy la posición de Tiliuin, que estaba amenazada por una banda de considerables efectivos, ha sido totalmente liberada por acción de fuerzas paracaidistas propias, lanzadas desde el aire».
El artículo, basado en una nota de prensa enviada por el ministerio del Ejército, explicaba también que los soldados habían acabado con los enemigos y habían «limpiado la zona, restableciendo las comunicaciones, sin sufrir una sola baja».
El segundo día, sin embargo, el Ejército de Liberación tomó posiciones de nuevo y comenzó otra vez el sitio. Aunque los mismos paracaidistas explicaron que, a partir de ese momento, los verdaderos enemigos fueron la falta de alimentos, la sed y los problemas técnicos de la munición de los morteros. El mando les intentó aprovisionar desde el cielo, pero no funcionó. Hasta principios de diciembre quedó claro que había que perfeccionar el uso de las unidades aerotransportadas.
Se planteó, por ejemplo, la necesidad de entregarles más comida para que pudiesen pasar extensos períodos tras las líneas enemigas. Con todo, las penurias no se extendieron mucho en el tiempo ya que, el día 4, una columna de socorro enlazó con ellos y liberó de forma definitiva Tiliuin.
Misión cumplida.
‘ABC’ dejó constancia de la llegada de la columna en un artículo: «Avanzando por un territorio extraordinariamente abrupto y en condiciones meteorológicas adversas, en las primeras horas de la noche de ayer, una de las columnas destinadas a tomar contacto con las posiciones atacadas por las bandas agresoras alcanzó Tiliuin, en el extremo sureste del territorio español en Ifni».
El artículo, escrito una vez más sobre la base de la información ofrecida por el Ejército, especificaba a su vez que las tropas «establecieron un enlace táctico y socorrieron totalmente a la guarnición y a las fuerzas legionarias paracaidistas que, en días pasados, habían liberado la posición». La Operación Pañuelo, así como los combates que desarrollaron a la postre las fuerzas aerotransportadas españolas, costó a los paracaidistas varios fallecidos que fueron condecorados de forma póstuma. Héroes todavía recordados por la unidad.