BRUSELAS.- Un núcleo de países de la UE,
capitaneados por Francia y Alemania, creen que ha llegado el momento de
avanzar ante el desafío migratorio. Esa convicción incluye, por primera
vez, la hipótesis de hacerlo en un grupo reducido, sin implicar a los
28 Estados miembros. La idea sobrevoló este domingo la minicumbre que
reunió en Bruselas a los 16 países comunitarios más afectados por la
migración para tratar de rebajar la tensión política, recuerda hoy El País.
Europa
busca una distribución más justa del desafío migratorio. Pero los
Estados más concernidos discrepan sobre el significado de esa fórmula.
Aunque del encuentro organizado por el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker,
no emergió ninguna fórmula mágica, los líderes articularon un diálogo
fluido, distinto a las invectivas escuchadas en los últimos días.
“Ha
sido una reunión positiva, esperanzadora. Queda mucho por hacer, pero ha
sido un importante paso adelante”, resumió el presidente del Gobierno
español, Pedro Sánchez,
a la salida. La cita informal, que se prolongó algo más de cuatro
horas, fue el primer encuentro comunitario al que ha acudido Sánchez,
que respaldó sin matices la posición francesa en este asunto.
Conscientes de que la falta de consenso entre Estados ha mantenido
cautiva la reforma del asilo que ensaya la UE desde 2016, tanto la canciller alemana, Angela Merkel, como el presidente francés, Emmanuel Macron,
defendieron la posibilidad de progresar en círculos reducidos.
“Sabemos
que en el Consejo Europeo [que se celebrará la próxima semana] no
alcanzaremos una solución completa para la cuestión migratoria. Por ello
hacen falta acuerdos bilaterales o trilaterales, para ver cómo podemos
ayudarnos en lugar de esperar siempre a los 28 Estados miembros”,
deslizó Merkel a su llegada a Bruselas.
Minutos después, Macron añadió:
“Tenemos que dar una solución europea y eso solo se logra con
cooperación, sea a 28 o con los países que decidan avanzar”. La propia
minicumbre, con un ambiente más distendido y constructivo de lo
esperado, fue una primera muestra de esa voluntad de comprometerse a
varias velocidades.
No fueron los únicos líderes que respaldaron este enfoque selectivo.
En la reunión, el primer ministro griego, Alexis Tsipras, defendió que
haya “una iniciativa europea a varios niveles que implique al menos a
quienes todavía quieren que Europa afronte sus problemas de manera
colectiva”, según explican fuentes diplomáticas. El líder griego, cuyo
país fue el más afectado por la crisis de llegadas en 2015
—principalmente de refugiados—, alertó contra las medidas unilaterales
“que refuerzan una visión antieuropea y conservadora”.
Lo que se concibió como una minicumbre de los ocho Estados más
afectados por los movimientos migratorios derivó casi en una cumbre
ordinaria, con la participación de 16 jefes de Estado y de Gobierno.
Salvo el bloque del Este (incluidos los bálticos) y los británicos e
irlandeses, prácticamente todos los mandatarios acudieron a la cita.
Evitar a ese grupo oriental, muy reacio a cualquier tipo de solidaridad
en la acogida de refugiados, permitió esbozar algunas soluciones de
futuro.
Italia se hace oír
Italia logró acaparar la atención de una reunión ideada en principio
para aliviar la compleja situación política. Hasta el punto de que la
principal inquietud de Merkel al promover este encuentro —frenar los
movimientos de refugiados entre las fronteras internas, que confluyen en
buena medida en Alemania y que han llevado a su ministro del Interior a
amenazar con un cierre de fronteras— apenas se mencionó, asegura una
fuente europea.
El primer ministro, Giuseppe Conte, en cambio, logró imponerse. Fue
el primero en tomar la palabra para desbrozar lo que denominó estrategia
europea multilateral para la migración. Consiste en crear las
plataformas externas que han defendido las dos grandes instituciones
comunitarias para desembarcar a los migrantes que se aproximen a Europa.
Los que, pese a todo, lleguen a las costas de la UE deben ser atendidos
conjuntamente por varios países. “Italia y España no pueden llevarlo
todo”, recoge el argumentario de este plan. Frente a la situación
actual, que atribuye toda la responsabilidad al primer país de entrada
en Europa (al menos el primer año), el Gobierno de Roma defiende que la
gestión de los expedientes se reparta.
La convergencia de posturas aún queda lejos, pero la
radicalidad del discurso italiano ha convencido a los socios europeos de
que el statu quo no es una opción.
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