MURCIA/BARCELONA.- Según la investigación de la Fiscalía de Marsella (Francia), el copiloto Andreas Lubitz, de nacionalidad
alemana, impidió el acceso a la cabina del comandante, que había salido
al servicio, y accionó el sistema de descenso con la "voluntad de destruir el avión" de la compañía Germanwings durante el vuelo Barcelona-Düsseldorf.
Los pasajeros - entre ellos los dos murcianos de
Lorca y Águilas- no se percataron hasta el final, mientras que Lubitz no atendió a las indicaciones de los controladores aéreos pese a que siguió respirando en todo momento, según revela el análisis de la 'caja negra'.
Según la Fiscalía de Marsella, el copiloto Lubitz, un alemán
de 27 años, "estrelló el avión voluntariamente" al activar el botón de
descenso de altitud y negarse "de forma intencionada" a abrir la puerta
de la cabina de mando al comandante. El fiscal dice que no se puede
hablar de atentado terrorista y ha explicado que sólo se escucharon
gritos al final, por lo que la muerte de los pasajeros "fue
instantánea".
Para el fiscal, lo que ocurrió el martes en el macizo de
Trois Évêches no fue un
accidente, sino un crimen por unas motivaciones aún desconocidas. “La acción de selección de altitud solo podía ser algo deliberado”, dijo
por dos veces el fiscal Brice Robin, para remachar que no hubo fallo o un
error, sino una acción premeditada. De hecho, Lubitz giró reiteradamente
una ruedecilla para poner una nueva altitud en lugar de la fijada.
La duda de que podía estar desmayado no parece sostenerse. Expertos consultados señalan que
la puerta puede ser abierta desde el exterior
en caso de emergencia con un código, salvo que quien esté en el
interior la bloquee mediante una clavija. Es lo que debió hacer Lubitz.
En los últimos momentos, y con el avión ya muy cerca de las montañas,
se escuchan los gritos de los pasajeros mezclados con los golpes en la
puerta. La muerte de todos fue “instantánea”, asegura el fiscal. Su conclusión es contundente: el copiloto activó el descenso por unas
razones aún desconocidas, pero “con la voluntad de destruir el avión”.
Todo se produjo en solo 10 minutos.
Además, recordó que ese aparato es "bastante grande" y que los pasajeros "no están justo al lado de la cabina", pero insistió en que los gritos solo se oyen en los últimos minutos de la grabación.
"La muerte fue instantánea, el avión literalmente explotó al chocar contra la montaña", explicó el fiscal.
La gran duda ahora es qué le pasó a Lubitz. Qué tenía en la cabeza antes y durante esos trágicos 10 minutos.
Desde ayer por la tarde,
los equipos están recuperando restos de los cadáveres de las 150 víctimas,
según fuentes del Gobierno catalán. Estos son trasladados hasta el
aeródromo de
Syenes-les-alpes, donde han dispuesto diversos camiones
frigoríficos, según esas mismas fuentes. Está previsto que las muestras
luego sean analizadas en Marsella o en París para compararlas con el ADN
de los familiares.
El responsable de la seguridad del dispositivo ha declinado dar
detalles de las tareas concretas que se están llevando a cabo en la
cima, alegando que solo se encarga de que se hagan de forma segura.
Otro problema añadido es el viento que genera el movimiento de las
hélices de los helicópteros, que hacen volar parte de los restos, según
el responsable de seguridad del dispositivo.
La prioridad es “garantizar la plena identificación, para acabar con las
dudas de los familiares, que deben saber que han rescatado a su ser
querido para evitar la inquietud y la enorme desazón que genera la
desaparición”. Este es el objetivo y la ardua labor que asumen ahora los
agentes de la policía científica francesa.
Dos de los efectivos españoles desplazados trabajarán codo a codo con
los franceses en la morgue creada en la base de operaciones de
Seyne-les-Alpes. Y otros cuatro lo harán en la central de la
Gendarmería en Rosny-sous-Bois, al este de París.
Ningún experto es capaz de aventurar cuánto tiempo puede demorarse esta
tarea de recuperación de restos que se realiza siguiendo protocolos
internacionales establecidos.
«Yo de aquí no me voy sin mi hermano, no
vuelvo a mi casa hasta que no me lo lleve conmigo, como si tengo que
esperar dos semanas o dos meses, me da igual», así de claro habla en
'La Opinión'
Javier Martínez Rubio, hermano de Fernando,
padre de familia de Águilas de 35 años, que viajaba a Alemania para comprar un camión que pudiera servir para el trabajo en las Pastelerías
Kati que su familia regenta en
Calabardina y en Águilas.
Javier
estaba desde ayer en el hotel de Castelldefels con su madre, su cuñada, su otro hermano y
otros familiares directos. Todos juntos intentando buscar consuelo en lo
ocurrido. «Estamos desolados, apenas hemos dormido. No sé ni como
estoy», acertaba a decir entre lágrimas Javier recordando el suceso.
Junto a ellos, en el hotel también había familia directa de Javier Moreno,
tío político de Fernando, que viajaba en el avión para acompañar a su
sobrino y asesorarle en la compra del vehículo. Según explicó a
'La Opinión' el
alcalde de Lorca,
ciudad en la que vivía este camionero de 43 años,
la mujer se ha quedado en la Región por recomendación de los
psicólogos, aunque el consistorio lorquino le ha ofrecido un coche para
que se desplace en el momento que lo necesite.
Los agentes deben recuperar todas las piezas de esa especie de
rompecabezas de muerte esparcidas en dos kilómetros cuadrados.”Lo
primero es no dejar nada en el escenario de los hechos, no puede quedar
nada, la inspección ocular como la recogida de restos debe realizarse de
manera escrupulosa”, explican.
Después se analiza todo lo recuperado, hasta el más mínimo resto
cadavérico encontrado: “Se realiza la prueba de ADN hasta a la muestra
más pequeña que pueda recogerse”. Hay una variable en este complicado
contexto que, en cambio, juega a su favor, que son las bajas
temperaturas del lugar, que “evitan la degradación” y “garantizan una
mejor conservación de los restos”.