viernes, 22 de junio de 2007

La CE quiere obligar a los fabricantes a utilizar bombillas más eficientes en el alumbrado público


BRUSELAS.- La Comisión Europea (CE) quiere obligar a los fabricantes a reemplazar progresivamente los modelos de bombilla poco eficientes utilizados con frecuencia en la iluminación de las calles por alternativas más ecológicas.


Así lo reveló en una reunión celebrada hoy, en la que participaron miembros del Ejecutivo comunitario y representantes de la industria.


La medida se enmarca en los planes de Bruselas de endurecer los estándares de eficiencia energética que se aplican en la actualidad a la comercialización en la UE de una amplia gama de productos, entre los que figuran los televisores o los ordenadores.


El objetivo en el caso de las lámparas en las vías públicas es forzar a los fabricantes a una sustitución progresiva de algunas de las actuales bombillas, que emplean mercurio y resultan poco eficientes, por tecnologías más respetuosas con el entorno, explicaron fuentes comunitarias.
La Comisión quiere que los nuevos estándares, que además mejorarán el reciclado, sean adoptados el próximo año.


También aspira a que a partir de 2009 se pongan en marcha otras medidas, que podrían conllevar la supresión progresiva de las bombillas incandescentes utilizadas en los hogares.
Según las fuentes, estas iniciativas forman parte de un amplio proceso para recortar de manera tajante el consumo de energía y, paralelamente, la emisión de dióxido de carbono (CO2).


La UE aplica desde 2005 la directiva de "Ecoconcepción", que prevé parámetros obligatorios de mejora de eficiencia energética a través de los cuales Bruselas quiere recortar en 180 millones de toneladas anuales las emisiones de CO2 para 2020, según las fuentes.


La CE trabaja ahora en esos requisitos, que en una primera fase se aplicarían a una veintena de productos, que incluirían lavadoras, aspiradoras y otros electrodomésticos comunes.


"La industria europea está en condiciones de aprovechar la ocasión que representa crear nuevos productos que permitan el ahorro energético y la disminución de emisiones de CO2", aseguró el vicepresidente de la CE, Günter Verheugen, en un comunicado.


Verheugen añadió que Bruselas "velará por que las industrias europeas se consoliden como competitivas en el mercado mundial".- (EFE)

El imperio del consumo/Eduardo Galeano


Los dueños del mundo usan el mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar.

La explosión del consumo en el mundo actual mete más ruido que todas las guerras y arma más alboroto que todos los carnavales. Como dice un viejo proverbio turco, quien bebe a cuenta, se emborracha el doble.

La parranda aturde y nubla la mirada; esta gran borrachera universal parece no tener límites en el tiempo ni en el espacio. Pero la cultura de consumo suena mucho, como el tambor, porque está vacía; y a la hora de la verdad, cuando el estrépito cesa y se acaba la fiesta, el borracho despierta, solo, acompañado por su sombra y por los platos rotos que debe pagar.

La expansión de la demanda choca con las fronteras que le impone el mismo sistema que la genera. El sistema necesita mercados cada vez más abiertos y más amplios, como los pulmones necesitan el aire, y a la vez necesita que anden por los suelos, como andan, los precios de las materias primas y de la fuerza humana de trabajo. El sistema habla en nombre de todos, a todos dirige sus imperiosas órdenes de consumo, entre todos difunde la fiebre compradora; pero ni modo: para casi todos esta aventura comienza y termina en la pantalla del televisor.

La mayoría, que se endeuda para tener cosas, termina teniendo nada más que deudas para pagar deudas que generan nuevas deudas, y acaba consumiendo fantasías que a veces materializa delinquiendo.

El derecho al derroche, privilegio de pocos, dice ser la libertad de todos. Dime cuánto consumes y te diré cuánto vales. Esta civilización no deja dormir a las flores, ni a las gallinas, ni a la gente. En los invernaderos, las flores están sometidas a luz continua, para que crezcan más rápido. En la fábricas de huevos, las gallinas también tienen prohibida la noche. Y la gente está condenada al insomnio, por la ansiedad de comprar y la angustia de pagar. Este modo de vida no es muy bueno para la gente, pero es muy bueno para la industria farmacéutica.

