La primera pregunta que hizo Miguel
Sánchez a quien le informó por teléfono, en la mañana del pasado
viernes, de que Rafael González Tovar acababa de registrar la moción de
censura contra PAS, fue: «¿Cuántos diputados la firman?». Esperaba que
la respuesta fuera ´siete´, el mínimo necesario, pero su interlocutor lo
alertó: «Trece». El Grupo Socialista al completo, y el nombre de Tovar
como candidato alternativo.
Esto significaba varias cosas. Una, que el
anuncio de Ciudadanos de presentar mañana lunes su propia moción, que
debía ser suscrita por tres diputados socialistas, dejaba de ser
técnicamente viable si es que en algún momento lo había sido
políticamente. Dos, que el PSOE ponía todas las cartas en la misma
casilla, lo que aquí hemos descrito como ´quemar las naves´: ahora o
nunca, sin reservarse opción a una segunda oportunidad de censura en
caso de que fracasara la primera y sin posibilidad de negociar otro
nombre para evitar el de Tovar. Tres, que la iniciativa ante la crisis
política pasaba de Ciudadanos al PSOE. Un golpe de efecto no por
esperado más contundente. Los socialistas se habían hecho con la cabina
del disckjokey y habían puesto a bailar a los demás al ritmo de su banda
sonora.
La primera impresión dejaba un rastro de descortesía,
pues el PSOE irrumpía en la ´hoja de ruta´ de Ciudadanos que llegaría a
su fin mañana, día 27, con el ultimátum a PAS resumido en: dimisión y
nuevo candidato popular, o moción de censura ´instrumental´ para la
inmediata convocatoria de elecciones. Parecía un error estratégico que
el PSOE no esperara al lunes hasta constatar gráficamente que PAS no
dimitiría y hacer notar así lo infructuoso del ultimátum antes de
emprender su iniciativa, cuyo éxito depende de Ciudadanos. Pero este
partido, con su anuncio prematuro de moción propia facilitó que Tovar
irrumpiera en la oficina parlamentaria del registro.
Los socialistas no
estaban dispuestos a hacerse protagonistas de los reproches de
Ciudadanos, cuyos cuatro diputados habrían acudido mañana a esa oficina y
se habrían hecho la foto en modo sala de espera por si aparecieran tres
parlamentarios socialistas para completar el cupo de firmas que
propondría a Miguel Sánchez como candidato a fugaz presidente con el
compromiso de convocar elecciones autonómicas de inmediato. Ciudadanos
sabía que el préstamo de diputados socialistas no se iba a producir,
pero habrían seguido dejando al PSOE en un segundo plano en cuanto a
iniciativa política.
El PSOE se mueve.
En
realidad, Tovar encontró en la finta de Ciudadanos (que algunos
socialistas califican como producto de «la frivolidad del
desconocimiento» o consecuencia de un cierto amateurismo político) el
pretexto perfecto para presentar la moción, que por otra parte habría
querido registrar antes del congreso regional del PP del pasado sábado
si no fuera porque el comité regional del PSOE le frenó los ánimos.
Ahora tendrá que volver a convocar a este órgano, aunque obviamente ya
no para consultarlo, sino para informarle.
No encontrará ahí
dificultades, puesto que su acción ha sido muy oportuna para activar la
situación de impasse por la que se viene deslizando la solución a la
crisis, ha puesto al PSOE en primera línea y ha recuperado simpatías en
los ámbitos progresistas de la Región, además de que ha conseguido poner
al PP en un brete, hasta el punto de que tal vez puedan esperarse
movimientos importantes por ese lado antes de que se escenifique el
debate de la moción.
El
PSOE ya ha hecho su movimiento, el que tenía a mano, y ha puesto toda
la carne en el asador. Al emplear las firmas de todo el Grupo
Parlamentario se cierra a sí mismo y a los demás la posibilidad de
nuevos intentos de censura (sólo queda una improbable opción Podemos más
Ciudadanos). Ahora, la pelota está en el tejado de éstos: si quieren
reemplazar a PAS, lo tienen fácil, les bastará con votar a favor en el
pleno de la moción. Pero el precio es muy alto, pues será a costa de
elevar al poder a un Gobierno socialista con trece diputados de un total
de 45, que deberá apoyarse parlamentariamente en Podemos para sacar
adelante sus iniciativas.
Y así, la moción del PSOE parece haber
cambiado poco el discurso de Ciudadanos: «No facilitaremos un Gobierno
presidido por Tovar», siguen diciendo hasta ayer mismo sus portavoces
locales, reproduciendo la frase inaugural, hace unas semanas, de líder
nacional, Albert Rivera. Y desde Madrid, Arrimadas insiste en que no
apoyarán otra moción de censura que no sea la preceptiva para convocar
elecciones. Si se mantuviera esta postura, PSOE y Ciudadanos no
convergerán en la votación, por lo que la moción de Tovar fracasaría.
