domingo, 28 de febrero de 2010

Las tres cruces del juez Garzón / Jesús Cacho

“Más que la crisis en sí, me preocupan los síntomas de descomposición que se advierten por todas partes”. La frase no pertenece a un moralista al uso, ni a un político con ansias redentoras. Fue pronunciada esta semana por un presidente de empresa del Ibex, asustado por las cosas que estaba viendo desfilar por su despacho. Sobre el fango de una crisis económica que va camino de los 5 millones de parados empiezan a emerger situaciones de escandalosa corrupción típicas de sistemas en fase de desguace, de momentos de “sálvese quien pueda”, o de irónicas despedidas tipo “el último, que apague la luz”.

Dos casos de ahora mismo para ilustrar la profunda crisis política y de valores que está en la base de la decadencia económica de España: Los estertores en la carrera judicial del dizque juez Baltasar Garzón, defendido a capa y espada por el Gobierno y su imponente aparato mediático, con Prisa a la cabeza, a pesar de las tres querellas tres admitidas a trámite por el Tribunal Supremo (TS).

Y la operación de lobby sobre Moncloa puesta en marcha por Florentino Pérez (ACS, los March), para meter la mano en la caja de Iberdrola -como muy bien relata hoy aquí Escudier- so capa de acabar con las limitaciones de voto en los Consejos, un tren al que se ha subido Luis del Rivero (Sacyr), que aspira a lo mismo en Repsol. “Esto lo lleva directamente Zapatero, y está sobre su mesa de trabajo”. Hedor inconfundible de corrupción al por mayor.

Tiempo habrá para abordar este asunto, cuyo análisis remite por derecho a algunos de los más sonoros escándalos del felipismo. Centrémonos en el inmarcesible juez Garzón, a quien el TS ha aplicado aquello de “si no quieres caldo, toma tres tazas”. Tres querellas tres. Es lo que tiene echarle un pulso al Poder, aunque sea el judicial.

Mucho tiempo lleva echándoselo el juez campeador a través de su abogado, Martínez Fresneda, y de su íntimo amigo el también letrado Gómez Benítez –incurso en el caso Faisán, que el propio Garzón guardó en un cajón durante meses-, con la ayuda de sus amigos mediáticos de la izquierda, incluida TVE, y el respaldo total del Gobierno, con la Fiscalía General del Estado y el ministro Rubalcaba en primera línea de fuego. Una ofensiva formidable contra quienes claman por una regeneración del Justicia, que trata de enmascarar los desmanes del Campeador y salvarlo del trance, con prácticas que se acercan a la más pura y dura mafia. Parece, sin embargo, que la estrategia de intimación no ha funcionado esta vez. ¿Por qué?

La línea Maginot se ha fundido porque al juez le han pillado in fraganti en el lugar más inadecuado y en el instante más inoportuno. Justo en el cruce de caminos de varias corrientes de aire que, simultáneas en el tiempo, han provocado la tormenta perfecta capaz de expulsarle de ese planetario jurídico del que siempre soñó ser considerado astro rey. Una ha sido el caso Gürtel, cuyo damnificado es el PP. Otra, el caso Faisán, cuyo beneficiario es el PSOE, partido al que el damnificado sirve ahora con ejemplar dedicación. Una tercera, el llamado caso Pretoria, que ha puesto contra las cuerdas a ilustres catalanes sacando los colores a CiU.

Y, en medio, un frente frío llamado causa abierta contra el franquismo, que choca abruptamente con el cálido de los 300.000 euros que el juez bonito pidió al Banco Santander, Querido Emilio, para sufragarse unos meses sabáticos en Washington. La confluencia de tanto meteoro jurídico ha surtido el efecto del barril de pólvora presto a explotar de forma inmisericorde en las partes pudendas del “Príncipe de la Magistratura”, como en su día lo calificara el director de El Mundo (“Baltasar Garzón ha guiado con destreza la relampagueante trayectoria del arma justiciera, dibujando en la pizarra de la Historia uno de los más memorables guiones torcidos de Dios”), en los días en que ambos compartían vino y rosas.