EEUU consume la mitad de los sedantes, ansiolíticos y demás drogas químicas que se venden legalmente en el mundo, y más de la mitad de las drogas prohibidas que se venden ilegalmente, lo que no es moco de pavo si se tiene en cuenta que EEUU apenas suma el cinco por ciento de la población mundial.

«Gente infeliz, la que vive comparándose», lamenta una mujer en el barrio del Buceo, en Montevideo. El dolor de ya no ser, que otrora cantara el tango, ha dejado paso a la vergüenza de no tener. Un hombre pobre es un pobre hombre. «Cuando no tenés nada, pensás que no valés nada», dice un muchacho en el barrio Villa Fiorito, de Buenos Aires. Y otro comprueba, en la ciudad dominicana de San Francisco de Macorís: «Mis hermanos trabajan para las marcas. Viven comprando etiquetas, y viven sudando la gota gorda para pagar las cuotas».

Invisible violencia del mercado: la diversidad es enemiga de la rentabilidad, y la uniformidad manda. La producción en serie, en escala gigantesca, impone en todas partes sus obligatorias pautas de consumo. Esta dictadura de la uniformización obligatoria es más devastadora que cualquier dictadura del partido único: impone, en el mundo entero, un modo de vida que reproduce a los seres humanos como fotocopias del consumidor ejemplar.

El consumidor ejemplar es el hombre quieto. Esta civilización, que confunde la cantidad con la calidad, confunde la gordura con la buena alimentación. Según la revista científica The Lancet, en la última década la «obesidad severa» ha crecido casi un 30 % entre la población joven de los países más desarrollados. Entre los niños norteamericanos, la obesidad aumentó en un 40% en los últimos dieciséis años, según la investigación reciente del Centro de Ciencias de la Salud de la Universidad de Colorado.

El país que inventó las comidas y bebidas light, los diet food y los alimentos fat free, tiene la mayor cantidad de gordos del mundo. El consumidor ejemplar sólo se baja del automóvil para trabajar y para mirar televisión. Sentado ante la pantalla chica, pasa cuatro horas diarias devorando comida de plástico.

Triunfa la basura disfrazada de comida: esta industria está conquistando los paladares del mundo y está haciendo trizas las tradiciones de la cocina local. Las costumbres del buen comer, que vienen de lejos, tienen, en algunos países, miles de años de refinamiento y diversidad, y son un patrimonio colectivo que de alguna manera está en los fogones de todos y no sólo en la mesa de los ricos.

Esas tradiciones, esas señas de identidad cultural, esas fiestas de la vida, están siendo apabulladas, de manera fulminante, por la imposición del saber químico y único: la globalización de la hamburguesa, la dictadura de la fast food.

La plastificación de la comida en escala mundial, obra de McDonald's, Burger King y otras fábricas, viola exitosamente el derecho a la autodeterminación de la cocina: sagrado derecho, porque en la boca tiene el alma una de sus puertas.

El campeonato mundial de fútbol del 98 nos confirmó, entre otras cosas, que la tarjeta MasterCard tonifica los músculos, que la Coca-Cola brinda eterna juventud y que el menú de McDonald's no puede faltar en la barriga de un buen atleta. El inmenso ejército de McDonald's dispara hamburguesas a las bocas de los niños y de los adultos en el planeta entero.

El doble arco de esa M sirvió de estandarte, durante la reciente conquista de los países del Este de Europa. Las colas ante el McDonald's de Moscú, inaugurado en 1990 con bombos y platillos, simbolizaron la victoria de Occidente con tanta elocuencia como el desmoronamiento del Muro de Berlín.

Un signo de los tiempos: esta empresa, que encarna las virtudes del mundo libre, niega a sus empleados la libertad de afiliarse a ningún sindicato. McDonald's viola, así, un derecho legalmente consagrado en los muchos países donde opera. En 1997, algunos trabajadores, miembros de eso que la empresa llama la Macfamilia, intentaron sindicalizarse en un restorán de Montreal en Canadá: el restorán cerró. Pero en el 98, otros empleados de McDonald's, en una pequeña ciudad cercana a Vancouver, lograron esa conquista, digna de la Guía Guinness.

Las masas consumidoras reciben órdenes en un idioma universal: la publicidad ha logrado lo que el esperanto quiso y no pudo. Cualquiera entiende, en cualquier lugar, los mensajes que el televisor transmite. En el último cuarto de siglo, los gastos de publicidad se han duplicado en el mundo. Gracias a ellos, los niños pobres toman cada vez más Coca-Cola y cada vez menos leche, y el tiempo de ocio se va haciendo tiempo de consumo obligatorio.

