De nada sirven las solemnes declaraciones de Mariano Rajoy en La
Moncloa a propósito del lamentable espectáculo del final de ETA,
organizado por sus fantoches internacionales (con la presencia de PNV,
Podemos y UGT), si tras de la fachada monclovita se esconde un pacto
secreto del Presidente con el PNV para hacer concesiones prontas a los
presos de ETA, como lo insinuó el lehendakari vasco Iñigo Urkullu ante
las narices de Albert Rivera.
Y todo esto ocurre el mismo día en el que el Parlament de Cataluña
aprueba la reforma de su Ley de Presidencia, a sabiendas de la
prohibición expresa del TC, para permitir así la investidura telemática
del prófugo Puigdemont. Lo que significa, como bien sabrá Inés
Arrimadas, el regreso del Parlament al golpe de Estado catalán del 27-O
en línea con lo ocurrido los días 6 y 7 de septiembre de 2017.
Motivo más que suficiente, por reiteración del desafío y violación
del orden constitucional, como para que el Presidente Rajoy pueda
disolver de nuevo el Parlament (está en sus competencias del 155) y
anunciar otras elecciones para antes de final de año, si se dan las
condiciones de legalidad para ello.
Eso es lo que haría un líder democrático firme y comprometido con el
orden constitucional. Pero Rajoy, no está pensando en España cuando
actúa o más bien disimula en el País Vasco o Cataluña. Rajoy solo piensa
en su solo interés personal para permanecer en el poder dos años más,
incluso a costa de hacer concesiones de soberanía nacional.
Por ello Rajoy hace costosos e inconfesables regalos al PNV para que
le aprueben los Presupuestos de 2018. Y no disolverá el Parlament para
que pronto se pueda investir presidenta de la Generalitat a Elsa Artadi,
una vez que la puesta en marcha por el Gobierno de su recurso al TC
contra la Ley de Presidencia impida la investidura del prófugo
Puigdemont.
Porque el PNV, además de cobrar su impuesto a Rajoy exige el fin del
155 en Cataluña entrometiéndose en la soberanía nacional, ante el
silencio de Rivera. Y la retirada del 155 pasa por la investidura de un
nuevo presidente de la Generalitat. Por eso Rajoy traga carros y
carretas con Urkullu y en vez de llevar a Torrent ante la Fiscalía por
desafiar al TC y y en vez de disolver el Parlament como debiera hace la
vista gorda en Cataluña.
Y todo esto solo para que Rajoy, con la aprobación de los
Presupuestos de 2018, pueda permanecer en La Moncloa hasta mediados de
2020 haciendo alarde de un escandaloso ‘dejar hacer y dejar pasar’ tanto
en el País Vasco como en Cataluña y con todas las bendiciones de
Ciudadanos.
Con la complicidad directa de Albert Rivera que puede vetar los
dichosos Presupuestos de 2018 y de la infamia soberanista, pero Rivera
no lo hace porque eso le estropearía su estrategia electoral (¿y
España?). Sabiendo Rivera que tiene la llave de está ‘segunda
investidura’ presupuestaria de Rajoy de la que pronto se arrepentirá
cuando se levante el velo del pacto con el PNV.
Y entonces, como en la primera investidura, este Rivera implacable
con Cifuentes y complaciente con el soberanismo vasco y catalán volverá a
lamentar los incumplimientos de Rajoy que ahora conoce de antemano.
Y por supuesto todo ello mientras en el PSOE de Pedro Sánchez miran
al tendido cuando ‘su’ UGT se hace fotos con ETA en Cambo y mientras el
PSC se pasea de la mano con los soberanistas del PDeCAT y ERC por las
ramblas de la ciudad condal.
O sea los demócratas españoles permanecen en una sonora y bien penosa
orfandad en aras de eso que los políticos, de uno y del otro lado,
llaman el ‘conflicto’ de los soberanistas y la respuesta ‘prudente y
proporcional’ para no tener que aplicar la Ley en el lado
constitucional.
(*) Pseudónimo de un veterano y prestigioso periodista cordobés
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