Un juez con muchos padrinos

Lo que parecía imposible, lo que no consiguieran tantas querellas interpuestas durante tantos años, lo ha logrado ahora la tenacidad de dos abogados, Mazón y Panea, enzarzados con Emilio Botín por el caso de las cesiones de crédito; un ex fiscal de la Audiencia Nacional cabreado hasta la médula tras haber sido espiado, Ignacio Peláez, y una asociación que se creyó lo de la ley de punto final sobre la guerra civil. En El Profeta, la película de Audiard de reciente estreno, el protagonista, un joven magrebí analfabeto y frágil que acaba de ingresar en la cárcel, es acogido en el clan de los corsos que controla la prisión después de superar la prueba que le impone el capo del grupo: asesinar a otro recluso. “A partir de ahora estás bajo la protección de Luciani”.

Garzón también pasó a estar bajo la protección de Polanco (“que me lo meten en la cárcel, José María [Aznar], que me lo meten…”) después de que el juez bonito le salvara del trance Sogecable, matando a su mejor amigo, el también juez Liaño. Garzón pasó a ser Uno de los nuestros. El padrino de Prisa resolvió su futuro y lo blindó de toda acechanza. Nada ni nadie podría contra él. Desde entonces, muchos han sido los cadáveres insepultos dejados en su camino hacia el poder y la gloria. Pero, con Polanco muerto y Prisa al borde de la tumba, Garzón ha cometido un error capital de última hora, solo explicable por su infinita soberbia: se ha atrevido a arremeter cual toro embolado contra sus propios compañeros de carrera, incluidos los magistrados del Tribunal Supremo. Y no hay peor cuña que la de la propia madera.

La frase que un día dirigiera Miquel Roca a Alfonso Guerra, “es que a usted le tenían ganas…”, se ha vuelto a reproducir aquí y ahora. A cuenta de su condición de aforado, Garzón se ha encontrado con una Sala Segunda del TS presidida por un Juan Saavedra, candidato outsider en su día al cargo, que se cree su función. Se la cree y la ejerce sin notoriedad, con eficacia y rigor, porque es un judicial de los de toda la vida, sin tentaciones políticas ni ambición de cargos.

Y con él, un conjunto de magistrados de impecable trayectoria profesional –Colmenero, Maza, Monterde, Andrés Ibáñez, Barreiro, Varela, etc.-, que con él han decidido pasar página de una de las épocas más oscuras de la Justicia española, la representada por Bacigalupos, Villarejos, Ancos y algún otro de la misma especie, y restituir a la suprema instancia penal el prestigio perdido. Hasta 14 magistrados han visto en el TS las tres querellas interpuestas contra el Campeador, y las tres han sido aceptadas por unanimidad, y ello a pesar de que entre esos 14 hay gente, como el citado Andrés Ibáñez, muy cercana a Prisa.

Garzón ha arremetido contra los dos frentes de los que hoy por hoy depende su estatus de inmune ante la Ley: El CGPJ, en la persona de Margarita Robles, impulsora principal de su inmediata suspensión de funciones, y contra los Magistrados de la Sala Segunda, amenazados por El País con salir en portada cualquier día de estos. “Nunca se nos ha ofendido tanto”, aseguraba días atrás un juez del TS. “Estamos ante un tipo disparatado, un bárbaro que cada día que pasa hace más insostenible la situación. Así no podemos seguir trabajando”. Para recuperar ese prestigio, cualquier tribunal –mucho más el Supremo- está obligado a hacer gala de una imparcialidad exquisita.

El error de la acorazada mediática que en las últimas semanas trata de amedrentar a los magistrados mediante una campaña frontal de apoyo de Garzón ha tenido, por eso, un efecto boomerang. Cualquier gesto realizado por la Sala Segunda en beneficio del juez hubiera sido interpretado por la ciudadanía como señal de que los Magistrados del TS son bizcochables -exactamente lo que piensan de la Fiscalía-, en feliz expresión del fallecido Joaquín Navarro, una de las personas que más hubiese disfrutado viendo la estrella del campeador acercándose a su ocaso.