Tiempo libre, tiempo prisionero: las casas muy pobres no tienen cama, pero tienen televisor, y el televisor tiene la palabra. Comprado a plazos, ese animalito prueba la vocación democrática del progreso: a nadie escucha, pero habla para todos. Pobres y ricos conocen, así, las virtudes de los automóviles último modelo, y pobres y ricos se enteran de las ventajosas tasas de interés que tal o cual banco ofrece.

Los expertos saben convertir a las mercancías en mágicos conjuntos contra la soledad. Las cosas tienen atributos humanos: acarician, acompañan, comprenden, ayudan, el perfume te besa y el auto es el amigo que nunca falla. La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Los agujeros del pecho se llenan atiborrándolos de cosas, o soñando con hacerlo.

Y las cosas no solamente pueden abrazar: ellas también pueden ser símbolos de ascenso social, salvoconductos para atravesar las aduanas de la sociedad de clases, llaves que abren las puertas prohibidas. Cuanto más exclusivas, mejor: las cosas te eligen y te salvan del anonimato multitudinario. La publicidad no informa sobre el producto que vende, o rara vez lo hace. Eso es lo de menos. Su función primordial consiste en compensar frustraciones y alimentar fantasías: ¿En quién quiere usted convertirse comprando esta loción de afeitar?

El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista. La obsesión social del éxito, dice Platt, incide decisivamente sobre la apropiación ilegal de las cosas. Yo siempre he escuchado decir que el dinero no produce la felicidad; pero cualquier televidente pobre tiene motivos de sobra para creer que el dinero produce algo tan parecido, que la diferencia es asunto de especialistas.

Según el historiador Eric Hobsbawm, el siglo XX puso fin a siete mil años de vida humana centrada en la agricultura desde que aparecieron los primeros cultivos, a fines del paleolítico. La población mundial se urbaniza, los campesinos se hacen ciudadanos. En América Latina tenemos campos sin nadie y enormes hormigueros urbanos: las mayores ciudades del mundo, y las más injustas. Expulsados por la agricultura moderna de exportación, y por la erosión de sus tierras, los campesinos invaden los suburbios.

Ellos creen que Dios está en todas partes, pero por experiencia saben que atiende en las grandes urbes. Las ciudades prometen trabajo, prosperidad, un porvenir para los hijos. En los campos, los esperadores miran pasar la vida, y mueren bostezando; en las ciudades, la vida ocurre, y llama. Hacinados en tugurios, lo primero que descubren los recién llegados es que el trabajo falta y los brazos sobran, que nada es gratis y que los más caros artículos de lujo son el aire y el silencio.

Mientras nacía el siglo XIV, fray Giordano da Rivalto pronunció en Florencia un elogio de las ciudades. Dijo que las ciudades crecían «porque la gente tiene el gusto de juntarse». Juntarse, encontrarse. Ahora, ¿quién se encuentra con quién? ¿Se encuentra la esperanza con la realidad? El deseo, ¿se encuentra con el mundo? Y la gente, ¿se encuentra con la gente? Si las relaciones humanas han sido reducidas a relaciones entre cosas, ¿cuánta gente se encuentra con las cosas?

El mundo entero tiende a convertirse en una gran pantalla de televisión, donde las cosas se miran pero no se tocan. Las mercancías en oferta invaden y privatizan los espacios públicos. Las estaciones de autobuses y de trenes, que hasta hace poco eran espacios de encuentro entre personas, se están convirtiendo ahora en espacios de exhibición comercial.

El shopping center, o shopping mall, vidriera de todas las vidrieras, impone su presencia avasallante. Las multitudes acuden, en peregrinación, a este templo mayor de las misas del consumo. La mayoría de los devotos contempla, en éxtasis, las cosas que sus bolsillos no pueden pagar, mientras la minoría compradora se somete al bombardeo de la oferta incesante y extenuante. El gentío, que sube y baja por las escaleras mecánicas, viaja por el mundo: los maniquíes visten como en Milán o París y las máquinas suenan como en Chicago, y para ver y oír no es preciso pagar pasaje.

