Algo pasa con las agendas de los políticos, que, como dicen
los cursis, no cuadran. Especialmente la del presidente Rajoy. Por lo
visto no tiene tiempo en todo el verano para recibir al Círculo del
Agua, que aglutina a numerosas asociaciones agrarias y empresariales,
centros universitarios y de investigación, así como a otros colectivos
que están preocupados por la situación de sequía en el sureste.
Por
carta, Rajoy les ha remitido al Ministerio de Agricultura, donde los
primeros contactos con las comunidades autónomas para elaborar un Pacto
Nacional del Agua se han dejado en manos de directores generales.
Ciertamente es difícil visitar a Rajoy en estos tiempos. Ya han pasado
más de dos meses desde que Fernando López Miras asumió la presidencia
regional y aún no han tenido un encuentro institucional en La Moncloa.
No encajan las agendas, aseguran desde San Esteban, aunque el presidente
murciano ha podido verse con el Rey durante más de dos horas y
coordinarse con no sé cuántos comisarios europeos en un viaje de 48
horas a Bruselas.
Dicen los portavoces del Gobierno regional que Miras y
Rajoy hablan a menudo, pero poca utilidad pública tienen sus contactos
si no trascienden los contenidos. Es sabido que los líos del agua no
entusiasman al presidente del Gobierno, como ningún otro con espinas
territoriales. Pero Miras y el Círculo deberían no cejar en el intento
de comprometerlo en persona con el problema, como es su obligación, y
que todos lo veamos. (Yo lo intentaría por última vez cuando termine el
Tour de Francia. Por probar, vaya).
Quien sí encontró un
hueco esta semana fue el ministro de Fomento, Íñigo de la Serna, quien
casi sin previo aviso de las autoridades murcianas pasó como una
exhalación por Murcia. Al menos dio la cara, se sometió a preguntas y
comprometió plazos. La Plataforma Prosoterramiento se quedó con las
ganas de un encuentro. Y me da la impresión de que algunos alcaldes,
también. Aseguran que problemas de agenda, cómo no, lo impidieron. No
hay que desesperarse. También es verdad que en estos tiempos verse las
caras en torno a una mesa no es garantía de nada.
Algunos se descuelgan
antes de empezar, como Podemos, que se ha apeado del Pacto Regional del
Agua. La política (hablar de nueva y vieja ya solo mueve a la risa) se
ha convertido en un espectáculo desmoralizante por lo que tiene de
frívola sobreactuación teatral, tanto en los cansinos ataques al
adversario como en los anuncios de las iniciativas de gobierno. En
paralelo al ‘y tú más’, con la misma ligereza se promete que con 3
millones de euros se lograrán inversiones empresariales de gran valor
tecnológico por valor de 600 millones en Escombreras que con 4 millones y
un rutilante Plan Gastronómico se abrirán nada menos que 1.500
restaurantes en tres años en la Región.
Volviendo al agua, percibo en Podemos propuestas que no deberían quedar
fuera del debate. Poner un tope a los regadíos o utilizar las
desalinizadoras es recomendable en un contexto de sequía, que además
puede enquistarse por el proceso acelerado de subida global de las
temperaturas. Pero, a mi juicio, tropiezan conceptualmente cuando se
mezcla todo en una batidora y lo condimentan con reparos a los trasvases
que tienen más peso ideológico que científico. El cambio climático
reducirá el agua disponible y por eso son y serán necesarias las
desalinizadoras, pero las ‘fábricas de agua’ no mitigan precisamente el
cambio climático porque a día de hoy consumen una enorme cantidad de
energía que contribuye a elevar los niveles de CO2.
Por eso, California,
el estado norteamericano más comprometido con el protocolo de Kioto,
apenas apuesta por las desalinizadoras y mantiene los trasvases cuando
están garantizados los caudales ecológicos de las cuencas cedentes. Las
desalinizadoras que usan con energía fotovoltaica se cuentan con los
dedos de la mano. Son prototipos no comerciales que solo están al
alcance de manera experimental en los países más ricos del Golfo
Pérsico. En las antípodas en cuanto a potencial económico, la mayor
aportación real de la Región a la lucha contra el cambio climático
consiste en mantener su cubierta vegetal, un sumidero de CO2 que está en
riesgo precisamente por la falta de agua.
Por supuesto que hay que
apostar por las energías fotovoltaicas, por una reindustrialización con
tecnologías limpias y por un modelo productivo sostenible, pero
renunciar hoy a los trasvases es poner en riesgo el 25% del PIB regional
sin disponer de una alternativa realista a corto plazo sobre la mesa.
Las opiniones de Podemos en materia de agua son tan respetables como las
demás, pero sorprende que considerándose adalides de esa nueva política
tengan la piel mucho más fina y reaccionen con virulencia ante la
mínima crítica o cuestionamiento.
Los nuevos partidos han traído
aspectos positivos a la vida pública, pero en materia de sectarismo y
priorización de estrategias partidistas se han mimetizado con lo ya
existente a velocidad de vértigo. Ahí está la lamentable controversia
vivida con el 20 aniversario del asesinato de Miguel Ángel Blanco, a
raíz de una petición al Ayuntamiento de Madrid de Movimiento contra la
Intolerancia, nada sospechosa de connivencia con el PP. Un día sí y otro
también, dominada por ese tactismo de todos los partidos políticos, la
agenda pública española nos descuadra a todos.
(*) Periodista y director de La Verdad
No hay comentarios:
Publicar un comentario