Un Gobierno decidido a rescatarlo del trance a toda costa

Los casos Gürtel, Faisán, franquismo y Pretoria son arquetípicos del mal hacer, en lo que a prepotencia y sectarismo se refiere, del juez de marras. El caso del Banco Santander, Querido Emilio, evidencia, por lo demás, su ánimo de lucro. Todos son episodios salpicados de trampas.

Trampa es grabar las conversaciones que en la cárcel mantienen los imputados con sus abogados sin conocimiento de los afectados, una de las más graves tropelías que, desde el punto de vista de un Estado de Derecho, se pueden cometer en el ámbito judicial.

Trampa es sobreseer y archivar precipitadamente un procedimiento porque de él se pueden desprender gravísimas responsabilidades jurídicas para el presidente del Gobierno y su ministro del Interior.

Trampa es eludir el deber de cumplimiento de la legalidad -Ley de Amnistía de 1977-, sin instar la cuestión de inconstitucionalidad de la misma antes de iniciar cualquier tipo de procedimiento, dispuesto como estaba el juez bonito a abrir heridas que la gran mayoría de la sociedad española consideraban cerradas, todo ello ad maiorem gloriam suam.

Y trampa es usar fraudulentamente de la técnica de las piezas separadas para arrogarse la competencia -sin pasar por reparto- de asuntos que ni siquiera son materia de la Audiencia Nacional, ello para aflorarlos cuando al libre albedrío del narcisista juez interese.

Dando por sentado el cabreo supino de una mayoría en el CGPJ y TS, el deseable final de la anomalía Garzón no hubiera sido posible, con todo, sin el hartazgo de unos ciudadanos cada vez más escandalizados con la situación de una Justicia sumida en el mayor de los descréditos por casos como el comentado.

Es cierto que la estrella del campeador parece a punto de apagarse. “Está muerto”, dicen en el despacho de Rubalcaba. Es cierto, también, que el susodicho ha pretendido jugar a tantas cartas que, al final, su castillo se ha derrumbado. Y es cierto, en fin, que nadie está por encima de la ley, aunque ese nadie viva adosado al Poder, identificado en el Ministro de la policía de turno. Pero no lancemos las campanas al vuelo.

A Garzón no lo salvará Prisa, tan arruinada como desacreditada, pero sí podría rescatarlo del barro un Gobierno dispuesto a poner en jaque toda la maquinaria del Estado para mantener vivo a un juez que, por encima de todo, es útil al Poder, tanto para tener a la oposición permanentemente en jaque como para solventar de un plumazo –firma y rúbrica, nunca mejor dicho- el trabajo sucio de Policía y Guardia Civil en la lucha antiterrorista.

La pelota, en mi modesta opinión, sigue en el tejado. Si finalmente se estampara contra el suelo, sería un motivo de gran alegría porque, a pesar de los pesares, habría margen para pensar que la regeneración democrática aún es posible en España.

Puntos de fricción / Mateo Peñaranda


FEBRERO, CORTO, PERO SUSTANCIOSO EN DISPARATES


A partir de hoy y, al final de cada mes, voy a intentar explicar el trasfondo de las noticias más relevantes que se produzcan o produzca la Región de Murcia por aquello de que vivimos ya unos tiempos históricos que nos colocarán en un nuevo sitio dentro de la mundialización.


Y vamos a comenzar por febrero tras observar que todos los pájaros que pasan por aquí se le meten en la cabeza a los tontos de turno; y lo digo sin acritud porque llevo algunos años viviendo-trabajando en Madrid y no tengo roce físico alguno con estos protagonistas del desastre a que han abocado a mi tierra con un índice aterrador de desempleo estructural.

El presidente Valcárcel sigue con sus promesas vanas, apuestas carísimas y proyectos inviables por alucinantes en una región tan pobre e ignorante como la nuestra. No sé si es que es así de pobre hombre o que estamos ante un pillo redomado, que se ríe de todos nosotros, los votantes.