Los turistas venidos de los pueblos del interior, o de las ciudades que aún no han merecido estas bendiciones de la felicidad moderna, posan para la foto, al pie de las marcas internacionales más famosas, como antes posaban al pie de la estatua del prócer en la plaza. Beatriz Solano ha observado que los habitantes de los barrios suburbanos acuden al center, al shopping center, como antes acudían al centro.

El tradicional paseo del fin de semana al centro de la ciudad, tiende a ser sustituido por la excursión a estos centros urbanos. Lavados y planchados y peinados, vestidos con sus mejores galas, los visitantes vienen a una fiesta donde no son convidados, pero pueden ser mirones. Familias enteras emprenden el viaje en la cápsula espacial que recorre el universo del consumo, donde la estética del mercado ha diseñado un paisaje alucinante de modelos, marcas y etiquetas.

La cultura del consumo, cultura de lo efímero, condena todo al desuso mediático. Todo cambia al ritmo vertiginoso de la moda, puesta al servicio de la necesidad de vender. Las cosas envejecen en un parpadeo, para ser reemplazadas por otras cosas de vida fugaz. Hoy que lo único que permanece es la inseguridad, las mercancías, fabricadas para no durar, resultan tan volátiles como el capital que las financia y el trabajo que las genera.

El dinero vuela a la velocidad de la luz: ayer estaba allá, hoy está aquí, mañana quién sabe, y todo trabajador es un desempleado en potencia. Paradójicamente, los shoppings centers, reinos de la fugacidad, ofrecen la más exitosa ilusión de seguridad. Ellos resisten fuera del tiempo, sin edad y sin raíz, sin noche y sin día y sin memoria, y existen fuera del espacio, más allá de las turbulencias de la peligrosa realidad del mundo.

Los dueños del mundo usan al mundo como si fuera descartable: una mercancía de vida efímera, que se agota como se agotan, a poco de nacer, las imágenes que dispara la ametralladora de la televisión y las modas y los ídolos que la publicidad lanza, sin tregua, al mercado. Pero, ¿a qué otro mundo vamos a mudarnos? ¿Estamos todos obligados a creernos el cuento de que Dios ha vendido el planeta a unas cuantas empresas, porque estando de mal humor decidió privatizar el universo?

La sociedad de consumo es una trampa cazabobos. Los que tienen la manija simulan ignorarlo, pero cualquiera que tenga ojos en la cara puede ver que la gran mayoría de la gente consume poco, poquito y nada necesariamente, para garantizar la existencia de la poca naturaleza que nos queda. La injusticia social no es un error a corregir, ni un defecto a superar: es una necesidad esencial. No hay naturaleza capaz de alimentar a un shopping center del tamaño del planeta.

Este siglo puede ser el del colapso de la especie humana, según el coordinador de Atapuerca

BILBAO.- El codirector de las excavaciones arqueológicas de Atapuerca, Eduald Carbonell, ha manifestado hoy en Bilbao que "aún no somos conscientes de que este siglo puede ser el del colapso de nuestra especie por nuestra incapacidad para organizar conscientemente las relaciones entre nosotros mismos y con el medio que nos rodea".

En una posterior conferencia de prensa, el arqueólogo y geólogo catalán señaló que "el rebaño de primates gregarios que somos, que es como yo llamo a la especie humana, hemos puesto en una situación difícil no sólo el planeta, sino a nuestra propia especie".

"Ahora, algunos del rebaño de primates -ironizó- comenzamos a ser conscientes de que la inteligencia ha de servir para algo más de lo que ha servido hasta ahora, como, por ejemplo, para tomar conciencia de lo que ocurre".

Carbonell apuntó también que "la colaboración científico-técnica, del estilo de la que va a existir entre Gaiker y Atapuerca, tiene que generar una nueva forma de pensar y repensar el planeta y dar soluciones a lo que está ocurriendo".

"Todas las medidas que nosotros podamos utilizar ahora para paliar lo que está ocurriendo -agregó-, las vamos a utilizar, porque somos seres inteligentes; la inteligencia es un proceso que comenzó hace 2,5 millones de años y que ha llegado hasta hoy".

"Espero también -prosiguió- que ayudemos a alumbrar una forma distinta de pensar, de hacer, de conocer, que siempre parta de las personas y revierta en la sociedad para que podamos ayudar a mejorar las relaciones en esta sociedad".

"La conciencia crítica en las relaciones sociales es la que puede asegurar la continuidad de nuestra especie", aseguró.

