Además, el presupuesto de
reforma de los cuatro sumergibles se ha duplicado a casi 4.000 millones
de euros, el doble de lo previsto, para corregir el problema de peso que
se detectó cuando se flotó la primera de las naves.
Los submarinos, además del problema de peso, lo tienen de tamaño. Con
la reforma han pasado de medir 78 metros de eslora a cerca de 80, con
lo que los muelles se quedan pequeños.
Esto se ha conocido cuando el nuevo Ejecutivo de Pedro Sánchez debía
pedir un informe al Consejo de Estado para elevar el techo de gasto y
rectificar la orden de ejecución de los submarinos a
Navantia.
Ahora el problema es que, con sus nuevas dimensiones, el
S-80 Plus no
cabe en las fosas de atraque de la base naval de Cartagena, lo
que obligará al Ministerio de Defensa a dragar y ampliar los muelles.
El Gobierno aprobará en los próximos días la elevación del techo de gasto del nuevo
submarino
S-80 Plus en 1.772 millones de euros; lo que, sumado al presupuesto
inicial de 2.132 millones, da un total de 3.907, casi mil millones por
cada uno de los cuatro sumergibles, prácticamente el doble de lo
previsto.
Los anteriores responsables del
Ministerio de Defensa
dejaron listo el expediente de modificación del coste de S-80, pero no
llegaron a aprobarlo, por lo que el nuevo equipo dirigido por Margarita
Robles debe darle trámite con urgencia (pedir informe al Consejo de
Estado, elevar el techo de gasto y rectificar la orden de ejecución a
Navantia) si no quiere que en otoño se paralice su construcción.
El programa sufrió un serio tropiezo en 2013, cuando se demostró que
se había producido un desvío de 125 toneladas en el peso, lo que
comprometía la flotabilidad del submarino; es decir, que no estaba
garantizado que saliera a flote tras sumergirse.
Defensa contrató como asesora a la estadounidense
Electric Boat que,
por 14 millones, confirmó el diagnóstico de los expertos: para
reequilibrar pesos había que alargar la eslora en 10 metros. Se hizo
incorporando 16 cuadernas más al puro del submarino y aumentando el
desplazamiento hasta 3.000 toneladas. El nuevo modelo se rebautizó como
S-80 Plus.
Un efecto colateral de estos cambios es que el nuevo submarino ya no
cabe en las fosas (muelles de atraque) de la base naval de Cartagena, con una dimensión máxima de unos 78 metros. Para que quepan
los cuatro submarinos habrá que dragar y alargar las fosas lo que, unido
a otras obras de infraestructura necesarias para adaptar las
instalaciones al nuevo sumergible, costará unos 16 millones.
No obstante, la mayor incertidumbre que sigue pesando sobre el
proyecto es su sistema de propulsión independiente del aire (AIP), que
le dotará de una autonomía y discreción a mitad de camino entre los
submarinos convencionales y los nucleares.
Defensa ha apostado por un sistema capaz de producir hidrógeno a
partir de bioetanol y ha encargado su desarrollo a dos firmas españolas,
Técnicas Reunidas y
Abengoa. Fuentes militares aseguran que, tras algún
fracaso sonoro, se están cumpliendo los hitos. Ya se dispone, según
esas fuentes, de un demostrador de 25 kilovatios y ahora se trata de
fabricar uno 12 veces más potente (300 kilovatios) como el que llevarán
los
S-80.
Para evitar más retrasos, se ha previsto que el AIP se integre a
partir del tercer sumergible (el
S-83, cuya entrega a la Armada está
prevista para marzo de 2026), mientras que los dos primeros (con fecha
de entrega en 2022 y 2024) empezarán a navegar con propulsión diésel e
incorporarán el AIP cuando se les haga la primera gran carena
(mantenimiento) a finales de la década.
Aunque el sistema AIP es relativamente barato en comparación con el
coste del submarino (unos 80 millones de euros por unidad, de los que 30
corresponden a la pila de combustible comprada en EE UU), constituye un
elemento crítico, ya que le permitirá navegar sumergido casi dos
semanas.
Fuentes industriales admiten que el éxito del
S-80 dependerá de que
funcione el AIP español. Si es así, subrayan, se convertirá en un
producto altamente competitivo en el mercado de los submarinos
convencionales, con prestaciones superiores a las del alemán 214. En
caso contrario, admiten, será un proyecto fallido, pues nadie querrá
adquirir un sumergible tan grande e indiscreto.
En cualquier caso,
Navantia deberá abaratarlo drásticamente. Los casi
mil millones que pagará la Armada por cada
S-80 duplican prácticamente
el precio de los sumergibles alemanes comprados por Israel. El valor de
mercado de este tipo de submarinos oscila entre 400 y 600 millones de
euros.
Los expertos alegan que un programa de esta complejidad presenta un
alto grado de incertidumbre (el presupuesto final incluye 100 millones
para imprevistos) y que, cuantos más submarinos se vendan, más se
amortizará la inversión. Pero admiten que no controlar el peso de los
elementos que se añadían al diseño inicial fue un fallo que pudo tener
consecuencias catastróficas y ha costado finalmente casi 1.800 millones.
Sin que nadie asuma responsabilidades, según
El País.