El PP, al borde del abismo.
Ahora
bien, si desviamos la vista hacia el PP ¿qué confianza podría tener
éste en que tal fracaso se consumará? Aunque Ciudadanos mantenga su
posición hasta la misma mañana del pleno ¿quién podría asegurar que
cinco minutos antes del debate parlamentario no se produciría una
oportuna llamada desde Madrid que cambiara por completo el sentido del
voto? Recuérdese el reciente pleno sobre la estiba en el Congreso, en
que Ciudadanos sorprendió al PP votando en el último momento con el
resto de la oposición contra la propuesta del Gobierno.
La moción
de Tovar ha conseguido acelerar el reloj político mientras el PP
pretendía mantenerlo parejo al reloj judicial en la confianza de que se
produzca en un corto plazo una resolución que exculpe a PAS del caso
Auditorio. La moción establece, frente a esa posibilidad, una urgencia
resolutiva que desmonta de cuajo la aparente tranquilidad de los
populares. El cambio de hora de esta madrugada no es nada respecto al
sprint que ha experimentado el reloj político desde el pasado viernes. Y
no cabe duda de que Tovar cuenta con el plácet de la Gestora central, a
la que consultó antes de acudir al registro, y el portavoz nacional ha
avalado públicamente la iniciativa al retar a Ciudadanos a que se
muestre como ´partido del cambio´.
Si Ciudadanos está en la
encrucijada, mucho peor es la situación en se encuentra el PP, al borde
justo del abismo. Porque una cosa es mantener a PAS en la máxima
resistencia y otra arriesgarse a que por intentar salvar a éste caiga el
PP con todo el equipo. Si los populares llegan con PAS al pleno de
investidura sin que previamente se haya producido el archivo judicial de
su caso se jugarán el poder con la fórmula de la moneda al aire. Y esto
son palabras mayores.
Sólo a efectos de empleo e influencia social
directa o indirecta, miles de familias quedarían a la intemperie, y si
los socialistas ocuparan la Administración se produciría un registro
continuado bajo las alfombras que podría estar dando de qué hablar
durante los dos próximos años con lo que se podría haber acumulado a lo
largo de los últimos veinte. Un importante representante socialista me
comentaba ayer que «Rivera tiene una mala estrategia, pues si en vez de
oponerse a la moción de Tovar, anunciara que la apoyará, PAS tendría que
dimitir para salvar al PP con otro candidato». Ese es el punto límite.
El
PP ha hecho una inversión total en PAS. Ha puesto todas las fichas en
su casillero (ayer, los portavoces nacionales del partido lo seguían
defendiendo frente a la moción, y Rajoy representaba su papel de ´no sé,
no contesto´ porque seguramente es verdad el desconcierto que sugiere),
pero todavía no sabemos si este insólito apoyo se mantendrá hasta el
punto de que con PAS pudiera caer todo el PP. Esto sería insólito en la
historia de los partidos políticos en España, de modo que la presión que
significa la iniciativa del PSOE es brutal.
¿No hay otro candidato para
facilitar la continuidad del Gobierno del PP en Murcia? se preguntaba
ayer de nuevo la ´ciudadana´ Arrimadas. La respuesta podría ser: varios,
pero ninguno en que se hayan concentrado tantas expectativas como en
PAS. Sus circunstancias, a estas alturas, son equivalentes a las de
Rajoy: no hay otro que disponga de su poder interno, sus capacidades y
habilidades en la ´cultura popular´. Es un político de factoría, pero no
diseñado por un robot, sino que responde a una vocación primitiva,
alguien difícil de sustituir. Sólo que tiene su talón de Aquiles
precisamente en la gestión municipal previa a su promoción al liderazgo.
Y el PP no dispone de recambio, salvo si hablamos de eventualidades
transitorias, en las que ese partido está curado de espanto tras la
´experiencia Garre´: no hay lealtad extrema que garantice su
permanencia.
Queda claro que el PP va a apurar sus posibilidades
hasta el final, siempre que no sea hasta el mismísimo final, en que su
poder podría quedar liquidado. El siguiente paso podría tener lugar en
la Junta de Portavoces de la Asamblea, que se reúne todos los martes. En
ella, el PP intentará que Ciudadanos lo apoye en que la programación de
la moción de censura se fije pasada la Semana Santa, a fin de ganar
tiempo para que la instrucción judicial pueda resolver favorablemente a
PAS y facilite a Ciudadanos su abstención en la moción de censura.
La
pretensión de que mañana, tras la comparecencia de los peritos de parte y
el del fiscal ante el juez instructor dé lugar al archivo del caso
Auditorio es quimérica. El magistrado Pérez Templado no podría
recuperarse de una decisión de esas características. Pero más adelante
(tal vez una semana), todo es posible, y de nuevo los tiempos de la
justicia se acompasarían a los de la política. En realidad, vamos a
asistir a un test clarificador: si Ciudadanos apuesta en la Junta de
Portavoces por la celebración del debate sobre la moción de censura más
allá de la primera fecha en que sería posible, el 3 de abril, esto
significará que se está dando tiempo a sí mismo para que una resolución
judicial favorable o contraria a PAS le facilite las cosas y no tenga
que promover un Gobierno socialista. Si PAS es exculpado, no hay más de
qué hablar; si se le conduce al juicio oral, dimitirá inevitablemente y
habrá, como propone Ciudadanos, un nuevo presidente popular.
