Pues, señor, la brujuleada reunión de
presidentes Torra y Sánchez toma cuerpo para la víspera del evento del
21. No será, parece, en régimen confesional, sino en compañía de cuatro o
seis barandas más de ambas partes. O sea, el consejo de ministros del reino vendrá precedido de un consejillo del virreino.
Quizá no sea mala idea. De reunirse, reunirse para algo. La parte catalana insiste en un contenido político del cónclave. No debiera ser difícil para Sánchez y los suyos, que llevan seis meses anunciando propuestas políticas sin formularlas hasta la fecha. Pero se resisten por razones de protocolo.
Atentas
a la composición del consejillo. Además de los presis, Artadi y
Aragonés de la parte catalana parecen obligados; y Calvo y Batet de la
española, inevitables. La ausencia del militante ministro de Asuntos
Catalanes puede ayudar a oírse, cuando menos.
El órgano es paritario,
aunque no se notará mucho pues la belicosidad de Sánchez y Calvo frente a
las aspiraciones catalanas no augura nada bueno. Al menos, podrán
informar después y hablar al consejo de ministros del 21D con mayor
conocimiento de causa del que lucen habitualmente.
Y, de paso, podrán aducir alguna razón para convocar el consejo en Barcelona que no sea la de la convocatoria por collons o
la de que vienen como un adelanto de la lotería, repartiendo mercedes
como la subida del SMI o la de los funcionarios, que no se sabe qué será
más insultante. En todo caso, el juicio ha recaído ya: la convocatoria
bajo protección de 9.000 policías es de una ineptitud insuperable.
La
habilidad de los gobernantes del PSOE ha servido en bandeja al
independentismo una ocasión única para hacer una gran manifestación
pacífica de fuerza. Un motivo para parar el país sin convocar paro. Y en
condiciones de gran seguridad.
Está vendrá garantizada por los piolines
que vienen de Madrid, pues lo último que puede permitirse el gobierno
es que mañana haya algo aunque sea lejanamente parecido al 1-O.
Mañana, la sociedad catalana demostrará en todo el país que la unidad independentista no es solo entre los partidos políticos, sino entre todos los sectores y estamentos catalanes, asociaciones e instituciones, desde la presidencia de la República al ayuntamiento más pequeño.
Mañana, la sociedad catalana demostrará en todo el país que la unidad independentista no es solo entre los partidos políticos, sino entre todos los sectores y estamentos catalanes, asociaciones e instituciones, desde la presidencia de la República al ayuntamiento más pequeño.
Y lo
demostrará no con una manifestación, o una protesta, o una Diada, sino
como una movilización general y espontánea del país. Lo que es una
revolución, vaya.
El
orden del día político es: presos/as a la calle, exiliadas/os a casa,
embargados/as restituidas, causa anulada y negociación de un referéndum
de autodeterminación. No hay otra salida. Las demás, son ciegas.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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