Hoy, viernes 4 de mayo, se cierra oficialmente casi medio siglo de violencia terrorista en España.
Oficiosamente cerrada desde hace casi siete años, el acto que se va a
celebrar en Cambo-les-Bains certifica la defunción de la organización
etarra.
Pese a que la úlcera de ETA, como es calificada por un destacado
intelectual de la derecha mediática, había dejado de sangrar desde
octubre de 2011, ningún asesinato o secuestro habido en esta última
media docena de años, ha permanecido sin cerrar hasta este primer
viernes de mayo en que sus máximos exponentes la van a cerrar
definitivamente. ETA es ya, por lo tanto, un capítulo trágico más de la
historia de España.
Quienes permutaron la lucha armada contra la dictadura de Franco en terrorismo contra la democracia son
los principales responsables de la violencia ciega desatada contra la
Constitución de 1978. Quienes optaron por el más torpe terrorismo de
Estado para combatir a ETA, transformando un problema policial en uno
militar, como exponía recientemente Rafael Vera a Jordi Evole en el
programa Salvados, contribuyeron a potenciar el escenario terrorista.
Y
quienes, finalmente, apostaron por los muchos réditos electorales
generados por la úlcera terrorista, impidieron la más mínima política de
Estado que intentara terminar con la violencia. González, Aznar y
Zapatero fueron puestos en la picota por intentarlo.
Si ETA es una úlcera que el Estado podía soportar por mucho
que sangrara de vez en cuando, mientras que el nacionalismo es un cáncer
incurable para el Estado– como afirma el citado intelectual de
la derecha mediática–, el final del proceso ulceroso en Euskadi
coincide con el estallido del tumor del nacionalismo catalán.
Así la
úlcera de ETA ha sido sustituida por el cáncer de Puigdemont en
Cataluña, a la vez que los profetas armados del nacionalismo vasco están
siendo hoy reemplazados por los profetas desarmados del nacionalismo
catalán. Premisa teóricopolítica errónea, tan vigente hoy como ayer, que
está envenenando el clima político democrático.
El enunciado del Pacto de Ajuria Enea, en ausencia de violencia se puede hablar de todo, se incumple hoy, pese
a haber sido firmado por todos los partidos democráticos. Tanto por el
Gobierno, Partido Popular, como por la oposición, Ciudadanos, que
rivaliza en el rechazo al diálogo político en Cataluña, también
rechazado por la izquierda oficial, el PSOE.
Más aún, se acusa incluso
de violencia a los dirigentes nacionalistas, se les procesa por rebelión
y, además, se les encarcela preventivamente. En una palabra, son
tratados como si hubiesen sido cogidos in fraganti con las
armas en las manos. De tal modo que la Audiencia Nacional, e incluso el
mismo Tribunal Constitucional, evocan el TOP de siniestra memoria.
De igual modo que Aznar y Rajoy cabalgaron ayer sobre la lucha antiterrorista,
denunciando tanto a González como a Zapatero por traidores, Rivera
cabalga sobre el nacionalismo español, denunciando a Rajoy por su
pusilanimidad con Puigdemont. Los millones de votos perdidos entonces
por el PSOE son los millones de votos que pierde hoy el PP.
Esa misma
demagogia multiplica hoy los panes y los peces electorales de Ciudadanos
como bien multiplicó ayer los del Partido Popular. El anticatalanismo
es como el antiterrorismo. Un imán para atraer un electorado previamente
desinformado o desorientado. Por esas mismas acusaciones, Rivera
llegará a la Moncloa como llegó Aznar.
Precisamente porque la úlcera de ETA ha sido cerrada, necesitan que el cáncer de Puigdemont
continúe sin terapia política. Nada más idóneo que un enemigo interno
para intentar aglutinar todo un amplio bloque social mayoritario, en
base al movimiento nacional español articulado en torno a la figura de
Albert Rivera, tras la que se perfila la inquietante FAES con su
programa ultraneoliberal revestido con la rojigualda.
En esa línea, hay
que recordar a Jaime Mayor Oreja cuando señalaba que detrás del
nacionalismo catalán se encontraba la propia ETA, como si una cadena
invisible ligase a Josu Ternera con Carles Puigdemont. La visión
conspirativa de los procesos históricos vuelve a estar de moda en la
España cañí.
(*) Periodista
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