Muy interesante la entrevista con Íñigo Errejón en El País. Por el titular se ve que el sentido común es noticia. Que solo habrá gobiernos progresistas si Podemos y el PSOE se entienden es
la evidencia misma, no un descubrimiento. Era la evidencia misma desde
el origen de Podemos. Se llamaba por entonces unión o unidad o alianza
de la izquierda.
Si algo tan obvio no se ha producido es porque los del
sorpasso (todos en el partido de Errejón) querían probar fortuna. Muy
legítimo a la par que inútil; incluso contraproducente porque, al no
gobernar la izquierda, lo hace esa derecha que el propio Errejón
considera “depredadora”.
Carece
de sentido echarse unos a otros las culpas a base recriminarse hechos o
dichos del pasado. Para entenderse las fuerzas de la izquierda solo
necesitan la voluntad de hacerlo. Pero esa posible unión no tiene
perspectiva de gobierno si no es con los votos de los independentistas
catalanes y un par de añadido. Y esto nos lleva directamente a la
cuestión catalana que es de lo que en realidad va la entrevista en
profundidad. Como todo lo que hoy se discute en España: Cataluña.
Errejón
defiende el derecho a decidir de los catalanes y es partidario del
referéndum pactado; si también lo es de un referéndum unilateral, como
su compañero de partido, Urbán, no queda claro. Pero tampoco es
relevante.
Lo
relevante es la defensa de un patriotismo español de izquierda. Rechaza
Errejón la visión pesimista de España y se hace lenguas del carácter
dinámico, abierto, progresista de nuestra sociedad en las últimas dos
generaciones. Una España de la que sentirse orgulloso siendo de
izquierda. Recuerda un poco un reciente libro de Miguel Candelas, Cómo gritar ¡viva España! desde la izquierda. Más o menos la misma idea: la otra España que por fin amanece.
La
amarga experiencia detecta en un programa de regeneración patriótica
española tanto el ¡Viva España! Como el ¡Arriba España! Pero no hay que
cerrarse en banda por fatalismo. Merece la pena escuchar las razones de
esta repatriación del sentir nacional a la que, se deduce, finalmente se
avendrían los indepes catalanes. En el entendimiento de que será
distinta del latiguillo de Rajoy y el Rey de la gran nación.
Porque,
al menos en la izquierda, es nueva. La generación anterior, también en
la izquierda, más conservadora, había intentado lo mismo: generar
sentido de nación a base de camuflar esta tras la Constitución. Era el
llamado Patriotismo constitucional, importado de Alemania, que
mostraba la superioridad de la idea liberal de nación sobre la
esencialista. Ese patriotismo constitucional era tan contrario a lo que
se proponía que se lo apropió el PP solemnemente en un congreso.
Así
que la patria española que ahora se postula hace caso omiso de la
Constitución, incluso quiere abrir un proceso constituyente. Tabla rasa
con el pasado inmediato (aunque con juicio matizado sobre la Transición)
y propuesta de renacimiento de una España capaz de reflexionar sobre sí
misma y avenirse a soluciones democráticas del tipo que sean.
Es
verdad que en el pasado ha habido puntos en que la acción colectiva
española ha sido avanzada, progresista, democrática. Pero han sido
destellos en una noche cerrada cuyos efectos se hacen sentir hoy de modo
palpable. Basta un simple recordatorio: las más de cien mil víctimas de
la vesania franquista siguen en las cunetas.
¿De
dónde sale esa idea de que España podrá reinventarse como nación
abierta, justa, progresista y, en definitiva, unida (aunque compuesta),
cuando las propias izquierdas que la propugnan son incapaces de unirse?
¿De dónde va a salir? De la fe, que mueve montañas. Tanto más naciones.
Y
la fe se tiene o no se tiene. Quienes no la tengan, por ejemplo, los
indepes catalanes, pedirán algo más tangible que una virtud teologal o
un estado de espíritu. Algo que les interese más que su plan u hoja de
ruta de ir al referéndum y la consiguiente independencia si gana el
“sí”. Y sobre eso, la oferta del nuevo patriotismo popular español es
poco concreta.
Sobre
eso y sobre lo más general, hasta la idea de nación. Mientras los
nacionalistas españoles no se ponen de acuerdo en los caracteres ni
siquiera en su misma existencia, los indepes catalanes traen un relato
patriótico completo de la nación catalana, en todos sus momentos, desde
los orígenes semilegendarios hasta la circunstancia actual, en que
pretenden darle acta de nacimiento como Estado. No veo a los parteros de
la nueva criatura muy interesados en integrarse en un vagaroso proyecto
regeneracionista basado en la fe.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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