El procés se parece mucho a la escalera
de Jacob. Uno imagina al patriarca dormido a la puesta del sol en plena
visión de la escala desde la tierra al cielo resplandeciente. Por ella
subían y bajaban ángeles muy entretenidos. Y en la cima, el Dios de
Abraham e Isaac, iluminándolo todo.
En la tierra, en torno al durmiente,
las realidades terrenales, las derechas, las más derechas y las
requetemás derechas; los socialistas, o menos derechas; y los de Podemos
en el limbo de los inocentes. La realidad a la que la vicepresidenta Calvo anima a los indepes a retornar, dejándose de entelequias. Asimismo, menos lazos amarillos o molinos de viento y más corbatas verdes y balar de ovejas.
Arriba de todo, al final de la escala, el dios transfigurado de la independencia.
Entre
medias los ángeles van y vienen. Son ángeles "terribles", como decía
Rilke. Es fácil que esgriman flamígera espada y también son los de la
"buena nueva". Aquí los tenemos, Albano Dante Fachín, Antonio Baños,
Elisenda Alamany en el ayuntamiento etc.
Suben o bajan en la escala de
grados del independentismo que va desde el dependentismo más feroz de la
tierra al empíreo de la independencia. Con innumerables matices
intermedios: autodeterminismo radical, soberanismo, pactismo
referendario,, independencia de facto, independencia plena.
Tanto
matiz, a veces confuso, amenaza con convertir la escala jacobea en una
aporía de Zenón. Nunca llegaremos a la independencia porque siempre
habremos de recorrer una distancia previa entre matices. Pero no habrá
tal. Si las elecciones dan una minoría de bloqueo independentista, se
hará valer con unidad de propósito.
Esa
minoría de bloqueo se considera sobre un supuesto insatisfactorio de
alianzas parlamentarias. Nadie tiene en cuenta la coalición más
probable, PSOE/PP, la famosa gran coalición por la que lleva años
suspirando Felipe González. Frente a esa coalición no hay minoría de
bloqueo que valga.
Ni matices.
Si
quienes defienden la independencia no pueden hacerlo, la
autodeterminación es imposible porque solo la independencia la
garantiza. La autodeterminación no se pide, sino que se ejerce.
(*) Catedrático emérito de Ciencia Política en la UNED
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