Cañas y barro.
A
todo esto, el frente judicial también se está enmarañando previamente,
lo que conducirá a una posterior refutación política de la resolución,
sobre todo si es positiva para los intereses del presidente del Gobierno
regional. El mantenimiento de la costumbre del juez Pérez Templado de
tomarse un respiro en el Cafeto con amigos que en este momento resultan
más que inconvenientes para una exigible imagen de neutralidad no
transmite precisamente impresiones tranquilizadoras sobre la posibilidad
de que los imanes de las presiones inevitables que se pueden suponer
dejen de afectar al hierro de la balanza inmóvil de la Justicia.
Cosme
Ruiz, que comparte cañas con Pérez Templado, es suegro de Juan Martínez
Moya, hoy vocal del Consejo del Poder Judicial, y a quien Miguel Ángel
Cámara, tras ser imputado en el caso Umbra en su etapa de alcalde de
Murcia, elevó a concejal, sin duda para mantener un hilo conductor con
la sede judicial, donde Martínez-Moya era entonces presidente del TSJ,
algo sin duda imposible, pero no en la intención de quien nombró
concejal al suegro. En cualquier caso, por mucha abstracción que se
quiera hacer, hay amistades peligrosas que no conviene visitar en
determinadas circunstancias aunque sólo fuera por un mínimo pudor. Es
cierto que el hecho de que estos encuentros amigables se produzcan en
público y en espacios habituales les restan el prejuicio que ofrecería
la clandestinidad, pero ya sabemos por las películas que no hay mayor
clandestinidad que la que se produce a los ojos de todos. De modo que,
al menos, estas imágenes debiéramos ahorrarlas.
No es extraño, en
este contexto, que muchos observadores, y especialmente los propios
políticos de otros partidos, muestren su estupefacción por la flema y el
desenvolvimiento con que se comporta PAS durante este proceso. O
responde a un entrenamiento psicológico de impecable eficacia para una
situación a la que sabía de antemano que tendría que enfrentarse o
dispone de una extraña seguridad en que saldrá indemne del acoso
judicial. No hay duda de que si es personalmente consciente de su
inocencia, la seguridad en su futuro no tiene que sufrir merma, pero
estamos en la vida política, y hay quienes perciben que tal seguridad, y
la que transmite a su alrededor, no podría ser tan sólida si no
dispusiera de previsiones establecidas. No hay lugar para estas
suposiciones, pero cualquier efecto extravagante las alienta, y esto es
letal para la confianza democrática.
El PSOE teme al éxito.
También
el PSOE tiene su propia sopa interna, a pesar de que el efecto positivo
de la presentación a una sola carta de la moción de censura le ha
otorgado una nueva vitalidad. Pero, en realidad, al día de hoy y a esta
hora, los socialistas son conscientes de que su moción concluirá en el
fracaso. De tener éxito sería un problema para el PSOE a largo plazo. En
primer lugar, para el propio Tovar, pues dirige un partido que lleva
veinte años fuera del poder, escaso de cuadros y de experiencia en la
gobernación, y tendría que ejercer combinando los apoyos de Podemos y de
Ciudadanos, antagónicos, y con un Gobierno central del PP, del que
dependen los grandes tramos de las políticas pendientes en la Región.
Un
miembro del Grupo Socialista me comentaba ayer: «No le desearía ser
presidente de la Comunidad de Murcia en este momento ni a mi peor
enemigo». Pero también sería un problema en el interior del PSOE: en dos
años de Gobierno y de continuidad del liderazgo, Tovar aprovecharía
para descabezar a sus opositores internos y para rebajar los impulsos de
protagonismo político a sus alcaldes más díscolos. Esto lo saben en el
PSOE y es lo que a muchos les hace desear secretamente que la moción no
tenga éxito, pues entienden que sería pan para hoy.
Unidos Podemos frente a Podemos.
Y
en cuanto a Podemos, un apunte. IU (traducida en Unidos Podemos en el
ámbito nacional), en voz del propio Alberto Garzón se ha manifestado en
la práctica en la misma línea de Ciudadanos: no a un Gobierno socialista
y y sí a elecciones anticipadas. Aviso a navegantes errejonistas.
En
definitiva, a esta hora, si hubiera que resumir la situación política
regional en un titular para un anuncio en la fachada lateral de un
autobús, como es la moda, sería: «El PSOE tiene pene; Ciudadanos no
tiene vulva». A esta hora, digo.
(*) Columnista