Europa
respira porque este 20-D en España no hay riesgo de que surja un partido
de extrema derecha como el Frente Nacional de Marine Le Pen en Francia.
Ni como el Partido por la Independencia del Reino Unido de Nigel Farage
en Gran Bretaña. Ni como el AfD, la Alternativa para Alemania. Y mucho
menos que esos intolerantes lleguen al poder como en Hungría primero y
ahora en Polonia. Eso ya proporciona un respiro en medio de tantos
sobresaltos por las crisis de los inmigrantes, los refugiados y la
amenaza del terrorismo islamista.
Hay
calma en los mercados financieros. Pese al energúmeno que atacó a
Rajoy en Pontevedra y a algunos excesos verbales en la campaña, se
apuesta por la contención, si no por el continuismo. El
diferencial de la deuda del bono a diez años de España ha bajado de
23 a 7 puntos básicos por encima del italiano. Es un voto de
confianza. Lo confirma en Bloomberg Martin van Vliet, estratega jefe
de ING: ‘Los mercados están yendo en la dirección de un resultado
que se inclina por una mayoría de PP-Ciudadanos, y eso es un Gobierno
bastante estable’.
Puede que sí, puede que no. Los líderes de
los partidos no parecen darle la razón al bueno de van Vliet, pero
tampoco se augura un cataclismo hacia los extremismos. En todo
caso, sí se notan ciertos respingos ante una posible reedición en
España de lo que ha ocurrido en Portugal: que un pacto de izquierdas
dé al traste con el Gobierno del partido más votado. La
incertidumbre preside estas elecciones, constata Tobias Buck en
Financial Times.
Porque lo que pasa es que de acuerdo con los
últimos sondeos, los que se han podido publicar dentro y los que
también se están publicando fuera, no salen los números. Un
analista norteamericano, Desmond Lachman anticipa que en
cualquier caso, ya no habrá ‘un Gobierno de mayoría de centro’. En
Süddeutsche Zeitung, Thomas Urban se felicita de que no pueda darse un
giro a la extrema derecha, pero advierte de que ningún Gobierno que
se forme tendrá mucho margen de maniobra: el enorme peso de la deuda
lo impide.
Si no salen esos números para una coalición
PSOE-Podemos, sí parece claro que en todos los casos tendrá que haber o
un gobierno de coalición o un pacto de investidura o de
legislatura. Como subraya Martin Jamie McGeever en Reuters, es el
fin de 40 años de bipartidismo. Y eso ya sí que produce cierto
mosqueo. ‘Los inversores dicen que la clave del nuevo Gobierno, sea
el que sea, es la situación de fragilidad de las finanzas’ de
España.
Lo explica sin rodeos un análisis de Société Generale:
‘Hay riesgo de que la deuda pueda irse muy por encima de su actual
nivel, ya alto, del 100% del PIB, cualquier acontecimiento externo
podría hacer que se dispare al 130%’. Barclays pone la carga de la
prueba en qué rumbo emprenderá el próximo Gobierno: ‘O las
expectativas de crecimiento se acercan a las de Irlanda o
permanecen con las de sus vecinos del sur’.
En una columna de
fondo en The Wall Street Journal, el analista Simon Nixon dice que
‘como final de un año turbulento, los ojos de los europeos mirarán
con ansiedad este domingo a España’. Analiza varias posibilidades
de resultado electoral y de pactos el día después, pero a
diferencia de otros, destaca que Albert Rivera no quiere ver a Rajoy
ni en pintura de cara al próximo Gobierno, porque entonces no habría
cambio. Insiste Nixon: ‘Rivera puede verse tentado a una alianza
tripartita con los socialistas y con Podemos, similar a la de
Portugal, y eso seguramente alarmaría a los mercados’.
Al
columnista del WSJ le cuesta creer que Ciudadanos vaya a dar ese paso,
pero si cede a esa tentación avanza lo que podría ocurrir, y no es
nada bueno: ‘Una alianza electoral de ese calibre sería
fundamentalmente inestable, y es improbable que siguiera con
las reformas; casi con toda seguridad querría subir los impuestos y
el gasto, con lo que se resucitarían potencialmente las dudas
sobre la sostenibilidad de la deuda. Eso es preocupante para un
país que necesita refinanciar más de 400.000 millones de deuda
pública y privada el próximo año’.
(*) Periodista
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