Con el Mar Menor ocurrió lo mismo que con la crisis económica, que no
era una crisis sino una desaceleración. Las primeras noticias sobre la
´sopa verde´ fueron calificadas de alarmistas, eran una situación
coyuntural o carecían de rigor científico. Pero no tuvieron más remedio,
de inmediato, que aceptar que se trataba de una calamidad.
¿Consecuencia de alguna causa natural o extraterrestre?
En modo alguno:
el problema emergía a consecuencia de una sistemática agresión ante la
que los gestores políticos habían venido haciendo la vista gorda por la
complejidad de los intereses en juego y su escasa disposición a cumplir
con el deber encomendado cuando se trata de asuntos que pueden
fracturar, en el proceso de solución, a importantes sectores de las
bolsas de votantes que se dan por cautivas.
La huida hacia adelante es
la práctica habitual en estos casos, pero el PP ha permanecido tantos
años en el poder que quien ha venido después del PP es el propio PP, de
modo que se ve obligado a tratar de reparar sus propios desastres. De
pronto, con todos sus ´grandes proyectos´ empantanados y parasitando las
arcas de la Región, surge como epílogo añadido la muerte del Mar Menor a
modo de metáfora final sobre los descoques de la incontrolada política
desarrollista y del murcianismo de amiguetes que caracterizaron los
felices días del valcarcelismo cañí.
¿Y que ocurrió? Como cuando
la crisis económica: una vez admitida como tal, los mensajes eran que
estaba apagada. Había brotes verdes al día siguiente mismo en que la
desaceleración fue nombrada con la expresión que realmente le cuadraba:
crisis económica.
Pues bien, en lo que se refiere al Mar Menor, idéntica
historia: sí, la situación es dramática, pero estamos tomando medidas y
la zona ya está a punto de ser recuperada. Pamplinas, porque un
problema estructural tan largo tiempo olvidado, es decir, cebado, no
puede resolverse mediante milagros de la madre naturaleza.
Y aquí viene
la parte más irritante: dado que la destrucción del ecosistema genera un
efecto negativo para los sectores productivos de la zona, empezando por
el turístico, ya suficientemente descuidado, se nos penaliza a los
medios de comunicación por el simple hecho de dar noticia del asunto.
No
hay que crear alarmas, dicen. Insistir en los problemas del Menor
desactiva las inversiones, reduce la demanda turística y afecta a
cientos de empresarios de la zona y a la imagen exterior de la Región.
Otra vez la culpa la tienen los mensajeros.
Y esto sin que los
responsables políticos hayan expresado siquiera el dolor por sus
pecados; antes bien, el principal responsable salió pitando para
Bruselas y por allí anda cobrando el suelo de veinte obreros y
seguramente preocupado por los problemas ambientales de Bielorrusia,
mientras sus sucesores no saben dónde colocar el incómodo departamento
de Medio Ambiente.
Pero el año que viene por estas fechas queremos esas
19 banderas azules. Es lo único que tienen que hacer.
(*) Columnista
http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2017/05/10/ahora-recuperarlas/827968.html
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