A mí y a otra mucha gente de mi edad -estamos en la treintena larga- nos parece hoy un personaje patético y un "yogur caducado" que, además, creo que tiene encima la espada de Damocles de un procedimiento judicial que progresa convenientemente y le podría amargar fácilmente su lejano turno en la presidencia del Comité de las Regiones, en Bruselas, si el abogado Mazón se empeñase y a cuenta del fiasco de la balsa Jenni. He oído algo de los idus de marzo a otro famoso abogado andaluz, de nombre Salvador, a punto de la jubilación.

En Cajamurcia también cuecen habas aunque pueda no parecerlo. Me dice un tío mío que allí trabaja, que sus compañeros quieren creer el mensaje que destila la dirección pero que, cada vez más burdo, hace dificil pensar que la entidad está al margen de la tormenta financiera internacional. Al final veremos en que quedan las cuentas que se presentan como impecables gracias a cierta ingeniería financiera tras ocultar a sus consejeros y opinión pública la fuerte depreciación del patrimonio de la Caja. No creo que sea nada fácil que lidere una fusión, si es que antes no queda aislada de todos los procesos en marcha, ni que su presidente sea el próximo de la CECA tras los errores estratégicos cometidos durante el inicio de reestructuración del sector.

La polémica en torno al Sagrado Corazón de Monteagudo (siempre a la vista desde mi casa de Cabezo de Torres) ha servido para comprobar el deterioro de poder del alcalde de Murcia, Miguel Ángel Cámara, en su ámbito de actuación. Ha querido liderar un movimiento de rechazo y se ha encontrado con el único apoyo de parte de una pedanía y cuatro cabecillas subvencionados. La gente del pueblo llano le ha dado políticamente la espalda pese a estar la gran mayoría en contra de remover la estatua. Y todo ha servido para descubrir que, en realidad, el fuerte deterioro del paraje es de exclusiva responsabilidad del Ayuntamiento de Murcia. Le ha salido el tiro por la culata y se ha tenido que parar en seco aunque copiando la iniciativa jurídica puesta en marcha por el abogado católico Diego de Ramón. El alcalde seguidista es otro caducado claro.

Febrero también nos ha puesto en guardia frente al vicepresidente de Caja Mediterráneo, Ángel Martínez, un huertano que presume de conocimientos que no tiene y de libros que él no escribe aunque figure como autor, a tenor de lo que dicen en voz baja a un amigo mío sus compañeros en el consejo de administración. Su osadía parece no conocer límites y se ve claro que el muy pródigo utiliza los recursos de la entidad para su propia promoción personal, buscando proyección pública como político frustrado y pasado de fecha. Los empleados de Caja Mediterráneo en la ciudad de Murcia cuentan sin parar sobre este ocurrente con pretensiones de genio del ferrocarril como paradigma del fraude intelectual tolerado pero a desterrar con la crisis.

Otro a desterrar pronto sería el pretendido líder socialista regional, Pedro Saura, tras la sarta de "pedroladas" a que nos tiene acostumbrados cada día. Su fuerte apuesta a estas alturas del desastre por el sector construcción para salir de la crisis tiene asombrada a toda la izquierda sociológica murciana (no creo que tanto a la "entregada" IU, hoy en plena luna de miel con el PP). Su agotado discurso, tanto o más que el de Valcárcel, es simple, cansino y corto de cortedad. Y todavía tiene pendiente de que le aflore el escándalo de corrupción continuada en los arrabales del socialismo cartagenero. Huele muy mal la colaboración urbanística privada y depredadora - ahí está Cala Reona- entre la alcaldesa del PP y los ex alcaldes socialistas, comenzando por Alonso, gran financiador de mítines y campañas del PSRM para vergüenza de Oñate.

Aspira a suceder a Saura otro simple, políticamente hablando, como el delegado del Gobierno, Tovar, pese a su metedura de pata con Mazón, que ha precipitado el final de su atrevida aspiración sabidas sus limitaciones y demostradas con generosidad en esta ocasión. No ha sabido estar en su sitio institucional y posiblemente hasta haya arrastrado el dudoso futuro político de su hija en Madrid. José Blanco posiblemente dé buena cuenta de todos éstos melones pasada la Presidencia española de la Unión Europea y antes de la recta final hacia los procesos electorales inevitables.

