El sagaz Marcelo (educado en Scotland Yard) describía ayer ocho
posibles combinaciones degobierno con los resultados del domingo, desde
uno del PP en solitario, a cinco coaliciones a dos de distinta
intensidad y con diferente presidente en cabecera, y hasta dos
tripartitos… que son ganas de rizar el rizo. Incluso caben más variantes
puestos a explorar posibilidades.
Como la alianza PP-PSOE es manifiestamente inviable para esta
temporada, y a la vista de que Rivera dice en público y en privado que
no pactará con los antiguos: ni Rajoy ni Sánchez, ni PP ni PSOE, ni
siquiera para la investidura, hay que añadir una nueva variante: nuevas
elecciones generales con el horizonte de la primavera, dos meses después
de la primera elección fallida para Presidente del Gobierno.
Lo único muy probable a estas alturas es que el domingo por la noche
el PP será el partido con más votos y escaños y que el lunes no
conoceremos el nombre del nuevo Presiente de Gobierno. De manera que el
próximo invierno español va a ser interesante en la política, pródigo en
apaños e incertidumbres.
Rivera dice que no pactará porque sabe que solo puede a pactar desde
la debilidad, como acompañante que carga sobre sus hombros al otro. Su
mejor alternativa es dejar debilitarse a los partidos antiguos para ir
reforzando y engordando el suyo. Y eso se hace mejor desde la oposición
que con alianzas difíciles de gestionar.
Las experiencias en los gobiernos regionales de Madrid y Andalucía no
son alentadoras, los que apoyan parece que mandan pero no es así,
proyectan sensación de ambigüedad e inconsistencia. Tanto a Ciudadanos
como a Podemos les conviene seguir barajando, ganar tiempo, dejar
desgastarse a los del bipartidismo, que a medida que se alejen del poder
padecerán de tensiones internas, frustraciones, abandonos…
La hipótesis de unas nuevas elecciones en primavera forma parte de
las salidas probables al laberinto; pasados cien días a fuego lento unos
se endurecerán un poco y otros se irán ablandando como garbanzos. En
Europa las situaciones de interinidad con gobiernos provisionales y
débiles son de sobra conocidas.
Los gobiernos provisionales tienen la ventaja de que no permiten
ocurrencias, se limitan a la administración ordinaria, máxime cuando
disfrutan de Presupuestos para el ejercicio, tal y como ocurre en el
caso español actual. De manera que Marcelo puede disfrutar de nuevas
oportunidades inmediatas para olisquear los talones de estos viejos y
nuevos políticos, absorbidos por la magia del debate televisivo con poca
conversación, con argumentarios, más que con argumentos.
(*) Periodista
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