Según un joven líder de la oposición, Mariano Rajoy es
una "realidad geológica" mucho más que política. "Forma parte del
paisaje, como una cordillera". Su capacidad emocional es mínima. De ahí
que su resistencia sea berroqueña y se corresponda con una rotunda
voluntad de persistir. El político gallego, pese al chaparrón mediático
de las últimas cuarenta y ocho horas por el fracaso catalán del PP y de
su Ejecutivo, se ha vuelto a refugiar en el estoicismo y ha reiterado su
estrategia ignaciana: en la adversidad, no hacer mudanza.
Tanto es así que se permitió un gesto de especial impertinencia: el viernes premió a su jefe de Gabinete, el barcelonés Jorge Moragas, con la embajada de España ante las Naciones Unidas,
sin que le importasen las equívocas interpretaciones sobre
el alejamiento de una de las personas más decisivas del entorno político
de su mayor confianza. Lo que para algunos ha sido "el comienzo del
desguace" del equipo presidencial, para Rajoy no es otra cosa que una
decisión prevista desde hace un año que el revés electoral en Catalunya
no merecía alterar.
El presidente del Gobierno relativiza de manera desafiante la gravedad de los resultados del 21-D. Según fuentes próximas a la Moncloa, varios ministros "están seguros" de que la actual legislatura catalana es por completo "inviable".
Esta convicción se basa en el muy probable procesamiento de los cargos
independentistas encarcelados e imputados, lo que conllevaría su
inhabilitación si lo fueran por un presunto delito de rebelión, y en la
convicción de que Carles Puigdemont no regresará a España porque su prioridad es eludir la prisión preventiva.
Aviso del Supremo
Pablo Llarena, el instructor del Supremo, se encargó el viernes de acelerar el trámite de la imputación a Mas, Gabriel, Rovira, Pascal, Lloveras y Boya.
Un aviso de lo que se le viene encima a la clase dirigente del
independentismo. Toda ella está huida, encarcelada o imputada. "Hablaré
con Inés Arrimadas" respondió el presidente cuando se le preguntó por la inverosímil oferta de Puigdemont de
parlamentar fuera de España. Le faltó decir que lo haría con el
'expresident' de la Generalitat en el locutorio de Estremera.
No habrá tampoco crisis de Gobierno. Sí "una remodelación",
puntualizan fuentes de Génova, pero será de carácter "técnico" y se
producirá cuando Luis de Guindos ocupe plaza en el Banco Central Europeo (si
la consigue), una decisión que debería producirse en el próximo mes de
enero y ejecutarse en abril. Se reconoce abiertamente que la
vicepresidenta y ministra de Presidencia y Administración Territorial, Soraya Sáez de Santamaría, está "tocada" por el fracaso catalán, posterior al de la "operación diálogo" y que el de Interior, Juan Ignacio Zoido, pende de un hilo tras el "desafortunado" 1-O.
Pero "Rajoy no quiere víctimas" sino seguir resistiendo en la
estrategia del vértigo. "¡A ver quién tiene más vértigo!", exclamó el
presidente del Gobierno en diciembre del 2013, desafiante. En esa
expresión "pandillera", en apreciación de la catedrática Araceli Mangas,
toda una autoridad académica en el análisis de las relaciones
internacionales, persiste Rajoy, cuyos cálculos pasan por un
empeoramiento de la situación social y económica de Catalunya y por la
imposibilidad material de que las expectativas de los dirigentes electos
se cumplan: la justicia seguirá su trámite porque por eso, entre otras
razones, la estrategia en Catalunya ha sido mucho más judicial que
política.
Agotar la legislatura
El propósito de Rajoy es terminar la legislatura lo que depende de la aprobación de los Presupuestos del 2018. Este es el verdadero escollo que deberá salvar el Gobierno. Tendrá que sortear las exigencias -corregidas y aumentadas- de Ciudadanos y, sobre todo, encontrar la fórmula para que el PNV maneje
compensaciones incluso superiores a las ya obtenidas, para pactar con
un Gobierno que mantiene en Catalunya la aplicación del 155.
Desde la Moncloa recuerdan a los nacionalistas vascos que "sin la
colaboración del PP en Vitoria, Urkullu tampoco tendría el Presupuesto
de Euskadi".
Por lo demás, el análisis genovés de la oposición del PSOE y de Podemos, ha ayudado a la relativización del batacazo popular el 21-D. "Sánchez no tiene nada que ofrecer porque Iceta ha defraudado las expectativas y Pablo Iglesias debe
ocuparse de su silla mucho más que de movérsela al presidente". Entre
ambas fuerzas no hay atisbo de comunicación, más allá del nivel
municipal y autonómico. La sintonía entre Sánchez e Iglesias es "prácticamente inexistente". Una conjunción de izquierdas y nacionalistas no pone en riesgo a Rajoy en las actuales circunstancias.
Las consignas consisten en "no dramatizar" la situación, dejar
que "la justicia haga su labor de desbroce", mantener las "complicidades
internacionales" y evitar "autocríticas innecesarias" como la de María Dolores de Cospedal,
secretaria general del PP y ministra de Defensa, disconforme con el
ritmo de decisiones en la crisis catalana, quien afirmó en el diario 'El
Mundo': "Posiblemente habría que haber actuado de otra forma en
Catalunya".
Hasta el momento esta reflexión ha sido la única a
contrapelo de un Gobierno que desafía a la política y entronca con la
geología. En definitiva, en versión de los entornos próximos a Rajoy, se
trata de "comportarse de manera tan correosa como los adversarios,
sobre todo cuando la oposición no tiene nada que ofrecer". Existe eso sí
-y reconocidamente- una preocupación: Ciudadanos se "nos ha ido de las manos".
(*) Periodista y ex director de Abc