Precisamente Bruselas es el espacio elegido por una parte sustantiva, y jurídicamente de altura en la sociedad civil de la Región de Murcia, para desarrollar la batalla legal contra el aval-subvención encubierta de 200 millones de euros a la concesionaria del aeropuerto de Corvera por las exhaustas arcas de la Comunidad Autónoma tras la inaceptable cesión del presidente ante el ex consejero Patricio Valverde para resarcir las pérdidas de los inversores en la mercantil privada Aeropuerto de Murcia S.A., fundamentalmente Cajamurcia, Caja Mediterráneo y El Pozo. La experiencia de la ruina de la autopista de peaje Cartagena-Vera, donde se repiten casi los mismos socios incluida la filial de "Sacyr", "Ploder", (con ERE en marcha y proceso concursal), ha hecho volar capitales hacia las islas Caimán y otros destinos caribeños.

Por eso es preocupante la serie de casualidades observadas en grandes empresas de la Región de Murcia en las últimas semanas: el enigmático incendio en El Pozo, la nocturna fuga de gas en García Carrión o el camino irreversible de salvación para Hefame de su cercana fusión con Cofares tras el contrato de abastecimiento al Servicio Murciano de Salud aunque se encuentre en quiebra técnica. Y, desde luego, que un teórico emporio como el de Jumilla tenga que refinanciarse al margen esta vez de Cajamurcia, ante la crisis de consumo y su desplazamiento junto a Fuertes de los lineales de "Mercadona", con 175 millones de euros. Nuestras cuatro grandes empresas no conocen obviamente sus mejores tiempos aunque mantengan la pose. Nuestra única verdad cierta es que todavía representamos el 20% de las exportaciones españolas de frutas y verduras y nada en el turismo aunque poco más en una industria obsoleta.

Eso no evita el desempleo galopante y la ruina de las arcas de la Comunidad Autónoma. Sólo uno de cada diez murcianos en paro volverá a trabajar. Y los funcionarios dependientes de Valcárcel tal vez dejen de cobrar hacia el verano como consecuencia de un gasto estructural desbocado y una crisis fiscal que va a más pese a las exigencias de Bruselas de contención y reducción del gasto para lo que no sea imprescindible. En la Región de Murcia, la recesión económica, el desempleo y la pobreza es el doble de la media española como consecuencia de la codicia de los amigos del poder.

(Lo de CROEM es de juicio sumarísimo: propicia hasta la exasperación un modelo económico regional insostenible y ahora denuncia sus efectos devastadores en plan salvadores de la patria. "Urge la jubilación del demente senil, a quien ya se le está haciendo tarde y puede encontrarse con sorpresas como siga midiendo tan mal el tiempo", como ha escrito hace poco otro buen amigo mío que presume de saber exactamente donde están los dos tumores principales de la metástasis que atenaza a nuestra tierra y nuestras gentes desde hace 35 años).

Una no noticia relevante es que se ha dejado de hablar de los males que asolan a "Polaris" (le han sustituido los robos de agua en Abarán a cargo de la llamada y muy oculta Mafia del Agua) y las circunstancias que han puesto por delante a "Trampolín" (una incógnita financiada desde la comarca de la Vega Baja, en Alicante), donde no me consta si todavía trabaja la esposa de un relevante magistrado de la Audiencia, ni sé si es la promotora llamada a urbanizar el entorno del Santuario de la Fuensanta, tan negada por el concejal de Urbanismo, el sin escrúpulos Berberena Loperena, un lobo a cargo del cuidado de las ovejas, esta vez de la mismísima Patrona de la Vega del Segura.

Pero la noticia más sorprendente del mes de febrero que hoy acaba, es el descubrimiento de Trini, la madre medium del consejero de Cultura, Pedro Alberto Cruz, y asesora oculta de su hijo y del mismo Valcárcel. Ahí estamos para afrontar lo que se nos viene encima. Hasta el 31 de marzo, amigos.