Con la portada hoy del ABC,
prácticamente podría ahorrarme el post. La derecha quiere a la caudilla
Díaz al frente del PSOE. Por Dios, España y su caudilla. Es su estilo,
que conecta perfectamente con el de esta profesional sin escrúpulos de
la política populista, que podría estar tan ricamente en el PP como
suele estar en las procesiones de su tierra, llevando candelabros o lo
que los curas le ordenen.
En
realidad, la maniobra es un poquito más sutil. La derecha sabe que, con
la caudilla de SG, no habría alianza alguna de izquierda, con Podemos
y, por lo tanto, la señora es la máxima garantía de que el PP pueda
eternizarse en el poder. Que es de lo que se trata para todos: para el
propio PP, para la Caudilla (cuyo objetivo verdadero no es ganar, sino
salir cuanto antes de Andalucía, en donde la corrupción y su
incompetencia van a comérsela) y, por supuesto, para el puñado de
jubilados intrigantes y cascarrabias del PSOE que prefieren ver de SG a
esta oportunista sin categoría que a uno con consistencia y claros
propósitos de izquierda.
Algún
día habrá que investigar qué sucedió para que todos los antiguos
socialistas con mando se hayan pasado a la derecha más descarada y no se
limiten ya a cobrar sus retiros dorados y otras canonjías a cuenta de
los contribuyentes españoles sino que prediquen en contra de la
izquierda. No es solamente la envidia que les produce que un hombre sin
apoyos externos, sin más ayuda que la simpatía espontánea de la gente
pueda derrotar a la caudilla. Sin duda hay también un fondo reaccionario
de educación y de clase que les sale en su edad provecta porque nunca
fueron muy consistentes, pero ahora se han revelado como lo que siempre
fueron, unos sumisos a la derecha oligárquica española de toda la vida.
Eso
es lo que explica que, aunque quizá no se les oculte el oportunismo
descarado y la falta de inteligencia de la caudilla, la apoyen. Les
preocupa más que el PSOE pueda echarse a la izquierda con Pedro Sánchez y
¿quién sabe? que a lo mejor el personal deje de hacerles un caso que no
merecen por su subalternidad y cobardía. Porque esa es la cuestión: su
finalidad, como la de la Caudilla, es impedir un gobierno de izquierdas
en España. Por eso no hablan nunca del ejemplo de Portugal. Lo ocultan.
Defenestraron a Sánchez por intentar la unión de la izquierda, con la
impagable ayuda de Pablo Iglesias que quería destruir el PSOE. Estos
todos prefieren mil veces el gobierno de los neofranquistas al de la
izquierda democrática. Iglesias también.
Hace
falta ser muy cínico y muy hipócrita para aplaudir el discurso repleto
de lugares comunes, bobadas patrióticas y puras tonterías de la
caudilla, incapaz de tener una sola idea que no sean consignas pueriles
del tipo de "soy socialista por amor a España", que dan vergüenza.
Frente a estos lamentables exabruptos de risa que no han dado ni para
titulares de la prensa adicta (excepto el ABC) no quieren ni oír
el discurso de izquierdas de Pedro Sánchez. Sin duda, este está en los
comienzos y aun tiene que perfilarlo más, pero su alegato, cuando menos,
contenía propuestas, ideas frente a las necedades de la andaluza ante
un auditorio entregado de beneficiarios del PSOE
Añadase
a ello la vergüenza que en cualquier persona de buena fe produjo el
alarde de juego sucio, el abuso, el intento de apabullamiento del
adversario del acto de exaltación de la Caudilla, con profusión de
medios, el apoyo de los viejas glorias, los barones, todo el aparato del
partido. Frente a eso, la candidatura de Sánchez, en un lugar mucho
más pequeño, con muchos menos medios fue más auténtica y su repercusión
-incluso en los medios- muy superior a la de su adversaria.
Grave
es que, a estas alturas -después de la confusa maniobra de la junta
gestora de querer difamar la candidatura de Sánchez, insinuando que
practica financiación ilegal- tanto López como Sánchez hayan hecho
públicas sus cuentas, mientras que las de la Caudilla siguen siendo
secretas. Sus trolls en las redes acusaban de difamadores a quienes
queríamos saber cómo se financiaban los gastos inmensos de la caudilla
(el Ifema vale una pasta) pero, al final, ha resultado que los
difamadores eran ellos. Y peor que difamadores porque, mientras no se
demuestre lo contrario, la campaña de la Caudilla está pagándola la
junta gestora con los dineros del PSOE, es decir, con las cuotas de
todos los militantes y los fondos públicos, que proceden del pago que
hacemos todos los ciudadanos de los impuestos.
O
sea, un abuso y una presunta estafa que ya debiera estar en los
tribunales. Y estos quieren regenerar el sistema político español y
luchar contra la corrupción. Insisto, da verdadera pena cómo un antiguo
partido de la izquierda trata de convertirse en subalterno de una de las
derechas más clericales, corruptas y reaccionarias de Europa.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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