Carbonell opinó que "en la medida en que vemos en Atapuerca la evolución de las distintas especies en el medio, también podemos ver la evolución de las empresas que empiezan a trabajar y a abordar problemas emergentes que no existían cuando estos homínidos estaban organizados en una estructura absolutamente orgánica, debido a la selección natural de las especies".

"La selección técnica que impera en la actualidad ha cambiado las reglas del juego y de la evolución y ha introducido mecanismos y potencialidades que son muy efectivas en la humanización, pero que son muy costosas y muy peligrosas cuando no son gestionadas de forma humana y son gestionadas sólo de forma primate", advirtió.- (EFE)

Aznar propone al murciano Jaime García-Legaz como nuevo secretario general de la FAES

MADRID.- El presidente de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), José María Aznar, propondrá a Jaime García-Legaz nuevo secretario general de la fundación, como sustituto de Javier Fernández-Lasquetty, recientemente nombrado consejero de Inmigración y Cooperación de la Comunidad de Madrid.

La propuesta del presidente de FAES se incluirá en el orden del día de la reunión ordinaria que el Patronato de la fundación ya tenía acordado celebrar el próximo jueves, 28 de junio. El nombramiento formal de secretario general debe ser aprobado por el Patronato de FAES, tal y como establecen sus Estatutos.

El presidente de FAES ya ha trasladado al presidente del Partido Popular y patrono de la fundación, Mariano Rajoy, la propuesta de nombramiento de Jaime García-Legaz.

García-Legaz, nacido en Murcia, en 1968, es licenciado en Económicas y Empresariales por CUNEF. Ha realizado cursos de doctorado por la Universidad Complutense de Madrid, es técnico comercial y economista del Estado, así como diplomado en programas directivos por IESE. Ha trabajado en el Servicio de Estudios del Banco de España y en la Dirección General del Tesoro. En los gobiernos de José María Aznar desempeñó los cargos de asesor económico del presidente, director de gabinete del secretario de Estado de Telecomunicaciones y director general de Bienestar y Educación del gabinete del presidente.

Hasta ahora ocupaba la Dirección General de Estadística de la Comunidad de Madrid. Igualmente, ha sido consultor del Banco Mundial, de la OCDE, de la Comisión Europea y de la Organización Meteorológica Mundial; profesor de Economía en la Universidad Complutense de Madrid, la Universidad Autónoma de Madrid y la Universidad Pontificia de Comillas; es miembro de la Atlantic Economic Society.

En la actualidad, Jaime García-Legaz es director de Economía y Políticas Públicas de la Fundación FAES. - (Agencias)

El Gobierno regional respalda a García Madrid y se muestra ignorante sobre la actuación en Pacheco


MURCIA.- El consejero de Presidencia, Fernando de la Cierva, dijo hoy al término del Consejo de Gobierno y en rueda de prensa que "no se sabe en que se basa, que se pretende y que se va a hacer o que se va a dejar de hacer" tras la actuación judicial llevada a cabo en Torre Pacheco.

Estas declaraciones se producen a preguntas de periodistas sobre lo ocurrido el pasado martes en que funcionarios del juzgado número 4 de San Javier se llevaron de la sede del ayuntamiento de Torre Pacheco diversos planes parciales, expedientes sancionadores y de contratación de obra pública, así como proyectos de urbanización realizados en el termino municipal.

De la Cierva indicó que sobre este asunto la jueza decretó el secreto de sumario, por lo que no dio credibilidad a las informaciones que se han publicado sobre este tema basadas en lo que han recabado de las personas que trabajan en la investigación dado que de ser cierto que tales personas están facilitando información sobre el caso "estarían cometiendo un delito".

Indicó que representantes del gobierno regional se reunieron ayer con el alcalde de Torre Pacheco, Daniel García Madrid, quién aseguró en el encuentro que no ha habido nunca un requerimiento para que el ayuntamiento aportase documentación alguna, ni por parte de la Fiscalía ni del juzgado.

Afirmó que sería deseable que al menos algunos expedientes volvieran lo antes posible al ayuntamiento para permitir el normal funcionamiento del consistorio, claro está que sin perjuicio de la investigación en curso.

Fernando de la Cierva subrayó el respeto del Ejecutivo hacia la acción de la justicia, y expresó su confianza en la gestión que el ayuntamiento viene realizando hasta la fecha.- (EFE)